El sol de un domingo a la tardecita caía lentamente cuando sin otra cosa que incentivara la tristeza, una lágrima bordeó su tabique, subió sobre su pómulo, pasó a unos milímetros de la comisura de sus labios y luego tomó rumbo hacia la pera donde finalmente se soltó del rostro para caer libre y estallar sobre el suelo. Desde aquella primera gota, su llanto fue continuo e imparable. Nunca más dejó de llorar, ni siquiera por unos pocos minutos. Las lágrimas caían y caían con tanta frecuencia que incluso varias veces estuvo al borde de la deshidratación. Falleció llorando un domingo a la tardecita, como era de esperarse, con un llanto cargado de sensacionalismo; pero a nadie se le hubiese ocurrido que después de muerta su ataúd iba a terminar inundándose con el chorrear de las lágrimas que parecían llorar su propia muerte. Algunos aseguran que fueron lágrimas de alegría.
Muy poético el relato de hoy! Está muy bien 😛
Clicka sobre mi nick! ^^
16 enero 2011 | 11:08
Llevo tiempo fuera de España y es la primera vez que leo este blog, y este relato me ha parecido precioso
16 enero 2011 | 11:45
Parece ser que hay una epidemia de tristeza inexplicable por aquí también. El otro día visitó a los comentaristas de otro blog y hoy ha afectado a este. ¿Creeis que puede deberse a tener demasiadas expectativas respecto a nuestra vida? ¿Creeis que nos hunde no cumplir todas esas expectativas y nos sentimos tristes y frustrados?. Si me pongo a pensar dos veces sobre todo lo que no me sale bien, yo también lloraría horas y horas, seguramente no hasta la muerte, porque antes de llegar a ese extremo, me planteo todo lo bueno que he conseguido y los sueños que aún pueden cumplirse con un poco de tiempo y mucha voluntad. Entonces el flujo de lágrimas va remitiendo hasta finalizar, como debe ser…
16 enero 2011 | 16:16
Larrosa vuelva usted a comentar aquí, que estamos muy tristes sin sus brillantes colaboraciones, y ya ve lo que pasa.
16 enero 2011 | 18:07
Vaya, tiene razón Metamorfosis, esto parece un funeral.
Pue se podía haber empleado de plañidera, oficio que hace tiempos por lo visto existía en España por lo menos, tengo entendido. Que se contrataba a gente, a mujeres claro ,para ir a llorar al velatorio.
Pues, nada Cristina, si te gusta el blog haznos comentarios tú también a ver si se nos anima el cotarro. Walter a ver empezamos a convertir esto en una fiesta.
Saludos en el nuevo año
16 enero 2011 | 20:13
No tiene ninguna explicación, que en estos precisos momentos te encuentres triste, y deprimido. Por el simple hecho de encontrarte en “Argentina “, donde por obra y gracia, de la inclinación de la tierra, y encontraros en el hemisferio sur de nuestro planeta, estáis disfrutando de los mejores meses del año, como es el querido, apreciado, y esperado, verano. Donde no cabe tristeza alguna, sino más bien al contrario. Según entendidos en estos temas, nos dicen; En el verano, al tener más horas de sol, junto a una mayor temperatura, entre otros beneficios. Se disparan las “serotoninas “, como otras hormonas, o sustancias químicas del organismo, por lo cual se produce, una mayor estimulación, a la euforia, alegría, y ganas de vivir en general, mucho más que en tiempo de invierno. Por lo tanto los escritos tristes, de penalidades, y melancolía, déjalos aparcados hasta vuestro invierno, que aquí en España será verano, y nos pasara sus efectos negativos, mucho más desapercibido….Un saludo…
16 enero 2011 | 21:05
Clica 😉 mi nombre 😉 y conoce 😉 el saludo por bulerías 😉
16 enero 2011 | 21:49
Una lágrima tras otra
dos profundos surcos hizo
en sus pálidas mejillas,
de llorar a María Carlota
aquella hermosa chiquilla,
en cuando llegó el invierno,
y el sol desapareció
en aquellas latitudes
casi por cuatro meses.
Su alma entristeció,
al recordar que en su tierra,
cada día luce el sol.
Donde sol hay todo el año,
incluso los días de lluvia,
y con más fuerzaen verano.
Fue a vivir cerca del polo,
Por amor como se dice,
se casó con un nativo
que a pesar de ser hombre dulce,
no le pudo hacer olvidar
a su tierra, a sus raíces,
a su folclore y al canto,
al clima y el azul del mar
que hay Al Sur de Gomaranto.
Carlota lloraba tanto,
que tuvo que regresar,
Mejorar, si ha mejorado,
Pero ahora es el marido
el simpático esquimal,
el que sufre el mal del llanto.
¡Se acuerda de la nieve tanto!
De aquellos días tan largos,
del sol de la media noche,
del invierno interminable,
Ahora es a él el que llora,
es a quien sus dos mejillas,
también se les están surcando.
¡Ay que malo es el llanto!
Y mucho más si es por morriña.
17 enero 2011 | 08:16