El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Fuera michelines… a ritmo de Big Band, Kennedy y el iPhone 5

Seguro que te gusta la música, a todo el mundo le pasa, a unos más una y a otros más otra. Y la publi es lo que tiene, que trata de recoger aquella que a un mayor número de gente le puede gustar con el fin de eso, de llegar a más gente y vender mejor el producto/servicio que se tercie. Música e imágenes… o al revés, quién sabe.

Esta (música) que hoy te traigo es de la que a mí más me suele hacer tilín… me refiero a música “antigua” en plan Big Band y ese rollo… R&B, jazz, country, rock “originales”, etcétera. Como te digo a mí es la que más me gusta, quizá por eso pocas veces le vi el atractivo a una discoteca. Bueno, pero no hemos venido hoy al blog para hablar de eso; sino de la actividad física como motor del adelgazamiento y como precursor de una mejor salud (mejor que sin ella, se entiende).

Iphone5

El caso es que tengas el smartphone que tengas es probable que te hayas percatado de la reciente publi del iPhone 5 como herramienta coadyuvante de los buenos hábitos gimnásticos. No me digas que no te gusta, a mí sí, en especial por la música escogida, y por lo “motivante”.

El tema escogido no es baladí. Titulado originalmente como “Chicken fat” (“Michelines” en argot) y conocido también como “The Youth Fitness Song” (“Música para el ejercicio de los jóvenes”) tiene su origen en una campaña iniciada a principios de los años ’60 del pasado siglo con la que un presidente norteamericano a la cabeza (el paradigmático John Fitzgerald Kennedy) trataba de poner coto a una incipiente (y verdaderamente preocupante por lo que se ha visto) epidemia de obesidad entre sus ciudadanos. Ya sabes, los demócratas y sus extravagantes preocupaciones por los “social”. Y lo hacía, más o menos, con estas palabras:

“Somos una nación infra ejercitada. Nos dedicamos a observar [mientras otros juegan] en vez de jugar. Nos desplazamos en vehículos en vez de caminar. [Así pues] nuestra existencia nos priva de la mínima actividad física compatible con una vida saludable.”

Ya ves, años ’60, hace más de cincuenta años… y aquí andamos (bueno, aquí estamos: sentados). El caso es que con esa preocupación en sus meninges presidenciales, las de JFK, se puso en marcha un programa para re-activar a la población estadounidense, en especial aquella en edad escolar, el nombre de aquella campaña: President’s Council on Fitness, Sports, and Nutrition (Acuerdo Presidencial sobre Actividad física, Deporte y Nutrición). Y para ello, entre otras iniciativas, se confeccionó un tema musical ad-hoc que sería distribuido por no importa qué escuela estatal con el fin de ayudar, a ritmo de marcha militar y toda su parafernalia (de las que más molan) a que los más jóvenes realizaran sus ejercicios ¿diarios? El tema sugiere que sí. Esta es su versión extendida, la original, para las escuelas.

Pues bien, el tema musical del anuncio del ya agonizante iPhone 5 (el 6 está a la vuelta de la esquina) y de sus posibilidades ejercitantes (al menos para tomar su medida mientras tú haces el deporte que sea) es una versión acortada de aquella original. En la buena, la primigenia, la canción ofrecía la posibilidad de seguir una especie de rutina de actividad física al ritmo de la música… nada más y nada menos que 6 minutos y pico… a diferencia de la del spot de apenas 1 minuto.

Sea como fuere en su contenido, en su letra, se da cuenta de una importante cantidad de expresiones hechas, de argot, que me hubiera sido imposible traducir correctamente sin la ayuda de, ahora sí, un buen amigo*. Así pues, si te gustan como a mí estas curiosidades, tanto como la realización y promoción de la actividad física, déjame que entre ese buen amigo* y yo te adjuntemos la traducción de ese tema “Chicken fat o lo que es lo mismo (aunque no lo parezca) “Michelines” (pincha en el vídeo de más arriba o bien en este enlace)

Tal y como se menciona en los innumerables videos colgados en la plataforma “youtube” este es un tema puramente yankee, hasta el punto de afirmar que:

“Si fuiste al colegio entre las décadas de los ’60 o ’70 esta tonadilla seguro que está apostada en alguna parte de tu memoria”

Lo que da idea de la popularidad de la misma en su día.

