El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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¿Cuáles son las bases de eso que se llama “dieta equilibrada”, 55-30-15?

Tooooooooma preguntita… y mira que parece haber una cierta unanimidad en la contestación, pero… ¿es válida la respuesta típica, es útil, es aplicable, es… práctica? porque de eso es en definitiva de lo que se trata, que sea práctica, que sirva a la gente y que no maree la perdiz, tal y como habitualmente sucede para su desconcierto.

Atendiendo a la típica respuesta, una “dieta equilibrada” es, según los cánones, aquella que respeta el aporte de principios inmediatos, es decir, un aproximadamente 55% de las calorías en forma de hidratos de carbono, un 30% en forma de grasas y un 15% en forma de proteínas. Más o menos, aunque sobre estos porcentajes también hay abierto un cierto debate (sobre si esto es lo que marca la ciencia de verdad o más bien lo que le conviene a la “industria”). Sea como fuere y dándolos a priori como buenos, hay no pocos problemas a la hora de interpretar esta respuesta y, como no, formas (buenas) y formas (malas) de llevarlo a la práctica. Así pues, la respuesta (insisto, dándola por buena) si no se aporta mayor información, es una especie de “brindis al sol” que de poco o nada sirve al consumidor medio. ¿Acaso piensas que el nutricionista que escribe estas líneas se preocupa en su alimentación diaria (y la de su familia) de dar cumplida respuesta a estos porcentajes? Ya te lo digo yo: no. Ni de coña.

Como te decía hay muchas formas para tratar de aproximarse a esas cifras… y, al así hacerlo, obtener, también a priori, diferentes resultados. Unos más o menos adecuados y otros, no tanto. Para ponerlo de manifiesto hoy te traigo a colación una excepcional infografía o vídeo (tiene un poco de ambos, llamémosle como propone su autor, un “minidocumental”) que publicó hace ya unos cuantos días mi colega Aitor Sánchez (@MiDietaCojea) en su muy recomendable blog “Mi dieta cojea


¿Has visto? Es tan gráfico el ejemplo que no creo que merezca la pena entrar a desglosar sus contenidos. Ahora, eso sí, me quedo con una frase:

Una dieta equilibrada que tenga solo en cuenta las proporciones [de macronutrientes] puede no ser saludable si está construida con alimentos poco interesantes: si tu fuente de hidratos de hidratos de carbono son principalmente azúcares y productos refinados o tus proteínas y grasas no son de calidad, tendrás una dieta equilibrada… de mierda.

A fin de cuentas, el concepto cuantitativo de “dieta equilibrada” vuelve a poner el acento en el nutriente (en este caso macronutriente) pasando por encima del concepto de alimento. Es decir, a mi juicio, se vuelve a poner en alza uno de los principales errores en la divulgación del conocimiento nutricional, haciendo uso, una vez más del nutricionismo aunque sea de forma grosera (o “macroscópica” por aquello de los macronutrientes) ya que habitualmente el nutricionismo al uso, lo que promueve es la glorificación del micronutriente, es decir, de vitaminas, minerales, antioxidantes, etcétera.

Healthy eating plate

Por tanto, más allá de dogmas difíciles de interpretar como el del 55-30-15, en mi opinión, una adecuada selección de alimentos en nuestra dieta diaria se ha de anteponer a datos y cifras frecuentemente abstractos. Para ello, el uso de las “nuevas” guías alimentarias en forma de “plato” (en especial su paradigma en la versión de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard) pueden resultar un modelo más adecuado para ayudar a estructurar nuestra alimentación cotidiana.

