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El 'happy place' de las series de televisión

Entradas etiquetadas como ‘personajes femeninos’

‘Harlots: Cortesanas’, una serie moderna sobre la prostitución en el siglo XVIII

Harlots: CortesanasHay dos motivos por los que temía ponerme ante Harlots: Cortesanas, y los dos son prejuicios. Por un lado, el aspecto de culebrón frívolo como excusa para mostrar escenas de sexo y hacer porno de época. Por otro, el discurso de la prostitución. En una serie que se atreve a abordar una de las grandes lacras patriarcales de nuestra historia, es muy difícil encontrar un personaje ya no con el que podamos empatizar, sino con cuyo ideario podamos estar de acuerdo. De lo primero, Harlots: Cortesanas ha salido enseguida indemne; de lo segundo, el más difícil todavía, al menos deja alguna revelación moderna e interesante. Así sí encontramos sentido a esta ficción británica que estrenó en marzo ITV, y que mañana domingo, a las 22.15 horas, aterriza en España de mano de COSMO: un drama cínico y rabioso sobre la prostitución en el siglo XVIII.

La serie nos traslada a 1763, a la ciudad de Londres. Margaret Wells (una poderosa Samantha Morton) es la ambiciosa regente de un burdel, que se debate entre su aspiración económica, trasladar su negocio a un barrio más rico, y el apego hacia las prostitutas a las que ha acogido. Su espina emocional, como veremos a lo largo del primer episodio, son sus hijas. Charlotte, la mayor (Jessica Brown Findlay, conocida por Downton Abbey y Black Mirror), fue vendida a un político local, aunque parece resignada a sus circunstancias. Lucy es la pequeña, y aún no ha comenzado el oficio, pues su madre piensa subastarla más adelante, hasta que un imprevisto le hace replantearse esa decisión. El enfrentamiento de Margaret con otra proxeneta de la ciudad, más adinerada y refinada, desencadenará los eventos que pondrán a la protagonista ante una encrucijada moral. ¿Será capaz de seguir usando a sus hijas o se planteará su libertad?

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Adiós a ‘2 Broke Girls’, la pequeña revolución sexual de Max y Caroline

2 Broke GirlsMayo es un mes de infarto para los aficionados a las series. En la antesala del verano (perdón por esto) las cadenas estadounidenses en abierto celebran los upfronts, donde se anuncian sus renovaciones, cancelaciones y nuevos proyectos para la temporada que comienza en otoño. Los últimos días han sido moviditos, y hoy nos hemos despertado con una noticia importante para algunos de nosotros: CBS ha cancelado 2 Broke Girls. Los rumores ya estaban en la arena mediática desde hace unas semanas, cuando la serie emitió los últimos capítulos de la sexta temporada, y a pesar de la negativa de sus productores, la muerte se ha confirmado. Seamos sinceros: no ha sido un acontecimiento de gran impacto, ya que la serie ha tenido una evolución muy irregular (por no decir ninguna), pero existía un pequeño culto que, habiéndola abandonado incluso, seguía apreciando sus pequeños riesgos y el carisma irreplicable de sus protagonistas.

2 Broke Girls, creada por Michael Patrick King (Sexo en Nueva York) y Whitney Cummings, vio la luz en 2011, una temporada memorable en la pantalla norteamericana por la cantidad de ficciones creadas y protagonizadas por mujeres. Meses antes de que Girls debutara en HBO, y en la misma entrega en que Fox estrenó New Girl, las aventuras de Max y Caroline se alzaron como un entretenimiento más humilde, una comedia de situación tradicional, que no obstante mostró cierto atrevimiento en el tono. Las dos camareras a las que han dado vida Kat Dennings y Beth Bers se conviertieron en las chicas peor habladas de la televisión, y además plantearon una idea novedosa, por mucho que pueda sorprender: aparcar la vida romántica y emocional de sus personajes femeninos para permitirles lograr su ambición, montar su propio negocio de cupcakes. El sueño se les puso difícil, pero ellas lo pelearon con amistad y girl power.

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‘Big Little Lies’ demuestra por qué necesitamos más series protagonizadas por mujeres

Big Little LiesReconozco que tuve mis recelos en la recta inicial de Big Little Lies, y que en realidad no me parece una serie ni mucho menos redonda. No me parece que el trabajo de David E. Kelley al guion (Ally McBeal, El abogado) sea tremendamente sofisticado, ya que solo un par de tramas convergen en un punto interesante, y solo una es realmente buena. Tampoco que Jean-Marc Vallée (C.R.A.Z.Y., Dallas Buyers Club) destaque especialmente en la dirección, más allá de un par de escenas brillantes y un montaje bastante cargante. Pero esto puede ser solo cuestión de preferencias. Lo que sí está claro es que si ha atrapado a gran parte de la crítica ha sido por algo, más allá de su despliegue de producción; el regreso de actrices muy populares con papeles atractivos e interpretaciones increíbles; un tema doloroso y de triste actualidad, la violencia sexual y machista; y un final que da la vuelta a lo que ha propuesto antes, desmontando las expectativas de forma inspiradora.