Así pues, curiosidades, aplicaciones y teléfonos inteligentes aparte, anímate a mantener un estilo de vida más activo, tu salud y la de los que te rodean te lo agradecerán… Si además, para lograrlo, este tipo de tecnología y elementos motivadores sirven de acicate, bienvenidos sean.

Si te ha gustado esta entrada también puedes consultar:

*Nota: Ese buen amigo es Guillermo Peris (@waltzing_piglet) a quién este blog me ha dado la oportunidad de conocer y colaborar más allá de lo estrictamente divulgativo. A él y no a otro se le debe la traducción (imposible para mí) de la letra del spot del iPhone 5 y su subtitulado.

Y, otra vez, un merecido agradecimiento a ese otro gran amigo, Miguel Justribó (@migueljustribo) publicista de raza, al cabo de la calle, sin el cual este nutricionista que os escribe no sería el que es.

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Imagen: Aitor Perez Serena, vía wikimedia commons

Consulta con tu médico si decides NO hacer ejercicio

SemáforoComo bien sabes el consejo más frecuente suele ser el contrario, el de que informes a tu médico de tu posible interés por hacer ejercicio y que este te aconseje la intensidad, las precauciones que debes tomar y los posibles riesgos a los que te enfrentas de no seguir ciertas normas. Esta bien, es lógico, pero ¿te has parado alguna vez a pensar de los riesgos que se asumen al no hacer ejercicio o, dicho de otra forma, de los beneficios de seguir un patrón de vida activo?

Con frecuencia perdemos el foco en las cuestiones que atañen a la salud y nos centramos demasiado en el qué comer y qué no, y perdemos la perspectiva de la magnitud de toda la situación centrándonos en detalles, que no diré no tienen importancia, pero que en definitiva no dejan de asemejarse a esos árboles que nos impiden ver el bosque. Y mientras estamos perdidos en ese bosque nos resistimos a emplear una de las más baratas, eficaces, beneficiosas y placenteras herramientas para mejorar la salud como es la del ejercicio físico adecuado.

Está más que contrastado que nuestra fisiología es tanto más eficiente cuando se mantiene un nivel adecuado de actividad física. Además, creo que está bastante claro que ése nivel de adecuación está muy lejos de ser alcanzada en nuestro medio. Según este monográfico publicado en The Lancet con motivo de las anteriores olimpiadas celebradas en Londres, casi la tercera parte de los adultos no alcanzaría el mínimo de actividad física recomendado en la mayor parte de guías de salud: al menos 150 minutos de actividad física a la semana. En el caso de los adolescentes la situación es aun más preocupante, cuatro de cada cinco no siguen las más mínimas recomendaciones (para ellos, 60 minutos al día de actividad física)… y claro, así no hay forma.

La mayor parte, por no decir todas, de las instituciones sanitarias públicas o privadas ponen en algún momento el acento en los beneficios de mantener al menos un mínimo nivel de actividad en nuestra vida. Lo que ocurre es que muchas veces y en contra de lo que debiera ser este consejo, el de “por su salud manténgase físicamente activo”, se pierde en un maremágnum de consejos mucho más inmediatos y cotidianos en especial, en lo referente al comer. Así pues, considero que el fomento de una mayor actividad física debiera priorizarse por delante de muchos otros teniendo la certeza de que, afortunadamente, si uno se mantiene activo suele terminar por comer mejor (y viceversa); tal y como expresé en esta entrada: La contagiosidad de los buenos hábitos de vida

Ten presente que la inactividad física está asociada a un incremento de la mortalidad, la morbilidad y a una peor calidad de vida. Por lo tanto si decides NO hacer actividad física y habida cuenta de la situación de riesgo en la que te deja esta decisión, creo que lo mejor sería que se lo contaras a tu médico. A ver qué te dice.

Si por el contrario has decido «hacer algo» y ponerte pies a la obra, pero no sabes cómo, seguro que un buen profesional de las ciencias de la actividad física y el deporte te puede echar una mano para asesorarte en tus circunstancias (posibilidades, gustos, tiempo…)

Si te ha gustado esta entrada quizá te resulte interesante consultar:

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Imagen:  artur84 vía freedigitalphotos

La contagiosidad de los buenos hábitos de vida

IMG-20120811-00114¿Las personas que comen bien tendrán una mayor facilidad para seguir un mejor patrón de actividad física? y, a la inversa ¿aquellos que tienen un patrón de vida más activo terminarán comiendo mejor más fácilmente?

