Mil historias de sexo y unas poquitas de amor Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Archivo de septiembre, 2009

Los hombres españoles dicen que son «normalitos» en la cama

La mayoría de los hombres (83%) afirma que es romántico; y en sexo, se define como normal. Cuando se trata de comenzar una nueva relación se confiesan introvertidos y sus relaciones suelen ser largas.

Son datos de una reciente encuesta, realizada por una marca de champú, sobre lo que piensan los hombres sobre ellos mismos.

En el sexo un 71% de los entrevistados se considera “normalito” frente al 29% que se define como “erudito sexual”; y en el amor, sus relaciones son duraderas: el 71% de ellos afirma que su relación sentimental más larga hasta la fecha supera los tres años.

El 86% de ellos se considera romántico y sólo un 14% cree que es un rompecorazones.

Por edades, los más jóvenes creen que saben más sobre sexo, mientras que los de 45 a 59 años dicen que son modestos en esta materia.

Sorprendentemente, más de la mitad de los hombres (57%) afirma conocer qué es el Método Ogino, método de anticoncepción obsoleto que nació en los años 30.

Dos tercios de los entrevistados se definen introvertidos, sin embargo 4 de cada 10 afirman que no han tenido una cita a ciegas, pero que no les importaría nada tenerla. Los más jóvenes son los más dispuestos a tener una cita a ciegas si alguien se la prepara o si es por Internet.

Sexo del bueno con un marido veinteañero

«Parecía muy maduro, incluso más que yo cuando nos conocimos. También en los primeros meses de la relación, pero luego, con el conocimiento mutuo diario, la cosa ha cambiado».

Se casó hace dos años con un hombre 15 años más joven que ella. Ella tenía 42, el 27, aunque parecía un tipo más maduro, mayor de la edad que tenía.

Ahora se ha dado cuenta de que no es tan mayor mayor, que tiene esa edad, 29 añitos, que ella vuelve a pasar por cosas ya vividas y superadas, que él no ha vivido, y que incluso en el pensamiento, él no llega al nivel que ella quisiera, aunque se esfuerza.

Tampoco en las formas de vida, porque, entre otras cosas, a él le gustan las cosas típicas de su edad, salir, quedar con gente de su edad; y a ella, que lo ha acompañado en contadas ocasiones, le aterroriza parecer la madre de toda la cuadrilla.

Pero cuando se acuesta con él, dice que se olvida de todo lo demás. Nunca ha sentido antes con nadie lo que vive con su marido veinteañero. Y folla casi más de lo que lo había hecho hasta que él se cruzó en su camino. Sólo de pensar en esos momentos, se le eriza el vello.

Ha decidido que el sexo puede suplir las otras carencias, mientras él crece y madura, que no tiene prisa y que en ese aspecto no ha sido más feliz en toda su vida. Si hasta parece más joven.

¿Pero dónde está el punto G?

«Cómo me gustaría que los hombres con los que mantengo relaciones encontraran a la primera el punto G. El tiempo que nos ahorraríamos sería inversamente proporcional al grado de placer que alcanzaría yo».

Esto decía una amiga, mientras tomábamos un café el otro día. Para ella, los chicos deberían recibir clases sobre la ubicación del punto G de las mujeres, antes de lanzarse a intentar meterla.

Otra, con mucha sorna, dijo: ¿El punto G? ¿Qué es eso del punto G? ¿Dónde está? ¿Yo lo tengo? …

Pues todavía no me lo ha encontrado nadie nada más que yo, y lanzó un suspiro de resignación.

Estaban lanzadas en sus reivindicaciones sexuales y estaban dispuestas a enseñar a sus amantes lo que tienen que hacer para provocarles el máximo placer.

Lo malo es que alguno no se deja enseñar, por esa manía ancestral de que ellos son los que deben guiar la relación, dijeron.

¿Pero cómo va a ser tan difícil encontrarlo? -dijo una tercera-, si hasta se hacen operaciones estéticas en esa zona, porque no es un punto, es una zona, que cuando te la tocan bien, suena de maravilla.

¿Y el punto P masculino? ¿Vosotras sabéis dónde está, tan listas que sois?, dijo otra. ¿No creéis que también deberían darnos clases a nosotras de lo que tenemos que hacer? Porque también nos hace mucha falta.

Si todos supiéramos más del otro, lo bien que nos lo podríamos pasar. Teta de novicia.

El origen del mundo, de Gustav Courbet

El tálamo, mejor sólo para el sexo

Las parejas deberían considerar dormir separadas, por el bien de su salud y de la relación y dejar la cama matrimonial sólo para los encuentros sexuales, como hacían los romanos.

