Todo es coyuntura Todo es coyuntura

La vida tiene mil detalles. Ninguno permanece… por suerte o por desgracia.

Madrileños de aquí y de allá

Me gusta que Madrid acoja a cualquiera, venga de aquí o de allá. Me alegra que en todos estos años de alta inmigración en Madrid la integración haya sido casi ejemplar, sin grandes movimientos de rechazo.

Rumanos, marroquíes, ecuatorianos, chinos, colombianos, peruanos y bolivianos son mayoritarios –por este orden– en nuestras calles, portales, trabajos, comercios…

Chino

Un hombre camina por un parque empresarial de comercios chinos, en Madrid. (JORGE PARÍS)

Sin embargo, aun queda algo de trecho por recorrer para la integración total. En líneas generales, creo que ponemos algo más de nuestra parte los de aquí que nuestros nuevos vecinos. A veces les falta dar un pasito más para aclimatarse, para asimilar las costumbres y el idioma del que ahora es su país.

Eso sí, da gusto cuando vas a comprar a un chino, te dan las buenas tardes y te preguntan en perfecto castellano si andas buscando unas chancletas.

2 comentarios

  1. Dice ser ANTONIO LARROSA

    El que ha escrito este post no ha estado en Badalona , donde es dificil ver un español en algún sitio, porque pensaria diferente ¡seguramente!

    Clica sobre mi nombre

    12 mayo 2014 | 10:54

  2. Dice ser Madrid, esa gran desconocida...según algunos

    El post es ciertamente ingenuo, cuanto menos, se nos han olvidado muchas cosas en el tintero, cuando se habla de integración de «la alta inmigración» en una ciudad como Madrid, que en otro tiempo fue un referente de integración social no ya de los citados inmigrantes, sino de aquellos ciudadanos españoles (emigrantes) que en busca de unas condiciones de vida mejores, se trasladaban de zonas rurales o más deprimidas económicamente a la capital del Estado español (años ´70-80), el centro neurálgico de la política y la sociedad de nuestro país (no así industrial, pq Madrid no se ha distinguido casi nunca por ser un referente industrial en el sector secundario, más bien por ser una ciudad de servicios o meramente funcionarial). Pero más allá de advertir los esfuerzos de integración que en mayor medida han hecho, supuestamente, los anfitriones de la ciudad de Madrid (o de cualquier otra gran ciudad del Estado) en comparación con los inmigrantes, suena cuanto menos paradójico sino contradictorio, que en todo ese relato de falta de equidad en esos esfuerzos, falten hechos tan relevantes que buena parte de la población inmigrante (sí la que carece de papeles, pese a que en esta acogedora ciudad nuestra, han servido de mano de obra barata para por ejº los comercios chinos a los que alude, o en sectores tan «acogedores» y productivos como la construcción, o el servicio doméstico, o el paseo de animales de compañía, etc.), como su exclusión del actual sistema sanitario público (el que algunos/as siguen defendiendo de forma cínica como universal).

    Como también se nos ha olvidado mencionar que dicha población inmigrante al igual que otra cada vez más creciente bolsa de población (pobre) local, sobreviven gracias a los comedores sociales de Cáritas ante el abandono y la indiferencia de las instituciones de ésta tan acogedora e integradora ciudad nuestra, que ha dejado, no sólo por el tema de la inmigración sino por motivos mucho más complejos y «cercanos» relativos al creciente aburguesamiento (moral y/o social) de parte de esas nuevas generaciones de «madrileños/as» acogedores/as, de ser una ciudad realmente solidaria, justa y equitativa, y ello se manifiesta en todas y cada una de las elecciones locales y autonómicas que se han venido celebrando en la que fue hasta la primera mitad de los 90, una ciudad plural, abierta, socialmente justa, solidaria, realmente integradora y amante de la diversidad y de la multiculturalidad.

    Lo que queda de esa ciudad viva y culturalmente rica, no es más que los rescoldos simbólicos que están albergados en museos fotográficos, donde se recuerda en forma de patrimonio iconográfico de la ciudad todas esas virtudes que hicieron de la misma un referente internacional en políticas de integración y cohesión social, aspectos estos que han quedado relegados al olvido sino al ostracismo por las nuevas costumbres predatorias de una ciudad cada vez más desigual, injusta, conservadora (en el peor dentido del término), insolidaria, clasista y narcisista, cuyo comportamiento en muchas ocasiones hipócrita se pone de manifiesto cuando es la ciudad que más y mejor ha apoyado las políticas antisociales que se han llevado a cabo en las últimas décadas, porque no lo olvidemos, la vanguardia de las políticas de desintegración social más radicales se han propiciado en esta cada vez más alienada y egoísta ciudad nuestra (marginación de la educación pública, subvención de los centros educativos privados concertados o no, subida de tasas universitarias, recorte de servicios sociales, recorte de empleo público, horarios comerciales abusivos en detrimento de los pequeños comercios, creciente desigualdad social, privatización de la sanidad pública, convenios colectivos precarizados, incremento de la pobreza infantil de las clases más modestas, uso de los medios de comunicación públicos para fines partidistas -lo de Telemadrid es bochornoso, una cadena referente por su calidad en sus comienzos se ha convertido en el NO-DO más casposo que se recuerda, etc, etc).

    Insisto, he visto de todo en todas las épocas de esta deshumanizada ciudad nuestra, y todos conocemos, nos guste o no, sus más profundas contradicciones sociales, que se hacen más palpables, es cierto, según la zona que visites (hablar de «integración social» de la inmigración en determinadas poblaciones elitistas de la zona centro o norte de la CCAA de Madrid, es de un sarcasmo infinito, si por integración social se entiende, el que sirvan de mano de obra doméstica interna -a un módico precio-, o de paseadores de animales de compañía de sus tolerantes e integradores vecinos).
    Hace mucho tiempo que Madrid por diversas razones, ha dejado de ser una ciudad integradora desde hace décadas (falta este tipo de análisis más apegados a la realidad actual cuando se hacen reflexiones sobre la misma), no digamos ya justa o plural, las novelas de Ciencia-Ficción a las que aludía Margallo, parece que siguen calando muy profundo en el imaginario colectivo…

    13 mayo 2014 | 04:55

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