Pues sí, la cualidad de lo contagioso también se puede aplicar, afortunadamente, a los buenos hábitos. No todas las noticias han de ser malas, y esta mola. Y mucho.

Esta cuestión salió a colación el otro día en mondo Twitter entre algunas personas que prestamos especial atención a estas cuestiones más en concreto, dejando a un lado lo profesional, cuando afecta a nuestro círculo más cercano, léase, a nuestra familia.

Calla, que ahora que caigo, la conexión no es tanto entre hacer deporte y tener una buena alimentación, sino entre la primera y cocinar ya que todo partía de este post de mi vecino Luis Arribas ‏@_spanjaard. Bueno, ya que me he liado, vamos a sacar punta a la primera de las relaciones.

Comer bien y mantenerse activo ¿están relacionados?

Pues parece que sí a tenor de estos dos estudios. En el primero Is healthy behavior contagious: associations of social norms with physical activity and healthy eating (¿Es contagioso el comportamiento saludable?: asociaciones entre los hábitos saludables de alimentación y de actividad física) se obtuvo como resultado que los buenos hábitos en un terreno u otro predecían en cierta medida los buenos hábitos en el otro.

Por su parte, y más en nuestro entorno, este estudio realizado entre jóvenes de la CCAA de Madrid The effects of physical activity on dietary habits in young adults from Madrid (Impacto de la actividad física en los hábitos dietéticos entre adultos jóvenes de Madrid) observó en sus conclusiones que aquellas personas que se mantienen activas siguen al mismo tiempo un patrón dietético más saludable, y mantienen un peso más adecuado.

Y el contrario es válido igualmente; al aparecer también hay una mayor asociación entre aquellos estilos de vida sedentarios y unos inadecuados hábitos dietéticos. Tal cual se pone de relieve en esta revisión sistemática Sedentary behavior and dietary intake in children, adolescents, and adults. A systematic review (Comportamiento sedentario e ingesta dietética en niños, adolescentes y adultos. Una revisión sistemática)

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Dando un paso al frente ahora toca relacionar si el comer mejor implica hacer un mayor uso de la cocina, pero eso, ya lo sabes quedó bastante claro en esta otra entrada.

La verdad no sé cuál es el orden de los acontecimiento o si hay un determinado orden: como mejor luego me muevo más; me muevo más luego como mejor o… da igual. Incluso si para comer mejor hay que cocinar o es el cocinar lo que nos lleva a comer mejor. Da igual, al menos a mí. El caso es que cualquiera de estas cuestiones parece estar relacionada con las demás. Y eso es algo positivo se mire por donde se mire.

Así pues, ánimo. Emprende de forma racional los cambios que en principio te son factibles, una cosa te facilitará el camino a la siguiente. También déjate contagiar por los buenos hábitos (sobre el moverte y la dieta) de aquellos que ya tienen más camino recorrido que tú y, al mismo tiempo, cuando lo consigas, has de saber que tus cambios (los positivos) también pueden ser una influencia (positiva) para todos aquellos que te rodean. Algo muy importante cuando se trata, por ejemplo, de nuestros hijos.

No te olvides que, en sentido contrario, con unos malos hábitos, sean los que sean, tú también puedes ser una mala influencia para los que te rodean.

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“Entrenar, comer y dormir” la divisa de Horner, un gladiador del deporte

Chris HornerSi es un sueño que no me despierten. Si en el futuro sale a la luz que iba enchufado hasta las orejas, que no me lo digan. No lo quiero saber. Prefiero vivir engañado con la imagen en mi retina de ese Chris Horner batiéndose el cobre de pie sobre la bici. Aun creo, y quiero creer, en la épica del deporte. Llamadme romántico. Y es que el dato me gusta: en 2013 un tipo con casi 42 tacos, con más escuela que manolito, se aupó por méritos propios hasta la gloria en la Vuelta a España. Horner, un tipo normal, o al menos eso parece. Y sin que nadie a priori apostara demasiado por él. Me gusta.

