Mil historias de sexo y unas poquitas de amor Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Archivo de octubre, 2009

Decimos que somos infieles, pero sólo lo decimos

El 55% de los españoles sería infiel a su pareja si supiese que ésta nunca se iba a enterar, según una encuesta de la agencia de relaciones Parship, que dice también que los hombres dudarían menos (64%) que la mujeres (46%) en engañar a su compañero.

Sólo un 9,5% de los entrevistados se negaría «en rotundo» a aprovechar la posibilidad.

Me sorprende el resultado, aunque con las encuestas, hay que ponerlo todo en cuarentena. Y me sorprende porque en las particulares encuestas que yo hago con los comentarios en este blog cuando se habla del tema, la infidelidad es el mayor pecado, y el que es infiel, el mayor cerdo del reino para la mayoría.

La pregunta era: ¿Si tuvieses la oportunidad de vivir una noche de amor o pasión con una persona con la que siempre has soñado (amor de la infancia o un actor o actriz), sabiendo que tu pareja jamás se enteraría, lo harías?

El 55% del total contestaron que no se lo pensarían y que no se quedarían con las ganas, y los hombres se mostraron más propensos a este «engaño».

Por edades, los hombres mayores son menos proclives a la infidelidad, según el estudio, sin embargo, entre las mujeres, el grupo de edad comprendido entre los 36 a 45 años es el que más proclive a ser infiel que el resto de edades, incluso por encima de las más jóvenes.

¿Qué haces con un hombre que no sabe tratarte?

«¿Qué haces con un hombre que no sabe tratarte como a una reina, que ni se fija en cómo te quedas después de un revolcón, porque supone que con él no hay fallo?»

«¿Eh? ¿Cómo te quedas?» .

Está muy muy enfadada y no para de hacerse preguntas retóricas sobre su vida sexual y su futuro inmediato: «Después de años de relación y cuatro hijos en común, ¿qué puñetas haces?».

Ella se pregunta y ella se responde: «¿Pues sabes lo que voy a hacer? Salir a buscarme un amante, porque ya estoy harta de darle tanto trabajo a mi mano derecha y de no tener a alguien que se preocupe de que tambén existo y de follarme como se debe».

Dice que a su marido, que es un clasicorro de los de antes, a pesar de que es cuarentañero, no le gusta que le guíe en la intimidad porque está muy seguro de que lo que hace, lo hace muy bien y no se preocupa de más. Y ella mientras, a padecer y a esperar.

Así que mi amiga está desesperada. Y como no contempla separarse porque los cordones están bien atados, quiere salir por ahí y buscarse a quien le alivie su pesada carga y poder tener en condiciones el orgasmo que con su marido ni ha olido. Tela

Infidelidad sin sexo

Está convencida de que no es infiel, porque no se ha acostado con otro que no sea su pareja. Pero sí que mantiene una relación íntima, aunque no sexual, con otro hombre. Una relación especial de amistad que muchas veces le hace pensar más en él que en el que tiene al lado..

Mi amiga cree que no hace nada que pueda causar daño a su pareja, y que, por lo tanto, no le está siendo infiel. Palabra horrible, por cierto, que se suele aplicar sólo a las relaciones sexuales que se tienen fuera de la pareja y que yo, en este caso, prefiero cambiar por canita al aire.

Otra amiga piensa lo contrario, que a ella sí le molestaría que su hombre tuviera esa misma relación íntima con otra mujer y dice que preferiría que fuera una relación sexual simplemente, porque piensa que la sexual no es una infidelidad, que la infidelidad es algo más fuerte, un engaño que no tiene que ver con el sexo.

Según los expertos, la infidelidad emocional puede ser aún más profunda y devastadora que la física.

A cuenta de las diferencias entre una y otra, hace poco se publicó un estudio sobre las reacciones que causaban los dos tipos en hombres y mujeres.

Los resultados revelaron que las mujeres experimentan una mayor intensidad emocional que los hombres ante ambos tipos de infidelidades (emocional y sexual), pero se sienten peor ante una infidelidad emocional.

A los hombres les afecta mucho más una infidelidad sexual, aunque también les importe la otra.

Las armas arrojadizas entre hombres y mujeres

Cualquier tema que refleje las diferencias entre hombres y mujeres, cualquier encuesta, sea cual sea el resultado, sirve de diculpa para ponernos a caldo los unos y las otras.

Esta es la reflexión que hace una mujer asidua a este blog, para quien un buen número de comentarios en los posts que hablan de las diferencias o de las distintas formas de ver la vida, reflejan opiniones muy enconadas, que no deberían darse, porque ambos sexos nos necesitamos.