Mi más reconocida enhorabuena a Aitor Sánchez por la idea conceptual de su “minidocumental” y por habérnosla hecho llegar con esa sencillez característica del minimalismo o de ese estilo que algunos, entre ellos un servidor, asocia al concepto sueco de IKEA… ahora uno empieza a atar cabos (seguro que Aitor me entiende 😉 )

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Excusas erróneas (y frecuentes) para tomar un suplemento vitamínico

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Hay bastantes personas que se escudan en argumentos poco racionales para tomar un suplemento vitamínico. No es que estén en riesgo de que su dieta no les aporte las cantidades necesarias de estas, el caso es que suelen acudir a ellos muchas veces como una especie de seguro, una especie de “por si acaso”. A pesar de no son necesarios en muchos casos hay dos mensajes claros que se suelen repetir con demasiada frecuencia. Por un lado el de más vale prevenir que curar y por el otro el de un poco más (de la vitamina que sea) no me va a hacer daño.

Con independencia de que sea o no cierto el hecho de que “un poco más no me va a hacer daño” (las cosas no funcionan así) el hecho incontrovertido es que, lejos de que tengan o no el efecto deseado suponen una inversión monetaria. Veamos cuáles son los errores más típicos y la realidad con respecto a decidirse por tomar un suplemento  vitamínico. Como veremos la mayor parte provienen de ideas fruto de una cierta desinformación nutricional:

Error: Las vitaminas aportan energía

Realidad: No hay ninguna vitamina que aporte energía por el simple hecho de incorporarla en un suplemento. Sin embargo, el error quizá tenga el punto de partida de considerar que algunas de ellas, en especial las vitaminas del grupo B, intervienen de forma importante en las vías metabólicas específicas de producción de energía. Es decir, las vitaminas no aportan energía, pero sí ayudan al proceso de obtención de esta. Dadas las cantidades con las que las vitaminas han de aportarse en la dieta (mili o microgramos) las vitaminas no son, ni de lejos una fuente de calorías. Es posible que si alguien se siente con “más energía” o más pletórico tras tomar alguno de estos suplementos se deba a un efecto placebo. Aun así, si alguien tiene una deficiencia vitamínica concreta no hay una relación conocida entre el hecho de tomar el suplemento en cuestión y el sentirse “más enérgico” a continuación.

Algunos promotores-vendedores-distribuidores de este tipo de suplementos se aprovechan de la ignorancia del consumidor y le tienden una trampa jugando con las verdaderas funciones de las vitaminas y el efecto ansiado por el usuario (una vez más aquello de decirles lo que quieren oír)

Error: Los alimentos de hoy en día son deficitarios en nutrientes

Realidad: Lo  cierto es que en la actualidad las posibilidades de variedad y cantidad de los alimentos que consumimos en los países desarrollados son inigualables con respecto a años anteriores. Y eso es lo que garantiza un más que suficiente aporte de vitaminas y otros micronutrientes. En algunos casos, ciertas explotaciones agrarias intensivas han limitado de forma sensible la presencia de algunos minerales en el suelo, en especial selenio y yodo. Sin embargo, se pueden obtener cantidades más que suficiente de estos nutrientes como para cubrir las necesidades individuales a partir de otros alimentos, por ejemplo los de origen animal en el caso del selenio y con el uso de la sal yodada de modo general para el caso del yodo, tal y como recomienda la OMS.

Error: Las vitaminas ayudan en las situaciones de estrés

Realidad: Dejando de lado el estrés físico debido a cansancio o agotamiento físico, el estrés “mental” no aumenta las necesidades de vitaminas (o minerales), ni es causado por su déficit, ni tampoco se utilizan en su tratamiento. Es casi seguro que a lo largo de la vida cada uno se enfrente a momentos mejores y peores fruto de las circunstancias, pero la falta de vitaminas no es ni causa ni solución para esas situaciones de mayor abatimiento o de tensión. De nuevo el recurso fácil de la pastilla milagrosa que todo lo cura planeará sobre nuestras cabezas como solución milagrosa para algo que tiene una explicación (y ya no sé si una solución) mucho más sencilla.