A mis 43 años ni me sé ni me creo en la circunstancia de leerle la cartilla deportivamente hablando a nadie medianamente entrenado; ni tan siquiera en aquellas disciplinas en los que yo mejor me desenvuelvo… Bueno, en mi descargo podría argumentar que jamás tuve la ocasión de dedicarme profesionalmente al deporte (con sinceridad creo que tampoco hubiera brillado demasiado). Sin embargo, desde al menos 8 años atrás (y lo recuerdo muy bien) vivo con especial atención los titulares de aquellos medios que hacen recalcar la “avanzada edad” de no importa quién cuando termina por alcanzar un hito deportivo. Sé que hay muchos, en cualquier caso el primero en mi cuenta particular, ya digo que lo tengo marcado a fuego en mi memoria, fue durante los mundiales de natación de 2005 en Canadá. En aquel entonces no pocos medios rotularon sus titulares del siguiente modo: “El abuelo Mark Wernecke campeón del mundo en los 50m braza a sus 35 años” (o algo así) Fue todo un palo: ¿abuelo, 35 años? Cachis en la mar, en aquel entonces yo también tenía 35, y estuve dudando entre pedir hora para que me pusieran una dentadura postiza o llamar, indignado como estaba, uno a uno a los periódicos que usaron este titular o semejante.

Volviendo a la actualidad, una de las cosas que más me molan es, por supuesto, el lema de Horner; el secreto según él mismo de su logro: “entrenar, comer y dormir”, algo de lo que muchos debieran aprender. Sí, digo aprender y releer, antes que ponerse a estudiar la forma y manera de burlar, enmascarar y trucar sus triunfos. A suplementar su dieta con nutrientes esenciales, aminoácidos ramificados o, vade retro, a limpiarse la sangre y demás trastadas. El fraude en el deporte me da asco y, por lo que hasta ahora se sabe, en esta victoria hay muy poco de aquel y en sentido contrario mucha modestia, pundonor y genuinidad. Que Horner no se subió a una bicicleta antes de ayer lo sabemos todos, al igual que el Sr. Wernecke tampoco aprendió a nadar precisamente dos años antes de ser campeón del mundo.

Con todo ello en el haber hay otro matiz importante en la hazaña de este titán de la bicicleta. Los medios recalcan el escaso efecto que ha tenido en su caso el adoctrinamiento dietético más esperable. Al parecer Horner no sigue la pauta dietética tipo y que para otros en su misma situación es ley de vida. Horner, según los medios, sortea gran parte de las recomendaciones nutricionales y gusta de “abusar” de hamburguesas, pizzas y cocacolas. ¿Cuánto hay de cierto en todo esto? De verdad que me gustaría saberlo y poder concretarlo de forma detallada. Los medios hacen creer que, haciendo una caricatura de sus contenidos, este hombre parece vivir sentado en el sofá mazándose a refrescos y comida basura. Yo, sinceramente lo dudo. No niego que posiblemente haga sus transgresiones, pero dudo mucho que estas sean la norma. No olvidemos que este tipo de leyendas, tanto en el contenido de las dietas como en su cantidad, teniendo un origen incierto, suelen ser magnificadas por los medios de comunicación hasta llegar a formar parte del acerbo popular. Recordemos por ejemplo los mitos sobre la dieta de Michael Phelps.

En el caso que nos ocupa de veras que me gustaría conocer de primera mano las características de la dieta de Chis Horner y que fuera él mismo el que la detalle. Mientras tanto, yo me quedo con su difícilmente mejorable consejo hacia el éxito deportivo: “Entrenar, comer y dormir”.

Excusas erróneas (y frecuentes) para tomar un suplemento vitamínico

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Hay bastantes personas que se escudan en argumentos poco racionales para tomar un suplemento vitamínico. No es que estén en riesgo de que su dieta no les aporte las cantidades necesarias de estas, el caso es que suelen acudir a ellos muchas veces como una especie de seguro, una especie de “por si acaso”. A pesar de no son necesarios en muchos casos hay dos mensajes claros que se suelen repetir con demasiada frecuencia. Por un lado el de más vale prevenir que curar y por el otro el de un poco más (de la vitamina que sea) no me va a hacer daño.

