Se comían a todas horas, con la mirada, con las boca, con los ojos, con sus cuerpos…
Desde que se conocieron en el metro, un día de hace 18 años, casi no se han separado. Forman una pareja, de las que nunca te las imaginas por separado, porque siempre han estado y han hecho todo juntos. Les gustaba, y como no tienen hijos, porque nunca los quisieron, pues tenían todo el amor para ellos dos.
Para mí, excesivo.
Hace una semana él me contó que se estaban tomando un descanso, que se habían ido de vacaciones por separado y que él se había trasladado a vivir a un apartamento.
Cuando le pregunté si lo que me estaba contando era que se habían separado, me miró extrañado y me dijo que no, que se habían tomado un descanso, porque la pareja desgasta mucho y querían recargar pilas.
Y la vuestra más, le contesté, porque ese exceso de amor debe de ajar mucho.
Pues están contentos, porque se lo han tomado en serio y hacen como si empezaran otra vez. Cada uno en su casa -eso preserva mucho el amor-, cada uno con su trabajo y con su vida en parte, porque en cuanto llega el fin de semana, quedan para irse por ahí, como cuando se conocieron.
Se lo han montando de lujo. Bueno, como siempre, porque estos dos tienen una suerte bárbara, además de trabajarse la relación, les sale todo a pedir de boca.
Que les sea provechoso el descanso.