Con reservas Con reservas

"Lo que tenemos que hacer es montar un bar. Y si no funciona, lo abrimos". Viejo adagio periodístico

Archivo de abril, 2014

Desolación en átomos

Hay desolaciones que se viven y que dejan vivir, sin rozarse, esquivándose unas a otras. Parecen ser conscientes de que al tocarse abandonarán su condición de átomos independientes. Parecen saber que al acariciarse se convertirán en una sola, grande, blanda, voluptuosa, que se hace sentir con más o menos intensidad en función de la inclinación del alma.

Y ese nuevo ente desolador superior, viscoso, asfixiante, invasor, vuelve a vivirse, a veces incluso acaba dejándonos vivir, hasta que el alma pierde pie, se inclina precipitadamente hacia adentro, y vuelve a fundir desolaciones, una tras otra, y a sumirnos en la bruma del condicional compuesto. O simple. Lo mismo da. Porque la bruma lo devora todo, salvo la luz de las almas.

 

Desolation Row (21 de junio de 1996. Utrecht). Bob Dylan.

 

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Gabriel García Márquez (6 de marzo de 1927 – 17 de abril de 2014): «La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido».

La bruma lo mantendrá a salvo.

(Foto: Gtres).

(Foto: Gtres).

Jugarte la vida y no poder pagar tu casa: la realidad del reportero freelance de guerra

Ricardo García Vilanova (izda.) y Javier Espinosa, recién llegados a Madrid. (EFE).

Ricardo García Vilanova (izda.) y Javier Espinosa, recién llegados a Madrid. (EFE).

(Esta entrada ha sido actualizada el 7 de abril de 2014, a las 19 horas, con los datos de recaudación de las campañas mencionadas). *

El pasado domingo aterrizaron en Madrid dos periodistas españoles que fueron secuestrados en Siria en septiembre de 2013. Habían sido liberados de su cautiverio unas horas antes. Ambos cubrían sobre el terreno el conflicto armado. Uno, Javier Espinosa, lo hacía contratado por un medio de comunicación (El Mundo); el segundo, Ricardo García Vilanova, reportero gráfico, trabajaba como freelance (sin salario fijo ni estable, sus ingresos dependen de lo que unos medios u otros le ‘compren’ en cada momento).

Ambos se juegan la vida casi a diario para que el resto del mundo conozca lo que que ocurre en países a los que la mayoría de medios de comunicación ya no envían corresponsales. Y se la juegan para dar a conocer las injusticias y desigualdades que nosotros preferimos obviar desde nuestro mullido sofá. Ponen en riesgo sus vidas porque las gentes que viven atrapadas en esas realidades ‘lejanas’ merecen que se conozca su situación y porque la difusión de su sufrimiento puede suponer el principio del fin del mismo. Tan simple, tan complejo.

Javier y Ricardo se enfrentan ahora a unos meses de recomposición vital, de reubicación, de autorreconstrucción. Pero Ricardo no ha obtenido un salario durante los meses que ha permanecido secuestrado ni lo tendrá durante el tiempo que dure su necesaria recuperación.

Los gastos mensuales que debía cubrir Ricardo en concepto de hipoteca, gastos corrientes, seguros, impuestos, etc., eran aproximadamente de 2.000 euros. Durante los más de 6 meses que ha estado secuestrado, sus deudas superan los 12.000 euros, y necesitará de un tiempo para recuperarse de las secuelas de un cautiverio tan largo y poder estar en condiciones de volver a trabajar.

Además, durante estos meses de secuestro ha perdido su principial herramienta de trabajo: su equipo gráfico, sus cámaras.

Por eso algunos compañeros periodistas han puesto en marcha estas dos campañas de ‘crowdfunding’ (financiación colectiva):

1. Libya Close Up (en Twitter, #supportRicardoGV). Busca recaudar fondos para editar un libro bilingüe, Libya Close Up, con su trabajo fotográfico sobre Libia. La campaña tiene como objeto conseguir 30.000 euros.

Félix Flores, autor de los textos, Edith Stone, responsable del diseño, Jon Lee Anderson, prologuista, y la editorial Blume, responsable de la publicación y la plataforma Verkami, que colabora de una manera especial, han renunciado a todos sus derechos para hacer posible que los beneficios de este proyecto sirvan para pagar los gastos fijos que este fotoperiodista acumula desde el primer día de su secuestro.

