Lo acaba de dejar porque ya no podía más. Ha sido un año, pero un año que se ha hecho muy largo, mucho más de doce meses, dice, muy largo e insoportable.
Empezó con una atracción brutal, casi todas al principio lo son. No podían estar el uno sin el otro ni estar frente a frente sin que se les notara las ganas que se tenían, aunque ella notaba algo en él, que no acababa de entender, pero incluso eso le daba morbo.
Amortiguada la pasión de los primeros meses, él empezó a interesarse por su vida sexual anterior, por sus novios, sus amantes, sus costumbres.
Al principio preguntaba como si fuera simple curiosidad y ella le contaba -no todo- cómo había sido su vida en ese aspecto, sin darle mayor importancia. Pero después no dejaba de preguntar con un interés injustificado y una obsesión que ella no entendía. Además, había notado que no le gustaba lo que le decía y que le daba vueltas una y otra vez al tema hasta provocar un enfado entre ellos.
Cuando ella le preguntó por qué hacía eso que los estaba separando, él le dijo que no podía soportar pensar que ella hubiera estado con otros hombres. Entendía que eran adultos, que han tenido recorrido, pero era superior a sus fuerzas evitar pensarlo y sufrir por ello, y que nunca había conseguido superarlo.
Este sentimiento no disminuyó con el tiempo ni con el hecho de que ella le exigiera un esfuerzo para que no volviera a interesarse por nada que no fuera su vida ahora. No pudo y ella ha acabado cortando porque se había hecho insoportable y, sobre todo, porque pensó que no quería quedarse a esperar un disgusto mayor.