A veces, cuando estoy leyendo una noticia, se me queda cara de tonto (más de lo habitual). La mirada medio perdida en el texto, una sonrisilla infantil y la boca entreabierta.
Suele pasarme con personas como Kayla Dick o Andre Givens, personas desconocidas, héroes en pequeño formato a quienes no les pesa la responsabilidad.
Andre Givens tiene sólo cuatro años y puede presumir ante sus amigos del colegio de tener una medalla a la valentía colgada en su habitación. Andre salvó la vida de su madre Alisia llamando al 911 y pidiendo, entre lágrimas, «ayuda».
Aunque si esto os parece increíble, veréis lo que fue capaz de hacer Kayla Dick. Ella tiene seis años y su madre, que es diabética, sufrió una crisis que la dejó literalmente K.O.
Kayla, lejos de perder los nervios, tuvo el aplomo suficiente como para llamar al 911, dar su dirección, su número de teléfono, la edad de su madre, su historial médico y el nombre del médico de cabecera de mami.
Cuando llegaron los médicos a casa de Kayla y vieron que su madre respiraba, aunque estaba inconsciente, se quedaron atónitos al ver lo que había hecho la niña.
Por si fuera poco todo lo que había hecho hasta el momento, Kayla sacó al perro fuera de la casa para que no molestara a su madre y se dedicó a hacer sándwiches de crema de cacahuete y a poner azúcar en las bebidas «para ayudar a reanimar a su madre».
Admito que yo soy un poco abuelo cebolleta y que siempre digo que las generaciones que vienen son malas. Acostumbro a asegurar que los niños de hoy en día son peores de lo que era mi generación y que mi quinta, ya de por sí, es peor que las anteriores.
A lo mejor me equivoco. O quizás estos ejemplos son la excepción a la norma…
(FOTOS THE STAR PHOENIX y CHANNEL 8)
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