"El deseado bien último se alcanza mejor mediante el libre comercio de ideas".(1919) Juez O. Wendell Holmes del Tribunal Supremo de EE UU

Una huelga que puede arruinar al gobierno

La mal llamada huelgas de transportistas es una prueba que coloca al gobierno en la parrilla. Más que huelga es un ejercicio de presión con rehenes: los ciudadanos perjudicados. El gobierno podría dejar claro que con presión callejera no habrá negociación. Y la oposición otro tanto. Pero no va a ser: el gobierno hace de avestruz confiando que la tormenta pase (siempre pasa) y para la oposición cualquier desgaste del gobierno le va bien.

Los de la huelga dicen que nos vamos a “enterar”, que si no les dan lo que piden lo vamos a pasar mal todos. Y saben (pueden) cortar carreteras, rajar neumáticos y arman el caos. Amenazan el estreno de EXPO de Zaragoza y luego con las plagas de Egipto. Los activistas advierten: “conseguimos lo que queremos o nos llevan a la cárcel”. ¿Qué tendrá que ver la prisión, el código penal, con el precio de los carburantes?

En los noticiarios se nota entusiasmo con el conflicto, ¡caos!, ¡desabastecimiento!… y sin explicar el fondo del problema ni las reivindicaciones, emiten el parte de guerra de un conflicto muy visual. Una huelga de transportistas es algo que ningún gobierno desea y que los ciudadanos no merecen. El riesgo de incidentes imprevisibles es elevado y la irritación ciudadana puede alcanzar el rojo vivo.

El Gobierno ha optado por la discreción, por llamadas a la calma y ofertas de comprensión: “respeto a las expresiones de reivindicación” ha dicho Zapatero. Es decir la magia del talante, que puede que vaya bien o que quizá no. A los gobiernos las huelgas ruidosas se les atragantan y les sacan de pista; acaban preguntándose ¿Cómo que me pasa algo semejante, con lo bien que lo hago?

Obama entra en la recta final

Al candidato Obama le queda el tercer y definitivo set en la complicada carrera a la presidencia de los Estados Unidos, que impone muerte súbita cuando no se supera cada una de las tres grandes pruebas. La primera significa entrar en la lista de candidatos, una lista abierta, amplia que descarta en cuanto no se cumplen determinados requisitos. La segunda es la nominación del partido y la tercera la votación final.

Para Obama la primera prueba se resolvió en las primarias de Iowa, el primer martes del año, cuando obtuvo unos resultados mejores de los esperados, por delante de la candidata con más posibilidades: la Clinton. No era suficiente para garantiza la nominación pero si necesario para aspirar a ella.

Desde entonces la segunda prueba ha sido dura e intensa y concluyó anoche, una vez que el número de compromisarios que apoyan al candidato supera el 50% de los convocados a la Convención.

A partir de ahora empieza la tercera prueba, la definitiva, la carrera frente al otro adversario republicano, que concluirá el 4 de noviembre, el primer martes de ese mes después del primer lunes. Una fecha mítica que se repite desde hace dos siglos todos los años pares (uno para elegir un tercio del Senado y el Congreso y otro para otro tercio y el Presidente de la Unión) una fecha elegida por cuanto las cosechas estaban recogidas y los votantes podían viajar hasta el colegio electoral sin dejar abandonado el trabajo.

Cualquier candidato que llega a la tercera prueba ha pasado por filtros e investigaciones sin cuento, ninguna democracia practica un proceso de selección más exigente. El candidato ha debatido reiteradas veces con todo tipo de adversarios y en múltiples escenarios, se ha confrontado con miles de personas cara a cara, ha asumido estrategias de comunicación y marketing político de última generación y se ha gastado un montón de dinero procedente de donantes individuales.

Obama ha disfrutado de la mayor cantidad de dinero gastado en unas primarias, aportado por miles de donantes anónimos seducidos por su promesa de cambio. La fortaleza de la imagen del candidato se asienta en dos libros autobiográficos bien vendidos, una trayectoria política sólida (aunque sin experiencia nacional e internacional) y una capacidad de seducción sin precedentes, construida a base de discursos ante miles de personas. Obama puede ganar, Obama significa cambio. Por ejemplo en la actitud de respeto a sus adversarios.

Esos antifascistas que son fascistas

El diccionario atribuye a la voz fascista la descripción de excesivamente autoritario, es decir que trata de imponerse por y con todos los medios. El salto de autoritario a violento es inmediato, casi inevitable. El centro de Madrid, la Gran Vía, fue escenario ayer por la mañana, de una manifestación o demostración de un centenar de antifascistas (no es la primera) que trataban de contrarrestar y amedrentar a otra de grupos parafascistas. Al fondo y como excusa la venganza por la muerte reciente de uno de un bando por los del otro.