Con independencia de que sea o no cierto el hecho de que “un poco más no me va a hacer daño” (las cosas no funcionan así) el hecho incontrovertido es que, lejos de que tengan o no el efecto deseado suponen una inversión monetaria. Veamos cuáles son los errores más típicos y la realidad con respecto a decidirse por tomar un suplemento  vitamínico. Como veremos la mayor parte provienen de ideas fruto de una cierta desinformación nutricional:

Error: Las vitaminas aportan energía

Realidad: No hay ninguna vitamina que aporte energía por el simple hecho de incorporarla en un suplemento. Sin embargo, el error quizá tenga el punto de partida de considerar que algunas de ellas, en especial las vitaminas del grupo B, intervienen de forma importante en las vías metabólicas específicas de producción de energía. Es decir, las vitaminas no aportan energía, pero sí ayudan al proceso de obtención de esta. Dadas las cantidades con las que las vitaminas han de aportarse en la dieta (mili o microgramos) las vitaminas no son, ni de lejos una fuente de calorías. Es posible que si alguien se siente con “más energía” o más pletórico tras tomar alguno de estos suplementos se deba a un efecto placebo. Aun así, si alguien tiene una deficiencia vitamínica concreta no hay una relación conocida entre el hecho de tomar el suplemento en cuestión y el sentirse “más enérgico” a continuación.

Algunos promotores-vendedores-distribuidores de este tipo de suplementos se aprovechan de la ignorancia del consumidor y le tienden una trampa jugando con las verdaderas funciones de las vitaminas y el efecto ansiado por el usuario (una vez más aquello de decirles lo que quieren oír)

Error: Los alimentos de hoy en día son deficitarios en nutrientes

Realidad: Lo  cierto es que en la actualidad las posibilidades de variedad y cantidad de los alimentos que consumimos en los países desarrollados son inigualables con respecto a años anteriores. Y eso es lo que garantiza un más que suficiente aporte de vitaminas y otros micronutrientes. En algunos casos, ciertas explotaciones agrarias intensivas han limitado de forma sensible la presencia de algunos minerales en el suelo, en especial selenio y yodo. Sin embargo, se pueden obtener cantidades más que suficiente de estos nutrientes como para cubrir las necesidades individuales a partir de otros alimentos, por ejemplo los de origen animal en el caso del selenio y con el uso de la sal yodada de modo general para el caso del yodo, tal y como recomienda la OMS.

Error: Las vitaminas ayudan en las situaciones de estrés

Realidad: Dejando de lado el estrés físico debido a cansancio o agotamiento físico, el estrés “mental” no aumenta las necesidades de vitaminas (o minerales), ni es causado por su déficit, ni tampoco se utilizan en su tratamiento. Es casi seguro que a lo largo de la vida cada uno se enfrente a momentos mejores y peores fruto de las circunstancias, pero la falta de vitaminas no es ni causa ni solución para esas situaciones de mayor abatimiento o de tensión. De nuevo el recurso fácil de la pastilla milagrosa que todo lo cura planeará sobre nuestras cabezas como solución milagrosa para algo que tiene una explicación (y ya no sé si una solución) mucho más sencilla.

Error: Se toman para prevenir y/o tratar un resfriado u otra enfermedad

Realidad: A día de hoy no existe una evidencia científica suficiente que sugiera que las dosis muy altas de cualquier vitamina (o suplemento mineral) prevengan o curen ninguna enfermedad del tipo cáncer, resfriado, diabetes, etc. Incluidas las megadosis de vitamina C que en el mejor de los casos podría ayudar a, una vez que se sufre el resfriado, reducir algunos de sus síntomas, y además, con bastante probabilidad no de forma muy significativa y siempre dependiendo de una cierta variabilidad individual. Tienes una interesante publicación de la Cochrane  Library al respecto del papel de la vitamina C en la prevención y tratamiento del resfriado común en este enlace

Error: Se toman para contrarrestar los efectos nocivos del consumo de alcohol o del hábito tabáquico

Realidad: En los fumadores las recomendaciones de consumo de vitamina C son de 90mg frente a los 60mg de los no fumadores. Estos 30mg “de más” son fácilmente obtenibles de una alimentación adecuadamente diversificada y variada. Sin embargo, ha de quedar bien claro que tomar suplementos vitamínicos en ningún caso va a prevenir de los efectos nocivos para la salud derivados de ambos hábitos. De forma sencilla: aunque fumar implica una mayor necesidad de vitamina C, esto no quiere decir que tomar más de esta vaya a evitar contraer cáncer de pulmón. Y lo mismo en el caso del consumo de alcohol: tomar más vitaminas (o minerales) no va a proteger más el hígado.

