El serpentear del tren me mantuvo dormido hasta que me despertó su perfume. Primero sentí el aroma, luego escuché los tacos que enmudecieron a mi costado y por último, el sonido del tapizado desinflándose, acompañado de un suspiro. Sin mirarla y para consentir mis gustos personales, me la imaginé con pelo corto y vistiendo una blusa verde escotada que dejaba ver sus virtuosos senos. No quería mirarla por miedo a defraudarme, por miedo a levantar la vista y no encontrar a nadie. Después de un instante escuché un «hola», uno que fue real y sin pensarlo giré la cabeza en dirección de la dulce voz. Extrañamente mis ojos se encontraron con la hermosa mujer que mi imaginación había creado. Conversamos hasta llegar a nuestro destino, nos paramos al unísono, nos tomamos de la mano y yo desplegué mi bastón blanco. Ella guió mis pasos hasta el último escalón del tren.
Me ha gustado mucho el post de hoy, casi el que más de todos los que he podido leer, enhorabuena.
14 septiembre 2010 | 13:32
Los ojos de los ciegos son los que mejor pueden ver a la gente. No ven delgadeces, no ven operaciones de estética ni si vas a la moda. Ven a la gente bella o fea, independientemente de como sea su exterior.
14 septiembre 2010 | 15:40
Muy bueno el giro Walter. Bonito post.
Los ciegos crean su propia realidad, imaginación por vista. Otra forma de percibir este mundo.
El artículo ya es curioso de por si. Esta chica que lee el Playboy a ciegos y explica con todo lujo de detalles el color de la piel o del cabello de las retratadas…mejor labor altruista haría si le explicara el tamaño de sus tetas o la cara de vicio que sacan.
¡Pobres ciegos! como los engañan.
14 septiembre 2010 | 16:34
Bonito relato.
http://www.irmedeviaje.com
14 septiembre 2010 | 16:42
Waaaaw, me dejaste mudo.
14 septiembre 2010 | 16:43
Despues de que aquella chica me llevase de la mano hasta bajar del tren , mi perrro debió coger celos porque le arreó tal bocado que la pobre terminó en las urgencias del hospital , pero ya sabemos como es un bocado de un pastor alemán en el cuello , nada pudieron hacer por ella, durante el ttrayecto murió completamente desangrada.
No somos nada.
Clica
14 septiembre 2010 | 16:57
ANTONIO MUERETE
14 septiembre 2010 | 17:10
Eso es ver con los ojos del sentimiento.
Precioso relato.
Me ha encantado.
14 septiembre 2010 | 17:12
D ..: Muerete tú si quieres, yo no tengo prisa, me encuentro muy bien. Gracias por leer mi comentario.
Clica sobre mi nombre
14 septiembre 2010 | 17:15
Lo más bonito que he leído
sobre un papel escrito,
son estas dos palabras:
«Te Amo»
Pero con ciento cincuenta,
la verdad que es este post,
este bonito relato.
Que no te deja indiferente,
que te llega al corazón,
aunque lo tengas desgarrado.
Por mal trato, por olvido,
por haber o no haber vivido,
aunque lo lleves partido,
o aunque lo tengas quemado.
14 septiembre 2010 | 17:32
Que suerte tienen algunos. En los confines de los trenes que yo uso todos los días como mucho huele a sobaquina…
14 septiembre 2010 | 17:42
Muy bueno tu post…
Me encató, es poético y hermoso..
Gracias
14 septiembre 2010 | 17:56
hell yeeeeeeh!!!
14 septiembre 2010 | 18:26
los buenos cuentos son como la vida, se buscan camino hasta en los peores momentos :S Y eso que estabas cansado
14 septiembre 2010 | 18:31
Me alegra que les haya gustado porque este microrrelato, particularmente, también me gustó.
Gomaranto, gracias por tus poéticas líneas.
Leandro, después descubrí que más que cansado, estaba lleno y adormecido. Un gran porcentaje de la sangre del cuerpo estaba tratando de llevar a cabo el complejo proceso de la digestión, calculo. 🙂
14 septiembre 2010 | 18:53
Qué lindo Walter, comparto la opinioón de los demás, me gustó mucho.
14 septiembre 2010 | 20:38
yo creo que los ciegos son las personas que mas ven , encambio las personas mas o menos normales son los que mas ciegos estan
15 septiembre 2010 | 08:42
«Ella guió mis pasos hasta el último escalón del tren». Fue entonces cuando mi mano tropezó con el perro. «A veces le pongo unas gotitas, no hay nada malo en ello, che», me confesó días más tarde, cuando intentó convencerme de que Poison podía guiarnos a los dos. Sólo puse una condición, que jamás volviera a echarle ni una gota de su perfume. No accedió. Lástima. De veras que era linda…
15 septiembre 2010 | 15:13