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"Odio la televisión del
mismo modo que detesto
los cacahuetes. Pero no
puedo dejar de comer
cacahuetes". Orson Wells

‘House of Cards’ libra su guerra más fría

«House of Cards no es lo que era». Me he cansado últimamente de leer esa frase en diferentes medios de comunicación. Es evidente que igualar el nivel de la primera temporada, que nos regaló giros argumentales casi de manera frenética, es difícil, pero eso no significa necesariamente que la historia original haya mutado en una temporada para dejar en el olvido.

Es más, después de leer esas afirmaciones y de devorar casi de manera maratoniana los diez primeros episodios, me pregunto si de verdad he visto la misma entrega que los demás, si de verdad hay personas que no han disfrutado de esta nueva tanda de episodios que va en paralelo con la situación política del país y una carrera desenfrenada hacia el despacho oval. Aquí no tenemos ni a Donald Trump ni a Bernie Sanders. Pero la figura de Hilary Clinton bien podría estar representada por una de las protagonistas. Nunca antes una temporada había llegado a ser tan actual como esta última.

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La cuarta entrega -que está disponible de manera íntegra en Movistar+, encargada de los derechos de este drama político en España y no Netflix– vuelve a estar cocinada a fuego lento, y así es como se entretejen las mejores tramas. Pero incluso siguiendo ese ritmo pausado que busca posicionar las piezas del tablero político que se aproxima, el buque insignia de Netflix se presta al maratón. La tercera temporada que tanto decepcionó a los seguidores incondicionales de la serie ya es historia.

El drama marital de los Underwood, del que ya fuimos testigos al final de la tercera temporada, centra la trama de la cuarta, mucho más ligera en cuanto a temáticas políticas que la anterior. Los guionistas han dejado a un lado los hilos argumentales densos y algo liosos sobre las relaciones diplomáticas con China -y que creo que muy pocos entendieron (me incluyo)- para centrarse en la carrera política del clan familiar que, en esta ocasión, libra su guerra más fría. Con una Claire Underwood que, siguiendo la estela del final de temporada, lucha en cuerpo y alma por brillar con luz propia y alejarse así de la baja popularidad de su marido. No ha nacido para estar a la sombra, y ahora está capacitada y predispuesta para demostrarlo.

Uno de los puntos fuertes de House of Cards –que además se acentúa esta temporada- son las aristas y reveses de los personajes secundarios. En especial de los femeninos: tan inteligentes, tan elocuentes, tan voraces. Mujeres con hambre y ansias de poder, incapaces de mantenerse en un segundo plano. Robin Wright ha llevado esa bandera con total dignidad a lo largo de las últimas cuatro temporadas, pero en los nuevos episodios se rodea de unos personajes que desprenden un poderío incluso aun mayor que el de ella. Por primera vez aparece en escena su madre, que nos ayuda a entender un poco mejor la fría personalidad de uno de los mejores personajes de la serie.

Ambición desmedida, grandes dosis de drama familiar, la lucha por el poder encarnizada y las malas relaciones con Rusia hacen de la cuarta una de las mejores entregas de la serie. Ya el viernes pasado, antes de llegar a casa y reproducir los nuevos capítulos, era consciente de que me iba a costar racionalizar los episodios. Olía a atracón y a empacho. Y sí, así ha sido. Si este fin de semana tenéis tiempo, desde aquí os invito a que os dejéis seducir por las nuevas tramas. Bienvenidos, otra vez, a las cloacas de la política Underwood.

1 comentario

  1. Dice ser Jorge Ramirez

    Lo siento por Meechum.

    12 marzo 2016 | 19:04

Los comentarios están cerrados.