Error: En el deporte son necesarios los suplementos porque se necesitan más vitaminas

Realidad: La primera necesidad aumentada que tienen los deportistas, con independencia de la modalidad deportiva es la energética. Gastan más energía y, por tanto, es preciso aportar más. Así si un deportista come más y lo hace de forma adecuada, resulta fácil de comprender que con esos alimentos “de más” se incorporen también más vitaminas. Ejemplo: Pongamos que las necesidades energéticas medias son de unas 2.500 kcal/día y supongamos que una dieta adecuada y equilibrada para esa persona le aporta un valor vitamínico general cifrado en “X”. Entonces, un deportista que supongamos necesita 5.000 kcal/día comerá el doble que el anterior y su alimentación contendrá un valor vitamínico general de “2X”, el doble. Has de saber que ninguno de los requerimientos medios de vitaminas o de minerales duplican sus recomendaciones en el adulto por ningún concepto. Es decir, una alimentación convenientemente planificada puede (y debería) aportar todas las necesidades de microelementos en el caso del deportista (contadas excepciones aparte)

Recuerda:

1. Los suplementos de vitaminas (y minerales) no deberían utilizarse nunca para compensar una mala elección de alimentos. Revisa tu alimentación y déjate de “tecnicismos”

2. No es buena idea que si no estás especializado en el tema hagas un autodiagnóstico de tus necesidades vitamínicas o posibles deficiencias basándote en lo que puedas leer en internet. Confía en los profesionales especializados.

3. No vas a obtener ni a producir más energía o a sentirte “más vital”  por tomar un suplemento.

4. El establecer vínculos entre cansancio, estrés, falta de rendimiento, etc, y la “necesidad” de suplementos suele ser propio de una estrategia de venta interesada y poco o nada realista. Establece una pauta dietética adecuada, haz ejercicio, descansa y tómate tu tiempo para relajarte.

5. Entra dentro de lo posible que puedas comer algún vegetal con menos vitamina C (por decir algo) que antaño. Pero afortunadamente será un caso aislado y como ya sabemos que comes de una adecuada y variada oferta de alimentos esto carece de la menor importancia en términos generales.

6. Los suplementos, por muchos que tomes, nunca compensan las agresiones que realices sobre tu salud con el alcohol o el tabaco, por poco que los uses.

7. Si eres una persona con riesgo aumentado en relación con la posibilidad de sufrir un déficit nutricional (edad avanzada, mujer embarazada, síndromes malabsotivos, con determinadas intolerancias o alergias, etc.) consulta con un profesional sanitario adecuado

8. Y si no es así, más valdría revisar tu cesta de la compra antes que tu botiquín.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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Foto: veo_

Suda el jamón pa que te pongas bombón

Me gusta casi toda la música. El “casi” no es gratuito, el ragetón (o como se escriba) queda excluido. Lo siento, mis principios son estos, y no tengo otros. No soy Groucho Marx.

En cualquier caso estoy dispuesto a hacer una excepción cuando este estilo de música es utilizado para un bien superior. Me explico.

Vivimos en una era de desmedida preocupación por la estética, no por la salud, por la estética. El llamado “culto al cuerpo” si lo prefieren. No hace falta ser “vigoréxico” para haberse visto seducido alguna vez por esta narcisista corriente. Lo malo, como todo habitualmente, es cuando se exceden ciertos límites. Y uno de ellos es el de la proliferación de clínicas de estética que sirven más para aplacar muchas de las conciencias ególatras de pudientes bolsillos, que para dulcificar duros gestos y/o graves taras físicas de nacimiento.

¿Somos más feos en España que en otros países? A mí me parece que no, más bien al contrario. Sin embargo, según diversas fuentes (como la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Estética) en 2009 España fue el país europeo con más operaciones de cirugía estética y el cuarto del mundo. Y la operación líder: la liposucción.

Vale que de otras partes del mundo vengan a España a operarse por la mejor relación calidad/precio de estas intervenciones (nuestros médicos, hay que reconocerlo, están muy bien preparados en este sentido) pero aun y todo creo que “nos operamos” mucho. Demasiado.

Opino que más nos valdría hacer caso de las recomendaciones en materia de salud antes que recurrir a la solución “fácil” de pasar por el quirófano para una intervención de este tipo. Eso, y aumentar un poco nuestra autoestima. Tal y como dicen en las pelis de Disney, y me da igual que me tachen de cursi: la belleza está en el interior. También Pablo Ruiz Picasso tuvo una frase que le va que ni pintada a la entrada de hoy: «Hace falta mucho tiempo para llegar a ser joven«, o algo así.

