Mil historias de sexo y unas poquitas de amor Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Archivo de mayo, 2010

Celos de lo que no se ha vivido

Lo acaba de dejar porque ya no podía más. Ha sido un año, pero un año que se ha hecho muy largo, mucho más de doce meses, dice, muy largo e insoportable.

Empezó con una atracción brutal, casi todas al principio lo son. No podían estar el uno sin el otro ni estar frente a frente sin que se les notara las ganas que se tenían, aunque ella notaba algo en él, que no acababa de entender, pero incluso eso le daba morbo.

Amortiguada la pasión de los primeros meses, él empezó a interesarse por su vida sexual anterior, por sus novios, sus amantes, sus costumbres.

Al principio preguntaba como si fuera simple curiosidad y ella le contaba -no todo- cómo había sido su vida en ese aspecto, sin darle mayor importancia. Pero después no dejaba de preguntar con un interés injustificado y una obsesión que ella no entendía. Además, había notado que no le gustaba lo que le decía y que le daba vueltas una y otra vez al tema hasta provocar un enfado entre ellos.

Cuando ella le preguntó por qué hacía eso que los estaba separando, él le dijo que no podía soportar pensar que ella hubiera estado con otros hombres. Entendía que eran adultos, que han tenido recorrido, pero era superior a sus fuerzas evitar pensarlo y sufrir por ello, y que nunca había conseguido superarlo.

Este sentimiento no disminuyó con el tiempo ni con el hecho de que ella le exigiera un esfuerzo para que no volviera a interesarse por nada que no fuera su vida ahora. No pudo y ella ha acabado cortando porque se había hecho insoportable y, sobre todo, porque pensó que no quería quedarse a esperar un disgusto mayor.

En la distancia, todo se enfría

«LLevo con mi novia toda la juventud y creo que estamos hechos el uno para el otro. Nos llevamos muy bien y la vida en pareja nos va -nos iba- de maravilla en todos los sentidos. 

Hace tres meses ella se fue a Londres a estudiar y todavía le queda un mes de estar allí.
Pero yo me comporto como siempre y al no tenerla conmigo, intento demostrarle todo mi cariño por teléfono, en los mensajes, Internet, etc.


Ella por el contrario está muy distante, fría. Ya no la noto como antes, no está cariñosa, discutimos por tonterías y si la llamo varias veces, me dice que la agobio.
Se me pasan muchas cosas por la cabeza. Pienso que está así simplemente porque está más distraída y más ocupada. Otras veces, creo que me ha sido infiel, aunque lo dudo, porque nos queremos mucho y creo que no me podría hacer eso. También se me ocurre que simplemente la distancia le ha provocado lo contrario que a mí, yo me he dado cuenta de que la amo con locura y no puedo estar sin ella; y puede que ella  no me necesite tanto o que esté mejor sin mí. Incluso, me ha planteado que nos demos un tiempo y que conozca a otras chicas para poder olvidarla este tiempo hasta que vuelva. Pero yo solo tengo ojos para ella.

Parece que intenta disculparse a sí misma diciéndome estas cosas. Ya no puedo hablar claramente porque  dice que siempre estoy con lo mismo, pero lo estoy pasando realmente mal y ya no se a qué recurrir.
Me gustaría que los que comentan en este blog pudieran darme alguna idea sobre qué hacer, porque creo que ella no está siendo sincera conmigo. Gracias de antemano».

Es una carta de un lector de este blog, que se encuentra perdido en la distancia. Por lo que dice, sí que parece que ella ha encontrado mejor forma de pasar el tiempo allí, que no tiene por qué significar una infidelidad, como dice él. Está disfrutando de una ciudad nueva, con gente  y vida nuevas y, por lo que parece, de momento, sólo ha aparcado la relación hasta que vuelva. Él debería hacer lo mismo, porque puede que sólo sea eso. O no.

Acariciar, tocar lo que no es

Le gusta tocar lo que hay, lo que se supone que es, porque lo ve con sus ojos, y lo que espera que sea.

La conocía de haberla visto entrar por allí varias veces. Y alguien los presentó una tarde. Le gustaba mucho esa chica, su cara, su cuerpo, sus pechos, cómo se movía… y la conexión que tuvieron enseguida. Y cuanto más tarde se hacía y más copas consumían, más le atraía.

Al final de la noche llegaron a la casa de ella excitados, dispuestos a culminar el encuentro con el mejor polvo. Entraron presurosos y  quitándose la ropa el uno al otro por el camino hasta la habitación.

Y así ocurrió. Una vez despojados de todo, a él se le cayó el alma a los pies y con el alma, todas las ganas que le tenía a la chica. Sus pechos ya no eran lo que creía haber visto minutos antes y el culo se había desinflado como por arte de magia.

Los putos rellenos, se dijo. Se sintió engañado porque le habían vendido lo que no era. Y ya no se pudo recomponer, entre excusas tontas se quitó de en medio y se marchó.

Cuando después, al contarlo, algún amigo le ha afeado la conducta por exagerado, él ha contestado que no puede con eso, porque lo cree un engaño, una tomadura de pelo. Una decepción.

