El líder de CiU, Artur Mas, vuelve a ser investido como presidente de la Generalitat, gracias al apoyo que le brinda Oriol Junqueras (ERC). La primera conclusión es que, a diferencia de otras legislaturas, el jefe del Ejecutivo catalán y el jefe de la oposición van juntos, unidos, básicamente, por el objetivo del referéndum de autodeterminación de 2014. Esta circunstancia es más significativa de lo que pueda parecer, porque lo normal es que cualquier presidente de cualquier gobierno tenga un contrapeso en el principal grupo de la oposición parlamentaria.
Jordi Pujol tuvo su adversario en el hemiciclo; Pasqual Maragall, también, y José Montilla, lo mismo. Y, precisamente, Mas hizo de jefe de la oposición de anteriores presidentes de la Generalitat. Junqueras quería dar este mensaje: que el jefe del Govern y el del principal partido opositor en el Parlament iban unidos en el proceso soberanista. Y así ha sido. Pero, esta circunstancia obliga al resto de partidos a repartirse la función de jefes de la oposición. Para ellos, mejor, porque tendrán más protagonismo en sus mensajes, pero la mayoría que suman CiU y ERC hace que la oposición parlamentaria, en esta legislatura, esté más limitada.
Esquerra tiene la llave y Convergència, la cerradura. Los otros partidos, forman el marco de la puerta. Pero, si una cosa ha quedado demostrada estos días de negociaciones y de debate de investidura del Parlament es que la campaña electoral en Catalunya no se acabó el 25-N. No, ni mucho menos. Si uno analiza los discursos de todos los partidos a lo largo de estas dos primeras sesiones parlamentarias y los compara con los que esgrimieron durante la campaña electoral verá que son idénticos. Nada ha cambiado.
Se ha discutido sobre si una Catalunya independiente estaría dentro o fuera de la Unión Europea, de si tendría garantizadas las pensiones, de si puede o no gestionar sus impuestos, de los recortes… Nada nuevo bajo el sol. Cada portavoz de cada partido ha sido mimético con los discursos de la campaña. Y, ahora, se inicia una legislatura que, seguramente, será una campaña electoral continua, día a día, semana a semana y mes a mes, hasta llegar a la convocatoria de un referéndum o de unas elecciones anticipadas plebiscitarias en 2014.
Pero, durante este tiempo, es muy posible que se abra otra campaña electoral no declarada oficialmente y que transcurrirá de forma paralela a la catalana: la española. A nadie se les puede escapar que lo que pasa en Catalunya afecta al resto de España, no solo porque es un motor económico del Estado, sino porque también concentra un alto procentaje del déficit público que se tiene que rebajar y controlar y, porque, un proceso soberanista catalán acabará por trastocar y marcar la agenda política española… e incluso europea. Catalunya está batiendo todos los récords de duración de una campaña electoral… y esto, no ha hecho más que empezar.