Cuando entrevisté a Joan Herrera, candidato de ICV-EUiA, durante la campaña, le dije a su jefe de prensa: «CiU, que no se confíe, porque está haciendo una campaña muy mala y puede llevarse una sorpresa». Al final, llegó el batacazo electoral, del que ahora intenta recuperarse tratando de componer el puzzle de formar un gobierno lo más estable posible. Realmente, no recuerdo haber cubierto unas elecciones, ya sean autonómicas, municipales, europeas o estatales, donde un partido me hubiera transmitido tanta sensación de desconcierto.
No entendí por qué Mas accedió a responder el cuestionario de nuestros lectores (cosa que no hizo con otros medios) y, en cambio, no quiso que publicáramos su entrevista (cosa que sí hizo con otros medios). Tampoco entendí por qué eligió (o mejor dicho, le eligieron sus asesores) como lema de campaña La voluntad de un pueblo, con esa foto a lo Charlton Heston, que fue muy criticada porque parecía «un mesías» bíblico y, en cambio, durante los 15 días que estuvo en liza hizo más bien apariciones elitistas ante sus votantes potenciales.
Si quieres aglutinar la voz de los catalanes tienes que dar más la sensación de que estás haciendo campaña a pie de calle y que estás hablando con ellos cara a cara. En estas elecciones no valía solo eso de salir en los debates televisivos, aunque creo que, en los dos que hubo, sí que hizo bien su papel de candidato/president. Pero, el efecto JFK en la tele no era lo que necesitaban los catalanes. La prueba está en la emergencia de la CUP, que hizo un trabajo de base en los barrios y no contó con la ventaja de los debates de TV. Y no vale eso de tildar a este partido de sorpresa «antisistema» cuando ha conseguido una representación parlamentaria siguiendo todos los preceptos del sistema electoral vigente.
Se lo han ganado en las urnas, igual que en su momento lo hizo Ciutadans o Solidaritat cuando se estrenaron en el Parlament. La gente necesitaba que los candidatos estuvieran más cerca de ellos que nunca en estas elecciones. Y Mas (o sus asesores) dieron cierta sensación de distanciamiento y no entendieron el mensaje que, por ejemplo, traían consigo partidos como la CUP, que, por cierto, las encuestas ya apuntaban que entraban en el Parlament.
Una prueba de que el equipo de campaña de CiU se equivocó de buenas a primeras es que, en el ecuador, lanzó un vídeo con otro lema menos personalista (Juntos lo haremos posible. El día 25 hagámoslo posible) y sin tantas senyeres o estelades. Si bien es cierto que aún tenía que hacer frente a sus cometidos como presidente de la Generalitat en funciones, a Mas le faltó patearse más la calle, si es que quería aglutinar a ese «juntos lo haremos posible».
El discurso de Mas también fue demasiado ambiguo durante la campaña. No quedó claro si iba en serio o no eso del Estado catalán, parecía que se atragantaba cuando alguien le preguntaba abiertamente por la independencia. El resultado fue que los catalanes que sí creían en ella votaron directamente a Esquerra Republicana de Catalunya. Pero, además, aún siendo ambiguo en sus palabras, para sus votantes más centralistas eran demasiado subidas de tono, y por ahí también perdió algunos votos.
Josep Antoni Duran Lleida, el líder de Unió, ha negado que cortara las alas a Mas en el tema del soberanismo, pero ha admitido esto: «no hemos acabado de acertar en nuestro discurso». En UDC interpretan que el techo de 62 diputados que consiguieron en 2010 tras la debacle del tripartito era «artificial». O sea, que el voto de castigo al Tripartit fue entonces. Pero, entonces, ¿por qué se arriesgaron a apostar desde el principio por conseguir una mayoría absoluta? ¿Por qué no hicieron un discurso más comedido en este sentido?
Otro error de cálculo fue la gran bolsa de indecisos (hasta el 40%) que daban las encuestas al principio de la campaña. Todo el mundo sabe que, normalmente, en Catalunya, buena parte de la gente que no confiesa ante un encuestador a quién votará es porque se decantará por el Partido Popular o similares. Al final, tanto el PPC como Ciutadans han obtenido mejores resultados que en 2010.
Lo malo para Mas es que, una vez pasadas las elecciones, él (o sus asesores) están volviendo a tener esos tics de discurso ambiguo. Da la impresión que, mientras CDC apuesta por un acuerdo con ERC, UDC se decanta por el PSC (o, incluso, por ERC y PSC juntos). O sea, que iríamos a una Co-Co-Coalición (porque hay que sumar la coalición que forman CiU a la que formarían con ERC y PSC). O sea, que en Catalunya casi que inventarían un nuevo tipo de gobierno.
Lo malo es que eso de la Co-Co-Coalición que ya ha propuesto el líder de UDC, Josep Antoni Duran Lleida, cuando se pronuncia, suena como un tartamudeo y, detrás de él, se podrían esconder un auténtico tsunami de peleas entre los tres (cuatro) partidos de un hipotético gobierno de este tipo. Si el Tripartito de PSC, ERC e ICV ya tuvo sus rifirrafes, ¿qué no pasaría en un Cuatripartito con CDC, UDC, PSC y ERC?… Como digo, ni el error de Mas fue (solo) de Mas entonces ni si ahora hay otro error de Mas, tampoco será (solo) su error.