El atractivo sexual de una cicatriz

Siempre había considerado que las cicatrices tienen una historia detrás, fascinante o no, pero también, mucho atractivo sexual. Las cicatrices en los hombres, no todas, suponen un suplemento de masculinidad.

Lo vio por primera vez en un bar de copas a esa hora en que aún la luz no es muy tenue y pudo distinguir la cicatriz con claridad cuando se fijó en su cara. No fue instantáneo, sino unos segundos después, cuando sometido a un superficial examen general ella le concedió el aprobado alto y se dispuso a verificar si merecía mejor nota.

Entonces reparó en que una senda producida con seguridad por un arma blanca se adentraba en la mejilla desde muy cerca de la oreja derecha. No era muy pronunciada, quizás por antigua, pero resultaba inquietante y le confería un interés muy particular al rostro que, sin ser demasiado guapo, sí sobresalía entre la gente de su edad, pongamos de treinta y cinco para arriba, que andaba por allí.
Pasaron unos meses antes de que ella volviera al mismo garito y un poco más hasta que se dio de nuevo la coincidencia.

Si la primera ocasión sirvió para despertar en ella curiosidad, en la segunda definitivamente estaba dispuesta a indagar  el origen de su seña de identidad más llamativa. Y decidió que no sólo quería saber el origen de la marca, sino lo que el resto de su cuerpo escondía. A cada minuto que pasaba se acrecentaba su excitación y se dispuso a no dejar pasar más que unos pocos minutos, pero alguien muy cariñoso se interpuso en el camino. Un tipo de aspecto escasamente varonil se acercó a él y le estampó un beso en los labios que a ella la dejó paralizada.
Se marchó y no lo ha vuelto a ver, pero visita con mucha más frecuencia aquel bar con secretas esperanzas.
Ya hace algún tiempo de aquello y no se quita de la cabeza esa cicatriz  ni a quien la llevaba.

Ropa interior femenina, también para hombres

¿Por qué a algunos hombres les gusta ponerse ropa interior femenina?

No tiene nada que ver con la homosexualidad o la transexualidad. Hay hombres heterosexuales fetichistas, a los que les excita mucho ponerse la ropa interior de su mujer. Sobre este asunto que, en principio rechina, hay mucha literatura.

Y ejemplos los ha habido y los hay, alguno más sonado que otro por la personalidad del atrevido. Alguna página que otra en Internet hasta dice que es una moda y que hay muchos hombres, y también las parejas de estos, que consideran excitante vestirse con prendas de mujer.

Uno de ellos dice:

«Desde niño siempre me han gustado las mujeres… y sus prendas, hoy soy adulto y me enamoro de una mujer cada dos minutos, pero ardo en deseo de encontrar una mujer con la cual pueda compartir este gusto, una mujer que no sólo lo vea bien sino que también le excite y lo disfrute, no es malo y no soy un fenómeno, hay muchos machos que usan prendas de mujer con o sin consentimiento de su esposa».

Las marcas del amor

Siempre llega al trabajo con unos lametones rojos en el cuello o en el escote -lo que se ve-, que es la envidia de toda la planta, porque significa que la noche anterior ha tenido mambo.

Y claro eso anima mucho al personal, que ya se querría ver con un lametón, porque, bromas aparte, las señales de ese tipo provocan envidia sana.

Esto lo cuenta una amiga, después de ver cómo la otra aparece cada poco con marcas de amor. Le dice que vaya trabajito más bueno que le han hecho, mientras ella se tapa y se pone roja. «Pero no te tapes -le insiste-, que eso es muy sano y hay que enseñarlo siempre para que los demás se contagien.

Pero se contagian pocos, dice, aunque de vez en cuando, alguno deja asomar por el cuello de la camisa la prueba irrefutable de una noche de pasión. Entonces, cuenta, se produce un gran revuelo, más que cuando es una chica la que llega con la pista. Pero eso es porque las mujeres montan más bulla con estas cosas. Los hombres son más discretos.

El ex como amante

Se separaron después de tres años de convivencia y lo que acabó con su relación, sobre todo, fue que el sexo era desastroso entre ellos, más por él que por ella.

Ella siempre estaba dispuesta, es una chica lanzada, a la que le gusta cambiar, innovar, porque sus anteriores amantes le enseñaron mucho y bien y a saber disfrutar de las buenas relaciones sexuales. Pero con él era siempre la rutina -se quejaba-, una vez a la semana y gracias; y además era sólo la postura del misionero. Un aburrimiento.

Cuenta que los últimos seis meses, la relación ya era inexistente. Ni se tocaban, así que lo dejaron.

Hace un par de meses, se volvieron a encontrar. Era por la noche, en un bar donde hablaron, recordaron, se rieron y bebieron quizá en exceso. «Hasta que al final acabamos en mi casa. Fue salvaje, emocionante, espectacular. Aún se me ponen los pelos de punta con sólo recordarlo», dice ella emocionada.
Después de ese día, cada 15 díasvuelve a encontrarse con su nuevo amante, con el que ha descubierto una nueva forma de vivir el sexo que le encanta.