Lo dicen varios estudios de investigadores que aconsejan volver a lo que se hacía antes de la revolución industrial, cuando los matrimonios dormían separados.

Creen que dormir juntos es muy nocivo para la salud, porque no se duerme bien.

Robert Meadows, sociólogo de la Universidad de Surrey, afirma que «las personas creen que duermen mejor cuando están en pareja, pero las evidencias muestran lo contrario».

Meadows llevó a cabo un estudio comparando qué tal duermen las personas que comparten la cama con las que duermen separadas.

Encontró que cuando las parejas comparten una cama, y uno de ellos se mueve durante el sueño, hay un 50% más de probabilidad de que su pareja dormida se vea afectada.

Y esto, sin contar el ronquido, que tiene efectos devastadores para la relación de la pareja.

Yo prefiero que cada uno duerma no en su cama, sino en su propia habitación y para lo demás, hacer como los romanos.

Tengo una amiga que propuso, y lo consiguió, vivir cada uno en una casa diferente, una enfrente de la otra, porque dice que así la pareja dura mucho; y el sexo y la salud, también.

¡Mira Silvio, otra velina!

Es lo que parece decirle Sarkozy a Berlusconi, mientras Obama, como si la vaina no fuera con él, mira al frente sin dejar que nada lo entretenga.

El canadiense, a lo suyo, descolgado e inocente, a pesar de que la chica parece que intenta recoger un papel debajo de su zapato.

Las caras de Sarko y Berlusco lo dicen todo. Del primero, que no está empachado de Carla Bruni; y del segundo, que sigue buscando velinas debajo de las piedras.

Los celos y el afán de posesión del otro

Me sorprendió escucharlo reconocer, muy vehemente, que él tiene una forma arcaica de ver la vida, que la mujer de uno es la mujer de uno, que no se toca y ya está, porque es suya, y es difícil verlo de otra forma.

Hasta aquí puede, incluso, parecer normal en un hombre de principios del siglo pasado, pero no, las palabras corresponden a un hombre de cuarentaytantos, con formación superior, buen nivel y mucha vida a las espaldas. Ah, y muchas mujeres, también.

Por eso resulta aún más extraño, porque su novia no puede ni tomarse un café con un amigo íntimo, porque empieza a cuestionar cuánto de íntimo es el amigo, en el mejor de los casos.

«Yo no podría soportar que la tocara otra persona y luego seguir con ella. Ella podría hacer su vida, por supuesto, que yo no soy su dueño -quién lo diría-, pero yo ya no estaría con ella, en su vida, porque el contrato es en exclusiva».

Vaya sentido de la propiedad que tiene el pavo. Y vaya morro. Porque él no es que lleve una vida como la que le exige a ella. Él es un pavo real, acostumbrado a estar rodeado de amigas y más amigas, con las que se va sin ningún problema. «Otra cosa será -dice- cuando me case con mi novia o viva con ella, aunque no sé si lo podré aguantar».

Este aún no se ha enterado que nadie es propiedad de nadie y que si ella está con él es porque quiere ella, no porque él le exija un contrato de exclusividad. Todo se reduce a lo mismo, que es algo de lo que sufre mucha gente: celos y afán de posesión.

A los hombres no les gusta el salvaslip

Un chico asiduo al blog me propuso el otro día tratar un tema que cuando lo planteó me produjo una carcajada, porque yo no había caído en la cuenta de lo poco que les gusta a ellos ese pequeño detalle del que se queja.

Cree que el salvaslip es uno de los elementos más antieróticos y repelentes que las mujeres han adoptado como elemento indispensanble de su higiene diaria.

Mi amigo afirma que «bastantes mujeres olvidan que lo llevan puesto cuando se ven inmersas en un escarceo erótico. No hay nada más frustrante que cuando estás en pleno magreo, bajas tu mano a la entrepierna para deslizar tus dedos por las braguitas, esperando detectar unas formas deseadas, calientes y a ser posible depiladas al estilo brasileño, y te encuentras con algo uniforme y con tacto rígido como si fuera cartón, con reminiscencias del cinturón de castidad».

«Es en ese instante y no antes, qué despiste más tonto, cuando la usuaria recuerda que lo lleva puesto y como si de la cosa más natural del mundo se tratara (para ella lo es, que no para él), se despoja del susodicho doblándolo en cuatro, aprovechando sus propiedades adhesivas».

