Me decían hace un rato en el velatorio de Paco Umbral que anoche quería dictar una crónica, quería reanudar su cita diaria con su periódico. Es el destino natural del columnista de a diario, dictar su crónica, entregarla al cuartillero, al motorista o, ahora, al correo electrónico para llegar a la hora, antes del cierre y de que la rotativa empiece a manchar papel. Una columna a diario es lo más a que puede aspirar un periodista, la mejor oportunidad, la más exigente, un compromiso agobiante que pone a prueba la inteligencia y la disciplina del autor cada 24 horas, de forma inmisericorde, como el paso de los horas.
Hay una larga tradición en el periodismo mayor de columna a diario, también en el periodismo español. El decano de los columnistas en España es Manolo Alcántara, creo que va por las 15.000 crónicas, cuarenta años escribiendo cada día sobre algo interesante, y escribiendo bien. Umbral pertenecía a ese exclusivo club de la “columna a diario”, una columna que ha viajado por distintas cabeceras sin perder nunca su carácter.
Umbral empezó a escribir en los periódicos hace cincuenta años en Valladolid, en “El Norte de Castilla” de Miguel Delibes, que le animó a dedicarse a la literatura como profesión y vocación. Luego le guió Manu Leguineche que dirigía la agencia que distribuyó los artículos de Umbral los años sesenta y setenta. Juan Luís Cebrián le contrató para “El País” como el único columnista a diario, en un periódico resistente a las estrellas, que primaba el trabajo colectivo de la redacción Umbral era la excepción, rara avis, escribía desde casa y casi nunca pisó la redacción, pero sus crónicas daban carácter al periódico (para irritación de algunos) y contaban entre lo más seguido por los lectores. Luego le captó Pedro J. Ramírez para “Diario 16”, ha sido el director que mejor comprendió al articulista, el que acertó a mimarle, mandarle, aguantarle y dirigirle sin que lo notara.
Anson le sedujo unos meses para escribir en el ABC, una operación de coleccionista, pero una operación sin futuro, el carácter de ABC no proporcionaba el oxígeno que necesitaba Umbral. No funcionó y luego Umbral volvió a Pedro J. su director natural. De manera que Umbral formó parte de la aventura fundacional de “El Mundo” para dar carácter a ese periódico como quince años antes se lo dio a “El País”.
Umbral pertenece a su propio universo, caracterizó a los medios donde escribió más que estos a él, porque era un artesano de la pluma, de la columna y de la literatura. Si hubiera primado la carrera, el ejercicio de novelista, se hubiera perdido el gran articulista que ha sido. Y su dedicación al periodismo ha limitado su vocación narrativa, porque es muy difícil ejercer dos profesiones artísticas con excelencia al mismo tiempo. Umbral enlaza con Cesar González Ruano, con Larra, ¿Quién continuará a Umbral? Pedro J va a dedicar la columna de Paco de los próximas cien días a glosar su figura, y, seguramente, a buscar quien continúe su trabajo. Hay columnistas de a diario en la prensa española, les hay brillantes, quizá ninguno como Umbral, rompió el molde. Quizá quien más puede acercarse sea Raúl del Pozo, otro estilo, otra trayectoria, otros intereses, pero no le falta carácter para definir, para retratar, para crear.