Ella dice:

«¿Por qué los hombre y las mujeres parecen estar más lejos de entenderse que nunca? ¿Qué es lo que nos pasa? ¿Por qué una encuesta sobre satisfacción sexual, termina en reproches en ambas direcciones? ¿Utilizamos el sexo, o la carenciade las relaciones sexuales, como arma arrojadiza? ¿Por qué no proponer en lugar de reprochar? Hagámoslo, propongamos cómo mejorar las relaciones».

Tendrá que ver en esto que los hombres son de Marte y las mujeres, de Venus o que los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas, como dicen dos libros muy gráficos.

Pues todo influirá, pero somos complementarios, nos atraemos, no podríamos vivir los unos sin las otras y viceversa…, por lo cual es una pérdida de tiempo que estemos a la gresca en tantas cosas. Así que apoyo la moción de esta mujer.

Sexo en la mesa del jefe

La mesa del jefe es el lugar preferido de muchos para tener sexo en el trabajo. Por el morbo que provoca lo prohibido y el nervio que te debe entrar sólo con pensar que pueden pillarte.

Otro muy requerido es el cuarto de la fotocopiadora y a partir de ahí, en calqier sitio del lugar de trabajo que no esté a la vista de todo el mundo.

Ayer escuché en la radio los datos de una encuesta que concluía que el 80% de los hombres dicen que han tenido sexo en el trabajo frente a sólo el 10% de mujeres que dicen que lo han hecho.

Pero me imagino que en esta encuesta, como en otras, nadie dice la verdad. O hay un 10 % de suertudas que se lo hacen con el 80%, cosa poco probable, o de tanto imaginarlo, al final se lo creen.

Según el estudio Actitudes y Conductas Afectivas, realizado en España por el Centro de Investigaciones Sociológicas, dan como resultado que el 13% de la población activa conoció a su pareja en el lugar de trabajo.

Pero el de la pareja es otro tema.

Uno de los que dijo ayer que tenía sexo en el trabajo, era un repartidor y decía que no nos podemos imaginar como se da el asunto visitando las casas. Estaba encantado con su trabajo.

Una amiga mía escuchó a dos montándoselo en el baño de chicas de la empresa, pero por los gritos que pegaban, porque nadie los había visto entrar.

Total que hay historias para dar y tomar en los trabajos, que hacen la vida más agradable. O no.

¿Duermes desnudo, con pijama o con ropa interior?

El 56% de los españoles admite que siguen usando los tradicionales pijamas y camisones, según los resultados de una encuesta realizada por el portal de búsqueda de parejas Meetic.

De las más de mil entrevistas, el 36%, sobre todo los solteros, usa ropa interior y sólo el 11% duerme completamente desnudo, según el estudio El arte de dormir.

Yo creo que cuando uno es joven, duerme en bolas; y en cuanto se hace mayor, se pone pijama y camisón, camisetas o ropa interior.

Tengo una amiga que dice que el uso del pijama y el camisón tiene mucho que ver con el bajón de la pasión en la pareja. Y que eso ocurre con la edad.

Mientras leíamos la encuesta, otra amiga mía decía que ella notaba cómo se iba haciendo mayor por las costumbres de su hombre.

Al principio, en la etapa del ardor, dormía desnudo y ella también, y durante mucho tiempo fue así.

Más tarde pasó al boxer y la camiseta, y después de un tiempo, empezó a sentir frío, se colocó el pijama y hasta hoy.

Ella, que odia los pijamas y los camisones siguió una buena temporada durmiendo desnuda, pero como el efecto ya no era el mismo, se instaló en una camiseta y así duerme desde entonces. No pasó por el estadio de la ropa interior, porque le resulta incómodo.

Según la encuesta, pañuelos, libros, el teléfono móvil y la ropa interior llenan las mesillas de noche, seguidos del reproductor de música MP3, anticonceptivos o cigarrillos.

Hay que añadir los juguetes sexuales, que cada vez van siendo más frecuentes en las mesillas.

«Necesito tocar carne»

Están alucinados, el uno y la otra, porque han descubierto a su hijo, que no llega a los 20 años, haciéndoselo con un chica, que parece mayor, ante el ordenador y con una camarita por donde se veía a ella al otro lado de la pantalla.

No se lo podían creer, porque no tenían ni idea de lo que era un chat ni una webcam, y mucho menos, un «chatsexo», que dice una amiga mía.

El chico no tuvo más remedio que reconocer ante sus sorprendidos papás que lo hace, y fue él el que les tuvo que explicar cómo funciona, lo que hace no creo que lo necesitaran saber.

Cuando lo contaban, ellos mismos se sorprendían de lo pardillos que parecían. Ella, que nunca ha sido una estrecha, pensaba que su hijo ya habría hecho sus pinitos por ahí, «pero en vivo y en directo, no delante de un ordenador mientras vé a la otra haciéndose lo suyo».