«¡Qué momento! La libido desciende a velocidad pasmosa, y es cuando uno ruega a la suerte que por favor suene el teléfono, y que sea para avisarte de que debes presentarte inmediata e ineludiblemente en comisaría».

Un poco exagerada la percepción de mi amigo. Le pregunté a una de las chicas que escriben en el blog. Ella usa salvaslip, dice que es muy cómodo y que no entiende lo que dice él.

«Pues que lo aparten, que algunos parecen que estén buscando las llaves en el fondo del mar. Hay cada negado…».

El amante virtual

Hace ya unos diez años, que empezó a meterse en Internet para conocer a posibles novios. En la manera convencional no había tenido mucha suerte con los hombres, así que pensó que la red le abría un mundo de posibilidades.

Se había casado, se había divorciado, había tenido un novio, dos, tres… Y nada, no tenía suerte.

Y en la red encontró a gente que durante un tiempo le procuró muchas alegrías. Los conocía, chateaba con ellos un par de meses, se empeñaba en conocerlos y quedaban. Estaban un tiempo y final de la historia.

Así pasaron tres o cuatro, mientras ella se desesperaba.

Le costó tiempo, pero después de mucho navegar, y porque uno de esos novios virtuales también se lo acabo diciendo, reconoció que lo que ella buscaba era un marido.

Quería un hombre con el que casarse, que mirara por sus ojos y tenerlo en casa para «cuidarlo» (yo creo más bien que manejarlo, porque esta chica es muy absorbente), y supongo que los novios virtuales cuando escuchaban eso, en tan poco tiempo, salían corriendo.

Ahora tiene un amante virtual con el que lleva medio año y al que todavía no ha visto. Reconoce que le gusta mucho, que está encantada con él, pero que no quiere verlo de frente, porque lo fastidiaría. Y ahí sigue, amándolo de esta manera tan particular cada noche y sufriendo, porque, en el fondo, sigue pensando en un marido, aunque vaya más despacio.

Yo no podría sacrificar el contacto físico tanto tiempo; y menos, por conseguir un marido.

El ángel de la Tierra es un vibrador

Una empresa irlandesa, Camden Enterprises, está teniendo mucho éxito con su nuevo cachivache. Un vibrador ecológico que no tiene pilas y que para que funciones hay que darle a la mano para accionar una manivela hasta que se carga.

El aparato se llama The Earth Angel (El Ángel de la Tierra) y había sido diseñado en principio para satisfacer las necesidades sexuales de las mujeres del tercer mundo, donde la corriente eléctrica no es fiable y las pilas son muy caras y difíciles de conseguir.

Pero los fabricantes se dieron cuenta de que el «juguete verde» tendría mucho más éxito si aprovechaban la veta ecológica, tan reclamada en estos momentos en el primer mundo, después de que lo presentaran en una feria sobre electrónica, celebrada en Austria.

No sé si han abandonado la idea de distribuirlo también en el tercer mundo, ante la buena acogida que ha tenido en el primero.

Lo que más me gusta es el nombre que le han puesto. Es muy revelador.

¿Hombre de una sola mujer? Qué extraño

«Qué vida más aburrida. pasarse toda la vida con una sola mujer, formar una familia, tener hijos y tenerlos pegados a ti hasta que te mueres…Todo dios hace lo mismo ¿Por qué? ¿Qué nos lleva a todos por la misma senda, con lo castrante que es?».

Estas reflexiones se hacía mi amigo, mientras me contaba que se ha puesto en su camino la mujer de su vida y que va a aprovechar la oportunidad para no perderla.

Pero eso supone abandonar su vida de soltero, los fines de semana libres con su gente, sus viajes, su vida, y sus polvos del diez con la que se le pone a tiro. Bueno, y otras muchas cosas más que hace la gente sin compromiso.

Lo que más le echa para atrás es que ella le ha dicho que si quiere empezar algo en serio, se tiene que olvidar de su colección de amigas, de su vida desordenada y de tantas salidas.

¡Con lo bien que me lo paso con ellas! dice. ¿Pero por qué son así de excluyentes las mujeres? Debe de ser por naturaleza, le respondo, soltando una carcajada.

Luego se pone a contar cosas de ella y se le cae la baba y habla incluso de la paternidad, él, que nunca ha tenido un niño más cerca de tres metros, y de casarse y de comprar una casa más grande… Lo ha hipnotizado, con lo pava que parece.

Pero a los dos minutos si le vuelves a preguntar si lo tiene claro y piensa en la vida que él ha empezado relatando, echa un suspiro y dice: tendrá que ser así.

Tú mismo.