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El 'happy place' de las series de televisión

‘Las chicas del cable’: pues claro que ahora nos interesan más los personajes femeninos que los masculinos

Las chicas del cableLa afirmación que da lugar a este titular, que es, en gran medida y obviamente, parte de una opinión personal, es una que me ha costado comprender. La he oído varias veces en los últimos meses. La primera vez fue en la edición de primavera del FesTVal, celebrada en Burgos, en la presentación de Servir y proteger, la serie diaria de La 1 protagonizada por dos mujeres policías, a quienes dan vida Luisa Martín y Andrea del Río. «Las mujeres son más interesantes que los hombres», algo así vino a decir uno de sus creadores (a nivel televisivo, entiendo). La segunda ocasión fue una entrevista que me concedió Jesús Colmenar, productor de La casa de papel, que aseguró que los personajes femeninos bien construidos tienen «más potencia». Aquellas aseveraciones llegaron incluso a cabrearme porque son verdades a medias; las figuras masculinas pueden ser tan interesantes como las femeninas, simplemente porque son producciones artísticas y se pueden modelar a gusto del creador. ¿Por qué, entonces, reflejan una realidad tan certera?

Es sencillo: estamos tan acostumbrados a que la creación y el protagonismo de los relatos culturales hayan estado en manos de los hombres que ahora que las mujeres lideran de forma habitual los suyos, sobre todo en televisión, muchos nos encontramos fascinados. Sus historias nos parecen más interesantes simplemente porque nunca las hemos visto ni escuchado, y nos sirven (sobre todo a los hombres) para descubrir realidades que no conocíamos, en ocasiones muy duras, y desmontar ideas preconcebidas. Es curioso que este tema haya estado de actualidad en las últimas semanas precisamente en España, con una industria catódica aún en pañales en muchas cosas, gracias a Las chicas del cable. La académica Concepción Cascajosa lo comentaba recientemente en su perfil de Facebook; el gran valor de la serie de Netflix ha sido el hecho de situar la amistad de cuatro mujeres como indiscutible interés, y poner sobre la mesa del debate social cuestiones como el feminismo y la sororidad.

Que sea Las chicas del cable la abanderada de esta lucha es algo más cuestionable, pues en algunos casos se acercará de manera superficial (e incluso incorrecta) al feminismo. Solo es necesario echar un vistazo a la polémica surgida de su presentación, y de varias entrevistas concedidas a medios como Eslang; ninguna de las actrices de Las chicas del cable sabe en qué consiste realmente ser feminista, y las reacciones de sus actores han sido similares, hasta peores, como es el caso de Yon González. Este indignante debate es la muestra más absoluta de por qué las ficciones creadas y protagonizadas por mujeres son tan vitales, para aprender de una vez por todas qué significan términos como feminismo. Varias series estadounidenses de los últimos meses se han acercado a cuestiones similares con más acierto, por suerte; hablo de propuestas tan dispares como Big Little Lies, Feud: Bette and Joan y Girls. ¿Qué las une? Afrontar con realismo y humanidad la amistad y la rivalidad entre mujeres.

SPOILERS! Si no has visto Big Little Lies, Feud y Girls, navega con cuidado.

Big Little LiesTal vez la que ha causado más impacto, por sorprendente, ha sido la miniserie Big Little Lies, de HBO. Creada por David E. Kelley (Ally McBeal) y protagonizada por estrellas reputadas como Nicole Kidman, Reese Witherspoon y Laura Dern, nos enganchó con una fórmula que parecía demasiado cercana al drama al uso de mujeres en crisis de mediana edad, pero se desmarcó con una emocionante recta final: la unión femenina es imprescindible para sobrellevar el día a día, e incluso para sobrevivir, en un mundo donde los hombres son una amenaza. La teleserie estableció cierto diálogo temático con Feud: Bette and Joan, de la cadena FX pero disponible en España también en HBO: Ryan Murphy abordó una amistad imposible precisamente desde el polo opuesto, la rivalidad entre las actrices Joan Crawford y Bette Davis a partir del rodaje de la película Qué fue de Baby Jane. No solo hizo sangre en la misoginia estructural de la meca del cine y de los medios, sino además en la responsabilidad de las mujeres en ello.

Lena Dunham resolvió también de forma agridulce un tema transversal, el que ha guiado Girls, su serie para HBO y uno de los grandes retratos de la mujer moderna en televisión. En el episodio Goodbye Tour, previo al desenlace de su temporada final, la creadora y protagonista nos mostró que el único camino posible para la amistad de sus cuatro antiheroínas, Hannah, Jessa, Marnie y Shoshanna, era precisamente su disolución, su destrucción. No esperábamos menos de la autora estadounidense, que ha demostrado que la televisión es el refugio perfecto para las ficciones más estimulantes a nivel sociocultural, narrativo y audiovisual, y no solo hablo de los títulos liderados por mujeres que hoy reciben el protagonismo. Si de algo positivo podemos congratularnos en el actual panorama creativo de la pequeña pantalla es esto; la industria ha alcanzado un punto perfecto de segmentación de públicos, pues no solo hay lugar para series populares para todas las audiencias, también para creaciones arriesgadas e influyentes.

¿Qué os parece el debate? ¿Estáis de acuerdo con estas ideas?

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