(…)

El coste de producción aproximado del libro es de 12 euros, incluyendo el trabajo de preimpresión, el papel, la impresión, la encuadernación y las comisiones bancarias por las aportaciones. Así pues, con una aportación unitaria por libro de 30 euros, quedará una cantidad aproximada de 18 euros por ejemplar para Ricardo.

Si conseguimos sacar adelante esta publicación, Ricardo recibirá por su trabajo la cantidad aproximada de 18.000 euros. Si logramos superar esa cantidad, podremos realizar una tirada superior y aumentar así la cantidad que percibirá Ricardo.

2. For Ricardo. Recauda fondos para que Ricardo García Vilanova pueda reemplazar su equipo fotográfico, perdido durante los seis meses de cautiverio. El objetivo es lograr 20.000 euros.

La notable obra de Ricardo ha arrojado una luz intensa sobre el sufrimiento de los sirios en una salvaje guerra que dura ya tres años, cosechando numerosos premios. Mientras trabajaba en el norte de Siria en septiembre de 2013, fue secuestrado por extremistas, y su equipo fotográfico, robado junto con siete meses de su vida profesional. Esta iniciativa se pone en marcha para que aquellos que apreciamos y admiramos su trabajo y su coraje -y que entendemos el valor de estas imágenes para ayudar a otros- le proporcionemos algún tipo de ayuda. Como freelance, él regresa a su vida profesional sin el respaldo de un medio de comunicación, y estas contribuciones le ayudarán a ponerse de nuevo en pie y a retomar su su trabajo lo más rápido posible (traducción propia del texto en inglés de la campaña; disculpad si hay inexactitudes).

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En este momento hay alrededor de una veintena de periodistas secuestrados en Siria, la mayoría sirios, pero también algunos europeos, entre ellos cuatro franceses. Como ciudadanos, deberíamos sentirnos en deuda con todos ellos.

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* Datos de recaudación actualizados a las 19.00 horas del 7 de abril:

  • En Libya Close Up ya se han obtenido 31.701 euros, por encima de los 30.000 que se buscaban en un principio. Objetivo cumplido, por tanto.
  • En For Ricardo la recaudación va por 16.083 euros. La meta es lograr 20.000 euros.

‘Mujeres trinchera’ en Colombia: cuando tu cuerpo es un arma de guerra

Luz Marina Becerra, María Eugenia Urrutia y Blanca Nubia Díaz (de izda. a dcha). Tres mujeres víctimas de la violencia en Colombia. Ahora, activistas.

Luz Marina Becerra, María Eugenia Urrutia y Blanca Nubia Díaz (de izda. a dcha). Tres mujeres víctimas de la violencia en Colombia. Ahora, activistas.

Hoy me enfrento por primera vez a las notas que tomé en Bogotá hace seis meses, durante un viaje organizado por Oxfam Intermon, un recorrido monográfico por la violencia sexual contra las mujeres en Colombia en el marco de un conflicto armado que dura casi 50 años.

Una guerra. Sin más. Sin menos. Con sus muertos, desplazados, familias rotas. Con sus miserias; las que se ven y las que se entierran bajo una lápida. Con sus armas; las evidentes y las que no portan munición en forma de metralla. Con su utilización de las mujeres como estrategia bélica, tan terriblemente eficaz como vehículo de terror colectivo e individual que se repite en casi cualquier conflicto conocido, desde el génesis de la antigua Roma (recuerden la leyenda del rapto de las sabinas), a los ya más recientes de Bosnia, Ruanda, Congo, Sierra Leona o la propia Colombia.

Las mujeres como trinchera de guerra, parapetos defensivos para construir un ataque al enemigo a base de su humillación, su sometimiento, controlando sus cuerpos como señal de dominación; violándolos, mutilándolos, torturándolos… porque son ‘propiedad’ de otros, y desde esa perspectiva constituyen un simple y perverso botín con el que desestabilizar al colectivo oponente. Pura mercancía; puro instrumento.

Solo hay una diferencia entre las mujeres víctimas de entonces y las de ahora: aquellas vivían, sufrían y morían en silencio; pero hoy muchas de las que han sobrevivido al horror han tomado las riendas de sus vidas, luchando por que sus historias se conozcan, por que los delitos cometidos contra ellas no queden impunes, por que su dignidad y la de otras quede intacta y no vuelva a ser objetivo bélico en ningún rincón del mundo. Muchas de ellas lo han perdido todo, y aun así arriesgan su vida de nuevo en esta lucha.

