Los segundos mandatos cursan con distintas claves, la experiencia y el aura de la doble victoria transforma a los personajes. Les ha pasado a todos quienes han pasado por ello. A Zapatero, que es muy celoso de su autonomía, que comparte poco y con muy pocos, se le nota estos días como templado y poco comunicativo, con ganas de no molestar. Desde la victoria del 9M apenas ha dicho nada, ni en público, ni en privado, o no se ha sabido.
Ha hecho un solo movimiento directo: designar portavoz parlamentario al amigo y colaborador de confianza, sin dejar sin empleo decoroso al sustituido. Portavoz Alonso, con encargo muy amplio, para mejorar el clima de entendimiento con la oposición en el Parlamento.
Ahora Zapatero necesita más a la oposición del PP que a los grupos pequeños, porque las decisiones relevantes hay que pactarlas con la oposición. Para el resto sobra con la aritmética: buscar los votos necesarios en cada caso. PNV y CiU van a notar que no son decisivos y que más que un pacto con compromisos de alcance, la legislatura va a ser mercadeo de pequeñas cosas para cada caso, con puja a la holandesa, a la baja.
Esta semana se despejará la composición de las mesas de la cámara. El PP parece no aspirar a nada más que mantener el porcentaje. Rajoy despeja dudas hoy, pero su estrategia está en el medio plazo y en las cosas de casa, en las caleras del PP que están que arden. Si los populares no ceden algo en la negociación de la mesa y las comisiones quedarán desvalorizados en cuanto a zonas de influencia. Y los socialistas verán mejorados sus pactos blandos y variables con los otros grupos.
La agenda del presidente esta semana está mitad en el Parlamento, mitad en la cumbre de la OTAN en Bucarest donde participan 60 jefes de gobierno. Allí Zapatero no tiene papel apreciable, pero llega con galones de reelegido que son un grado en ese club, que hasta ahora le veía como un pipiolo.