Hace unos días, la columnista estadounidense Emily Nussbaum, que escribe para The New Yorker y que recibió el pasado mayo el premio Pulitzer de crítica, publicaba un tuit bastante irónico y acertado: «Big Little Lies va exactamente de los mismos temas que True Detective (abuso sexual, matrimonio, asesinato y paisajes), pero es cien veces mejor». Metía el dedo en la llaga de un debate que está siempre en las páginas de los críticos más lúcidos: si algunas series estuvieran protagonizadas por hombres, tendrían mejor recepción. HBO, la misma cadena que emitió True Detective, ha realizado a este respecto un movimiento político con Big Little Lies: la ficción nos propone entrar en un juego de intrigas de mujeres enfrentadas para deconstruir el mito de la rivalidad femenina y destruir así todas esas ideas preconcebidas.

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Carrie Mathison (‘Homeland’) aún es uno de los mejores personajes femeninos de la televisión

HomelandSiempre me pasa lo mismo con Homeland. Comienzo cada nueva temporada con una sensación de tedio y pereza insalvable, y la termino otra vez entregado, adicto a la enésima aventura de Carrie Mathison. Al menos es así desde la tercera entrega del thriller político de Showtime, que es, oficialmente, el momento bisagra oficial para los fans, y creo que también para los creadores. Fue entonces, cuando patina de forma oficial la trama de Nick Brody y hay que eliminarle finalmente, cuando descubrimos que aquella Homeland tan rabiosa y paranoica que la hizo diferente y moderna no podía durar para siempre. ¿Mejor la cancelación o el reinicio? Por suerte, fue lo segundo. El equipo de Howard Gordon y Alex Gansa supo darle vida después de aquella muerte; la convirtieron en una versión mejorada de 24, que también era creación suya, pero incluso así sigue siendo el ejemplar conspiranoico más actual y completo.

Gran parte del mérito de que Homeland haya resurgido de sus cenizas con tan buena cara es la construcción del personaje de Carrie Mathison. Ella ya fue el gran atractivo de la serie durante sus primeros capítulos, y una inyección de adrenalina y mala leche en las figuras femeninas de la televisión; hoy muchos personajes nos parecen similares a ella, porque el ritmo con el que las series se ponen al día en tono y estereotipos es fulminante, pero que una mujer bipolar estuviera «al cargo» de la CIA en 2011 fue todo un bombazo. Que fuera más brillante cuanta menos medicación tomaba, que estuviera obsesionada con el 11S y dispuesta a todo por evitar un nuevo atentado, también; y que fuera capaz de acostarse con un terrorista para ello, todavía más. Respecto a la interpretación de Claire Danes hay opiniones encontradas, pero yo siempre la defiendo. ¿Cómo no va a tener tics una mujer que está siempre desquiciada?

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¿Qué problema tiene ‘Sherlock’ con los personajes femeninos?

Sherlock«¿Es ese Sherlock Holmes? Es un gran hombre». «Es aún mejor. Es un buen hombre». Algunas series no pueden resistirse a una coletilla retórica que sirva para apuntalar su desenlace, y este diálogo que mantiene el detective Lestrade con uno de sus hombres en una de las últimas escenas de Sherlock funcionaría incluso como final definitivo. La cuarta temporada de la ficción británica, creada por Steven Moffat y Mark Gatiss, ha dejado de lado las virguerías procedimentales y narrativas a las que nos tiene acostumbrados y lo ha apostado todo por el impacto en sus personajes. La idea de que Sherlock no es nada sin Watson, así como la razón no es nada sin el corazón, es central en la producción de BBC, y los guionistas la han llevado adelante con todas las consecuencias. Quizá ese empeño en hacer algo más oscuro, contundente y evidente es una de las razones por las que ha sido su entrega más criticada.

SPOILERS! Si no sabes cuál es ‘El problema final’, no sigas leyendo.

Yo he disfrutado este último Sherlock como disfruté los demás, y creo que la decepción general se debe en gran parte a la falta de novedad, y a que la tercera temporada fue la más brillante y la más retorcida. Hemos perdido la fascinación de los comienzos, y tampoco ayuda que haya desaparecido la diversión para dejar lugar a la intensidad, ni que sus resoluciones y deus ex machina hayan sido más facilones. Moffat y Gatiss han sido fieles a sí mismos, quizá más que nunca, y por eso sus vicios y manierismos también lo han sido más que nunca. Lo más interesante de la cuarta temporada de Sherlock ha sido ver a los protagonistas lidiar con el peso de la culpa y el pasado, en la presencia (y ausencia) de dos mujeres, Mary y Eurus. Parece que los creadores querían ajustar cuentas con sus personajes femeninos infravalorados e infrautilizados, y enfrentarse a esa cuestión ha sido una bofetada de realidad para todos.

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