Suban el volumen y aunque no les guste el ragetón les invito a que se pongan a bailar. Por cierto, genial la imagen de la mortadela y lo de «yo no me quiero «emplasticar».

PD: No sean demasiado quisquillosos, ya sé que se trata de un anuncio; en concreto el de Nike en 2007 para el mercado latinoamericano. Lo que me interesa es el mensaje. Lo mismo se puede hacer con Adidas si lo prefieren, o con cualquier otra marca… o incluso en bolas.

Por cierto: gracias Miguelón 🙂

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Foto: madelineyoki

 

Fascículos, kilos y gimnasios

Ya estamos bien metidos en septiembre y en este momento, después del veranito, suele coincidir con el sucinto planteamiento que muchas personas se hacen a cerca del rumbo que llevan sus vidas. Echando la vista atrás podemos hacer balance de lo que el verano nos ha aportado: Por un lado, arena en las alfombrillas del coche y en algunos zapatos (hecho que suele ser asumido con cierta nostalgia); además, nuestra carga de melanina está a tope y lucimos un favorecedor moreno que, poco a poco, se va desvaneciendo. Pero por otro lado, nuestra cuenta corriente aparece más enflaquecida que nunca, a diferencia de nuestro panículo adiposo, que según las estadísticas, está mas repleto que al empezar la temporada estival, allá por el mes de mayo. Vamos, que pesamos más.

 

Con el poco dinero que nos queda y resistiendo a duras penas el incremento del IVA y el aluvión de facturas que nos acosan, decidimos cerrar filas al gasto y hacernos fuertes en casa saliendo lo menos posible. No obstante nos permitimos pequeños estipendios que pensamos nos ayudarán en esta labor de eremita haciendo la reclusión más llevadera (hay que ser iluso). De esta forma es posible que decidamos hacer una colección de esas por fascículos: montar un reloj de cuco tan grande como una lavadora, construir un triplano de la primera guerra mundial (esta vez a escala) o completar una más que sugerente colección de 200 dedales de porcelana o de 150 abanicos. Todo ello en el nada desdeñable plazo de dos o tres años. Lo bueno del marketing es eso, que sabe lo que necesitamos en cada momento, y ahora es lo que toca, fascículos a tutiplén.

Aparte del bolsillo, otro de los frentes abiertos es, como ya he dicho, el de los kilos. Para ganar esta batalla es posible que decidamos apuntarnos a un gimnasio con la peregrina idea de que el picor de los dineros invertidos sea suficiente acicate para tomárnoslo en serio esta vez y acudir de un modo frecuente (y no como aquel año que lo estuvimos pagando durante 8 meses y lo pisamos dos veces). Cuando no se tiene el hábito, el apuntarse a un gimnasio no es tarea sencilla. De entrada, a la hora de cumplimentar la matrícula nos encontramos con el primero de los obstáculos: ¿me inscribo en algún deporte de salón, de esos que al abrigo de la moda hacen furor al estilo del spinin, aqua-bike o lanzamiento de boomerang in-door (en los que aguerridos monitores nos harán perder el aliento hasta llegar al vómito), o bien por el contrario me apunto a máquinas, pasando la interminable hora, mitad corriendo por una cinta transportadora y la otra mitad moviendo los brazos mecánicamente en alambicados potros de tortura? Toda una duda.

Conseguir acabar un coleccionable por fascículos y perder los kilos que nos sobran con este método suelen ser tareas difíciles, más que nada por que la buena intención inicial y nuestra voluntad en ambos casos no suelen ser herramientas suficientes por mucho que nos parezca que sí al principio.

 

En el caso de los fascículos parece mentira que sigamos picando en la publicidad. Fugazmente y en  letra de pata de mosca (lo que hace casi imposible su lectura)  aparece el precio de las sucesivas entregas y de cuántas dosis, semanales, quincenales o mensuales constará la colección. Normalmente salvadas las primeras, las segundas y, a veces, las terceras entregas, las siguientes suelen cuadriplicar su precio. Esto se traduce en que, por ejemplo (y esto es un hecho comprobado) en el caso de un coche de radio control, se llegue a pagar al finalizar los 36 meses de agónica sangría un total de 1200 Euros de vellón (unos 800 más que otro semejante, montadito o no, pero siempre disponible al momento en cualquier tienda de modelismo).