Error: Se toman para prevenir y/o tratar un resfriado u otra enfermedad

Realidad: A día de hoy no existe una evidencia científica suficiente que sugiera que las dosis muy altas de cualquier vitamina (o suplemento mineral) prevengan o curen ninguna enfermedad del tipo cáncer, resfriado, diabetes, etc. Incluidas las megadosis de vitamina C que en el mejor de los casos podría ayudar a, una vez que se sufre el resfriado, reducir algunos de sus síntomas, y además, con bastante probabilidad no de forma muy significativa y siempre dependiendo de una cierta variabilidad individual. Tienes una interesante publicación de la Cochrane  Library al respecto del papel de la vitamina C en la prevención y tratamiento del resfriado común en este enlace

Error: Se toman para contrarrestar los efectos nocivos del consumo de alcohol o del hábito tabáquico

Realidad: En los fumadores las recomendaciones de consumo de vitamina C son de 90mg frente a los 60mg de los no fumadores. Estos 30mg “de más” son fácilmente obtenibles de una alimentación adecuadamente diversificada y variada. Sin embargo, ha de quedar bien claro que tomar suplementos vitamínicos en ningún caso va a prevenir de los efectos nocivos para la salud derivados de ambos hábitos. De forma sencilla: aunque fumar implica una mayor necesidad de vitamina C, esto no quiere decir que tomar más de esta vaya a evitar contraer cáncer de pulmón. Y lo mismo en el caso del consumo de alcohol: tomar más vitaminas (o minerales) no va a proteger más el hígado.

Error: En el deporte son necesarios los suplementos porque se necesitan más vitaminas

Realidad: La primera necesidad aumentada que tienen los deportistas, con independencia de la modalidad deportiva es la energética. Gastan más energía y, por tanto, es preciso aportar más. Así si un deportista come más y lo hace de forma adecuada, resulta fácil de comprender que con esos alimentos “de más” se incorporen también más vitaminas. Ejemplo: Pongamos que las necesidades energéticas medias son de unas 2.500 kcal/día y supongamos que una dieta adecuada y equilibrada para esa persona le aporta un valor vitamínico general cifrado en “X”. Entonces, un deportista que supongamos necesita 5.000 kcal/día comerá el doble que el anterior y su alimentación contendrá un valor vitamínico general de “2X”, el doble. Has de saber que ninguno de los requerimientos medios de vitaminas o de minerales duplican sus recomendaciones en el adulto por ningún concepto. Es decir, una alimentación convenientemente planificada puede (y debería) aportar todas las necesidades de microelementos en el caso del deportista (contadas excepciones aparte)

Recuerda:

1. Los suplementos de vitaminas (y minerales) no deberían utilizarse nunca para compensar una mala elección de alimentos. Revisa tu alimentación y déjate de “tecnicismos”

2. No es buena idea que si no estás especializado en el tema hagas un autodiagnóstico de tus necesidades vitamínicas o posibles deficiencias basándote en lo que puedas leer en internet. Confía en los profesionales especializados.

3. No vas a obtener ni a producir más energía o a sentirte “más vital”  por tomar un suplemento.

4. El establecer vínculos entre cansancio, estrés, falta de rendimiento, etc, y la “necesidad” de suplementos suele ser propio de una estrategia de venta interesada y poco o nada realista. Establece una pauta dietética adecuada, haz ejercicio, descansa y tómate tu tiempo para relajarte.

5. Entra dentro de lo posible que puedas comer algún vegetal con menos vitamina C (por decir algo) que antaño. Pero afortunadamente será un caso aislado y como ya sabemos que comes de una adecuada y variada oferta de alimentos esto carece de la menor importancia en términos generales.

6. Los suplementos, por muchos que tomes, nunca compensan las agresiones que realices sobre tu salud con el alcohol o el tabaco, por poco que los uses.

7. Si eres una persona con riesgo aumentado en relación con la posibilidad de sufrir un déficit nutricional (edad avanzada, mujer embarazada, síndromes malabsotivos, con determinadas intolerancias o alergias, etc.) consulta con un profesional sanitario adecuado

8. Y si no es así, más valdría revisar tu cesta de la compra antes que tu botiquín.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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Foto: veo_