Estas son las mujeres que conocí en Bogotá. Fuertes, valientes, ejemplares, sólidas, «berracas», como ellas mismas dicen. Con hijos, sin ellos, de origen humilde, de clase media, desplazadas, bogotanas. Negras, indígenas, blancas. Mujeres que abrazan y se dejan abrazar, que lloran y comprenden el llanto ajeno, por eso saben que no hay que ponerle freno. Mujeres de mirada limpia que dan las gracias por nada, por unos minutos de escucha, de acompañamiento en su sufrimiento, en su proceso de cura. Mujeres con historias tan terribles a sus espaldas que produce sonrojo sentir dolor al releer las notas con sus testimonios.

Una decena de mujeres compartieron estas vivencias con nosotros en Bogotá. Son ‘solo’ el 0,002% de las 489.687 víctimas que fueron objeto de la violencia sexual entre 2001 y 2009 en ese marco del conflicto armado colombiano. Un 0,002% que tiene nombre: Rosalba, Blanca, María Eugenia, Luz Marina, Johana, Nora, Jennifer, Yovana, Jineth… Un 0,002% que da sentido a la palabra ‘empoderamiento‘.

Porque sacan fuerzas de algún sitio del que solo ellas deben de tener la llave y se ponen al frente de otras mujeres para ayudarlas a salir de un agujero al que otros las arrojaron; para hacerlas entender que no están solas, que ellas no tienen la culpa, que sus cuerpos son bellos porque son suyos y de nadie más, incluso mutilados, incluso torturados; que los asesinos de sus hijos pueden y deben ser capturados, al igual que sus violadores y torturadores; que juntas solo pueden sumar; que solo juntas podrán evitar que sus hijas, sus vecinas y sus compatriotas tengan que pasar por su mismo doble calvario: el de la agresión y el de esa impunidad que alcanza cotas sobrecogedoras en Colombia, inasumibles, inaceptables, insoportables.

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A quienes vamos y regresamos, a quienes en seis meses olvidamos sus nombres y los detalles de las narraciones de sus vidas, a quienes borramos sin quererlo sus timbres de voz, el calor de sus abrazos, la amargura de sus lágrimas, a quienes seguimos con nuestras vidas a más de 8.000 kilómetros de distancia… A nosotros solo nos queda obligarnos a releer nuestras notas cada poco tiempo para volver a sentir aunque sea una millonésima parte de ese dolor, e intentar esculpir con palabras, una y otra vez, el relato de sus vidas para que entendamos y hagamos entender que la lucha por su dignidad es la batalla por la dignidad de todos. Es lo único que ellas nos piden: «¡Cuéntelo!».

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Tras dudar mucho sobre el género periodístico que debía utilizar para contar la historia de estas ‘mujeres trinchera’, me decidí por hacerlo de una manera más personal en este blog. La razón es sencilla: no soy buena reportera. Me cuesta alejarme de las historias, poner tierra de por medio, aparcar sentimientos y emociones cuando soy yo quien tiene que narrarlas. Los derroteros profesionales me han llevado por caminos muy diferentes al del periodismo que hace años deseaba para mí misma, el del narrador solo ante su historia, capaz de construirse a sí mismo a partir de las vidas ajenas, hábil para tejer un relato con retazos bien escogidos, para desarrollar esa especie de ‘periodismo patchwork’ que protege o desprotege a quien lo lee, que puede transmitir la calidez más confortante o el frío más glacial solo con palabras que tan pronto te cubren y arrullan, como te descubren y desnudan. Por eso encuentro refugio en los textos de otros; por eso leo, no sin cierta envidia y con enorme admiración, a periodistas como Ramón Lobo, Jon Lee Anderson, Bru Rovira, Jordi Pérez Colomé, Leila Guerriero, Olga Rodríguez y alguno más. Por eso les recomiendo que no se queden solo con este post, y que lean y se dejen empapar por estos dos extraordinarios reportajes de Ander Izagirre, con quien compartí algunas de las experiencias que acabo de relatar. En ellos refleja excepcionalmente bien lo que yo solo he sido capaz de esbozar aquí: