Un microrrelato por día y cada uno de 150 palabras. Ni una más, ni una menos.

Archivo de diciembre, 2010

La insistencia de los rayos

Lo persiguieron sin descanso durante toda su vida. No importaba en qué lugar se ocultara; los rayos siempre se las arreglaban para dispararle y sólo les hacían falta algunas pocas nubes para ponerse al acecho. Ni bien él se exponía, atacaban. Los llevaba contados: 27 era el número. Tantos que sólo podía recordar con detalle algunos pocos y entre todos ellos, el primero guardaba un lugar especial en su memoria. Desde aquel día nadie se le quiso acercar ya que lejos de caer sobre su cabeza, los insistentes rayos siempre terminaban descargando toda su furia a un par de metros de su cuerpo. Nadie podía deducir si se trataba de un fenómeno meteorológico con cierta lógica o si era un problema de puntería hasta que hoy, como nunca, terminó carbonizado por la violencia del impacto. Fue en el intento número 28, después de que Zeus haya aceptado visitar al oculista.

La credulidad de mi asaltante

Estoy abriendo la cerradura cuando un fuerte empujón me estampa contra la puerta y el frío acero de un arma se apoya en mi sien.
—Abrí o te vuelo la cabeza —gruñe mi asaltante apretando los dientes. Yo me congelo del miedo y él insiste—: Te dije que abras.
—Shhh, tranquilo —intento calmarlo bajando la voz—. No tengo nada. Yo también estoy robando —improviso casi sin pensar y noto que el asaltante titubea ante mi afirmación.
—¿Te pensás que soy idiota?
—Te juro que no te miento, ahora no tengo nada. Quedate vigilando acá afuera y cuando salga repartimos la guita. Tengo buena fuente y además ya sé por dónde buscar.
—Mejor entro con vos.
—Imposible. Estoy con los tiempos justos. Una persona más retrasaría el trabajo y el dueño puede llegar en cualquier momento.
—Bueno, pero apurate —aconseja mi asaltante y apenas entro a mi casa, llamo al 091.