El padre tampoco sabía nada de este invento, y mira que está viajado el tío. Pues nada, en las nubes. Dice que no lo entiende, que por mucho que le expliquen que es algo que hace mucha gente, no lo ve. «Es que yo necesito tocar piel y carne para hacerlo, joder, y lo de la camarita no es lo mismo».

Esta es otra modalidad, le dicen, mientras él se queda callado. Seguro que está pensando en comprarse una webcam.

Otra relación, ¡qué pereza!

Mi amiga está emocionada con un tipo al que acaba de conocer, pero mi amiga, que es cabal, no quiere ni oír hablar de acostarse con él.

De momento, sólo mirarlo y charlar, tomando una copa, es suficiente. No quiere enganches -dice- que la llevarían por el camino de la perdición.

Ella es una mujer divorciada y hasta ahora no ha estado en disposición de fijarse en otros hombres. Como ella misma se encarga de contar, ha estado muy ocupada criando hijos y no ha tenido tiempo de quitarse las telarañas en salva sea la parte.

Y ahora que ya está en disposición, porque tiene a los hijos criados y enderezados, se corta de esa manera y no quiere más que tontear.

Sí, porque tontear no implica nada serio ni compromete a nada.

Cuando le pregunto que para qué quiere ella más tonteos, si lo que necesita es que le quiten las telarañas, me dice que tengo razón, pero que le da una pereza enorme prepararse para la ceremonia de algo más.

Será que la emoción que dice que siente no es para tanto. Y de todas formas, por echar un polvo no le van a pedir en matrimonio al día siguiente, si lo que teme es el compromiso.

Con la falta que le hace airearse los bajos.

Ahora son los españoles los mejores en la cama

Me cuesta creerlo, porque en nada unos son muy buenos siempre y los otros, muy malos, pero 15.000 mujeres “con conocimiento de causa” no se han cortado un pelo al contar en la web OnePoll.com que los hombres que mejor funcionan en la cama son los españoles.

Sí, no es broma, los han dicho 15.000 mujeres.

Hace dos meses, en otra encuesta, ellos mismos se consideraban normalitos, y ahora, directos al podio.

Después de los hombres españoles, van los primos hermanos latinos -ni los brasileños han conseguido superar a los de aquí-.

Iván Rotella, portavoz de la Asociación Española de la Sexología, reconoce que «los españoles se preocupan cada vez más por satisfacer a la mujer y ya se lanzan más a comprar juegos eróticos para dar vida al acto sexual y conseguir que la mujer disfrute tanto o más que ellos».

Los últimos del ranking son los alemanes, porque, según las mujeres entrevistadas, desprenden demasiado olor; y los británicos, que, por pereza, dejan todo el trabajo para la mujer.

Los suecos son los terceros por abajo por ser demasiado rápidos. Y les siguen los holandeses, por dominantes; los estadounidenses, por tener poco tacto; los griegos, por demostrar demasiado cariño; los galeses, por egoístas; y los escoceses, porque chillan mucho.

De los turcos aseguran que sudan mucho; y de los rusos, que son demasiado peludos. El resto está en el medio de la tabla.

Hay que ver qué conocimiento regional tan amplio tienen las que opinaron. Lo que no dicen es por qué les gustan tanto los hombres españoles.

Los hombres también lloran por desamor

Cuando hace un mes escribía en un post de las víctimas del macho Alfa, lo hacía de las mujeres que se han quedado hechas polvo por el abandono de uno de estos superhombres.

Pero los que luego recogen a esas mujeres rotas y las recomponen -o intentan recomponerlas- con su dedicación, con sus mimos y un amor infinito también son víctimas del macho Alfa.

Lo son porque muchas veces no consiguen enderezar una relación que ha empezado coja de una pata, porque la chica sigue colgada del «calavera» y porque ellos se enamoran y se entregan con una intensidad que no es correspondida en la misma medida. Con lo que eso duele.

Tengo un amigo al que le acaba de pasar esto y sufre de desamor.

Ha estado tres años de «lucha» con una mujer a la que sigue queriendo con locura, pero acaban de romper.

Ella se quedó anclada en otra historia y estaba a medias, dice mi amigo.

«Nunca me perteneció del todo, no pudo entregarse a lo nuestro, porque estaba rota, la había dejado destrozada su anterior pareja, un Alfa de tantos que van dejando cadáveres a su paso. Ahora el roto soy yo».

Porque los hombres también sufren de desamor, igual que las mujeres. Y pueden llorar y volverse locos de amor, como nosotras.

Lo dice él: «Aunque para algunos es impensable que un hombre pueda sufrir por esta causa, yo me siento mal, fatal porque mi relación se ha terminado».