 

El tema del gimnasio pinta, si cabe, peor. No hay letra pequeña; nadie te advierte de los riesgos… Ya en su debut, el neófito gimnasta, con una impedimenta anticuada y normalmente hasta ridícula (recordemos que la época no es propicia para el gasto) se encontrará con una dura prueba para su orgullo: tendrá que luchar con la imagen de  los monitores y de veteranos usuarios del gimnasio que, a modo de narcisos modernos, harán brillar ufanos sus músculos frente al espejo. Es posible que resignado con el resultado del primer día de sudores, el principiante acabe con una buena dosis de agujetas que limitarán en cierta medida acudir el próximo día:

“Cuando se pasen ya volveré” suele ser una muletilla recurrente.

Suponiendo que este problema inicial sea vencido, el día a día marcará la continuidad del hábito gimnástico y, un día sentado placidamente, se empieza a echar cuentas:

“Salgo del curro a las 19:30: Al estilo Fernando Alonso cruzo la ciudad imposible por el tráfico, busco aparcamiento, me cambio, sudo durante una hora, me ducho, me vuelvo a cambiar, me tomo la obligada cervecita con los colegas, voy a por el coche, aparco de nuevo… No llego a casa antes de las 22:30. Es im-po-si-ble”.

Buen balance para una triste hora de gimnasio.

El tiempo es una mercancía de valor incalculable en nuestros días y más tarde o más temprano los inconvenientes temporales de este nuevo hábito deportivo empezarán a hacer mella en el aprendiz de Apolo. Junto con esta breve visión pragmática del tiempo invertido, es muy posible que los empujones, sudorosos o no, en un vestuario siempre atestado en hora punta, el tener que esperar a que la ducha quede libre, el hacer uso de unos sanitarios poco higienizados con efluvios de anteriores usuarios en el ambiente, los hongos y demás ventajas de los modernos gimnasios, desequilibren la balanza y sea entonces cuando nos demos cuenta que el desembolso económico no basta para justificar semejantes penurias y se mande todo al garete. Al principio habrá excusas más o menos plausibles: tengo mucho trabajo, he quedado o simplemente parece que hoy no estoy muy católico. Más tarde, se perderá el hábito y, simplemente, se deja de ir (se pague o no se pague).

Retomando las estadísticas, sólo me interesa que sean conscientes de lo que éstas dicen: Una mínima parte de quién empieza una colección por fascículos la termina. En el caso de los gimnasios el mayor índice de inscripciones se producen en estas fechas, más aun que a principios de año y que en los primaverales meses de la operación bikini. Sin embargo, más de la mitad de los nuevos inscritos habrá dejado de acudir al centro deportivo en menos de dos meses. Además, si bien al principio se suelen perder unos kilillos relativamente fácil con la práctica deportiva, con el tiempo ésta pérdida se ralentiza más allá de las expectativas. Por tanto, y siendo que vivimos en la sociedad del culo veo, culo quiero, cuando la posibilidad de alcanzar la meta ponderal propuesta se alarga en el tiempo (al igual que la esperanza de acabar la colección de marras en un plazo razonable) abandonamos y, así, se quedan los michelines instalados… y la maqueta del galeón “Nuestra Señora de Atocha” en el dique seco (es decir, en cualquier rincón de casa) ensañando sus cuadernas y con cuatro cajitas de estilo Luis XV sobre su inacabada cubierta. Cajitas que contendrán a su vez las tampoco finalizadas colecciones de minerales o de relojes de bolsillo que comenzamos en su día con la mejor de las intenciones.

 

Con respecto a los coleccionables hagan lo que les de la gana, pero les invito a que no reúnan cacharros para los que no tienen ni tan siquiera sitio, se lo digo por experiencia (yo sí que acabé una de 72 aviones con sus fichas y libritos y ahora no sé que hacer con ellos). Y con respecto a los kilos traten de adoptar medidas asequibles y perdurables en el tiempo que aunque sean o no tan populares como el acudir a un gimnasio, nos ayuden de un modo efectivo a mejorar nuestra calidad de vida. Y en este caso se lo digo por experiencia profesional.
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Foto 1: jaci XIII