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Irán rompe los esquemas

Por Cláudia Morán

Hassan Rohani en su intervención ante la Asamblea General de la ONU / BRENDAN MCDERMID, EFECuando lo leí en Twitter sonreí: «La posesión indefinida de armas nucleares no puede tolerarse ni puede retrasarse más su completa eliminación».  El nuevo presidente de Irán, Hassan Rohani, ocupa todos los titulares después de su intervención de ayer en la 68º Asamblea General de la ONU. Sus palabras y su actitud dialogante contrastan de forma radical con las de su antecesor, Mahmud Ahmadineyad, y muchos ven ya el principio de una nueva etapa en el panorama internacional. ¿Pero en qué condiciones?

Entre el desconcierto y la euforia, algunos deben estar frotándose las manos porque han interpretado que Irán -por fin- ha tirado la toalla, que ha reconocido que quien manda es Occidente y que se ha rendido ante los ojos de todo el mundo, después de 34 años sin mantener relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Pero el convencimiento de que no es así es lo que me hizo sonreír esta mañana.

El nuevo presidente iraní no ha pedido el fin de la hostilidad con Estados Unidos, sino el fin de varias décadas de violencia y terror bajo la sombra de una amenaza nuclear masiva en la que no solo están implicados dos países. De repente, durante la intervención de Rohani en la ONU, el escenario mundial ya no giraba alrededor de Obama. Ha sido un discurso conciliador y sin titubeos, mirando al mundo a los ojos y fijando fechas para que nada quede en papel mojado: seis meses para alcanzar un acuerdo en su programa nuclear. Quiere diálogo.

Irán ha dejado en evidencia la inmadurez del tío Sam, que siempre quiere negociar, pero nunca el cese del armamento nuclear en el mundo. Y ahí es donde se hace cada vez más evidente la debilidad de Estados Unidos, cuyo criterio ya no lo es todo. En un momento en que su gran ficha estratégica en Oriente Medio, Egipto, se encuentra en stand by, hay que hacer nuevos amigos para tener tranquilo a Israel. Y a Israel no le bastarán las palabras de Rohani condenando lo que los nazis
hicieron con los judíos.

Estados Unidos señala a Siria por sus armas químicas, pero solo porque es su enemigo. El gas sarín no es más que el argumento perfecto para un ataque masivo, como lo fue la crueldad de Gadafi para justificar el bombardeo a Libia (un ataque del que a día de hoy la OTAN y la comunidad internacional siguen presumiendo en todos sus informes, conferencias y mesas redondas). Y ahora Irán, que siempre ha sido un blanco perfecto de Occidente para decirnos a todos «ellos son los malos» y justificar así sus violaciones de los Derechos Humanos, pide que todos abandonen las armas nucleares. Con toda seguridad, alguno echará de menos a Ahmadineyad.

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CLÁUDIA MORÁN

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