Está sorprendida por lo que ahora está viviendo con él, la misma persona, y se pregunta: «¿Por qué ahora es tan bueno y antes no?, ¿Será el morbo de ser mi ex-pareja?, ¿Hemos cogido el reencuentro con más ganas?… No lo entiendo, pero sinceramente me encanta esta nueva situación».

Tiquismiquis en la cama

Hay mujeres que aunque dicen sí, quieren decir que no; y aunque parece que dan pista libre para una noche de pasión, luego es también sí, pero a medias.

Esto lo dice así un amigo -yo creo que un poco exagerado- que en los últimos  meses ha tenido unas cuantas amantes ocasionales y con las que más parecía que prometía la noche, al final ha salido rana, no porque ellas no estuvieran dispuestas a llegar hasta el final, sino porque entremedias era difícil acertar porque eran unas taixmaix (tiquismiquis, según Manolito gafotas):

No, así no que yo prefiero de la otra forma.  Vale, vamos a la otra forma. No, tampoco, es que no me acomodo. Otra: ten cuidado con las sábanas , que son de hilo, justo en el momento más inoportuno.

O se sentaban en el sofá y cuando el magreo subía varios grados, ella cortaba por lo sano porque allí no le gustaba, prefería la cama no se fuera a manchar el sofá, y se lo decía tan de sopetón que al otro lo dejaba en un ay. O en la ducha como que tampoco, porque luego el pelo no se seca…

A cuenta de  estas manías -dicen ellos- otro amigo  contó que se lió una vez  con una chica que le gustaba mucho, pero que la experiencia fue de risa, porque ella se tiró toda la noche diciéndole: Ay, ten cuidado con mi pelo, no pongas el brazo ahí que me rozas el pelo, no me lo toques, ¡Cuidado!

Se había puesto extensiones en el pelo y eran muy caras para que se las pudiera estropear durante el polvo, le dijo.  El otro se partía por no echarse a llorar. Él sí que se tiraba de los pelos.

P.D.:  Este post va de mujeres, porque los que cuentan  sus cuitas son hombres. Cuando reflejo  lo que dicen algunas mujeres de los hombres, otros me llaman feminazi.

Perfume con olor a hembra

 Ya no saben qué inventar para seguir facilitando todo lo relacionado con el sexo. Una empresa llamada Viva Eros  produce desde hace dos o tres años un perfume con olor a vulva, que ellos llaman «el erótico aroma vaginal de una mujer deseable». Tela.

El vídeo de promoción de esta «fragancia» no tiene desperdicio. Cuesta creer que se trate de verdad de una promoción de colonia, pero así es.

Dicen sus promotores que Vulva Original no es un perfume exactamente, sino «el fascinante aroma íntimo femenino como sustancia olorosa pura que satisface el propio placer olfativo. Se entiende que de los hombres, mayormente.

El líquido se vende en un frasco de vidrio que hay que agitar antes de aplicar una cantidad mínima en el dorso de la mano… «y el olor irresistible y desbordante  -dice la promoción- de una vagina aumentará inmediatamente  sus fantasías eróticas y dará alas a su imaginación».

Por muy logrado que esté, digo yo que no será lo mismo oler a una mujer en directo que en este frasquito, por muy logrado que esté.

Lo dicho, ya no saben qué inventar estos romanos.

El poder de atracción de las rubias

El 75% de las morenas consideran que las rubias son creídas, caprichosas y superficiales, mientras que el 45% de las chicas de pelo claro creen que las otras son ariscas, peludas y que los hombres coquetean con morenas, porque no hay una rubia en ese momento.

Las morenas, claro, responden que los hombres sólo buscan sexo en las rubias. Estos datos pertenecen a una encuesta que hizo hace ya tiempo una marca de champú, pero al margen de lo que digan unas y otras, lo que está claro es que las rubias vuelven locos a los hombres. Si no, por qué hay tantas rubias de bote. Por la secular atracción que este color de cabello tiene para ellos.

A través de varios estudios que se han hecho en distintos momentos, ellos vinculan el pelo claro con la inocencia y la bondad y, además, históricamente, se lo ha relacionado también con la fertilidad. Consideración esta que no entiendo muy bien, porque no sé que tiene que ver eso con las rubias, las morenas o las pelirrojas, tendrá que ver con todas las mujeres. 

Sí me creo el mito de la rubia y que como dice Madonna en el Magazine de El Mundo, «el artificio de ser rubia tiene una increíble connotación sexual». No hay más que ver en cualquier fiesta o reunión el poder de atracción que despiertan las rubias.

Aquí, el 61,6% de las mujeres son teñidas de un color más claro al suyo o llevan mechas rubias, según una marca de tintes. De origen, el 20% son morenas, el 70%, castañas; y sólo el 1%, pelirrojas, pero luego la mayoría se vuelven rubias; y aunque no es lo mismo que una natural, el tinte también despierta emociones en el sector masculino.

Como se ha dicho tantas veces, cada uno se encapricha de lo que no tiene. Seguro que en los países nórdicos, una morena tiene su aquel, como aquí, un país de morenos, una sueca siempre les ha puesto los pelos, y lo que no son los pelos, de punta.