El hecho no ha merecido mucha atención en los medios, más allá de que como un cámara fue golpeado por hacer su trabajo, su emisora dio al asunto cierta notoriedad, y se pudieron ver una imágenes del comportamiento de estos antifascistas que actuan peor aun que los fascistas.

La violencia callejera de antifascistas, fascistas, proetarras, antisistema… todos forman parte del mismo abuso intolerable, merece persecución, sanción y desfile ante la justicia, delante de jueces diligentes que defienden el estado de civilización frente al de barbarie, con la más santa intolerancia del estado de derecho frente a los intolerantes que se apoderan de la calle con violencia e imposición.

A estos antifascistas que se comportan como fascistas hay que conducirles ante el juez para que reparen los daños y rediman los perjuicios. Y no dejarles desfilar, porque lo que siempre acaba mal no debe empezar

Bombas de racimo y minas antipersona

Todas las bombas, todas las armas, son contra las personas, es algo consustancial. Unas armas son más armas que otras, peores que otras. Entre las más indeseables aparecen las minas antipersona sembradas por el campo y con efectos indiscriminados en el tiempo y en la víctimas; algo semejante ocurre con esas bombas racimo cuyos efectos vemos en las televisiones e imaginamos en los lugares de impacto.

La movilización social, promovida por gentes de buena voluntad y con mucho valor y entrega, ha sensibilizado, ha forzado a algunos gobierno (no a los grandes que monopolizan la guerra o a los más belicosos que viven de ella) a calificar algunas armas como indeseables.

Fue un logró social con las minas antipersonas, millones sembradas en zonas de conflicto, fueran prohibidas e incluso que se organizaran operaciones de retirada sistemática de las ya sembradas. Una noble tarea y un objetivo cumplido en buena parte.

Ahora se ha suscrito un acuerdo para retirar y prohibir las “bombas racimo” por iniciativa de una serie de organizaciones civiles, privadas, que han sido capaces de sensibilizar a muchos gobiernos, especialmente a los europeos. En el plazo de ocho años se retirarán esas bombas de los arsenales.

Son noticias de esperanza, de civilización, que ocupan espacios menores en los medios, seducidos ahora por esa bronca política en la derecha española entre personas que pueden ir de la mano, o a la contra, según que circunstancias.

La bronca popular parece que no impresiona demasiado a los electores populares a la vista de los resultados de la última encuesta del CIS. Aunque las divisiones internas inquietan a los votantes de base, las actuales del PP producen el efecto de que son broncas de corrala sin demasiada trascendencia, más allá de que alguno que se signfiicque acabe en las tinieblas exteriores.

El debate del crucifijo

El Parlamento dedicó ayer tiempo a debatir una proposición para retirar los símbolos religiosos de los actos públicos. La propuesta no salió adelante, el gobierno, su grupo parlamentario, seriamente enfrentado a la jerarquía católica española, no entendió oportuno dar luz verde a esa proposición que significa modificar hábitos mediante leyes.

La presencia de los símbolos religiosos, especialmente el crucifijo, en espacios públicos y, en concreto, en el acto de aceptación de cargos relevantes como el nombramiento del gobierno, ha sido habitual hasta ahora y algún día dejará de serlo. El diario “El País” critica la presencia del crucifijo en el juramento del gobierno ante el Jefe del Estado, en la Zarzuela. Fue la pregunta que un representante del diario trasladó al candidato socialista, a Zapatero, en una de las entrevistas de campaña mantenida en una televisión. El candidato evadió la respuesta con algo así como ¿que más da?

La pretensión de retirar el crucifijo se inscribe en una demanda laicista que podría (o debería) haber sido iniciativa de la propia iglesia católica, decidida a separarse del poder civil, de dar sentido y vigencia a aquello de “al cesar lo que es del césar…”

Sin embargo la presencia pública de lo religioso, de los símbolos de los católicos, ante el público y en ámbito oficial, forma parte de los objetivos de los actuales obispos que tratan de mantener y resistir costumbres de etapas anterior, cuando la Iglesia formaba parte del Estado y en muchos ámbitos le dirigía. Forma parte de la pugna por el poder material y del dominio de las conciencias y las personas.

El gobierno no está cómodo con estos obispos y cardenales, pero evita la confrontación simbólica, aguanta, soporta, tolera; entre vez y cuando ensaña las uñas, pero mantiene una estrategia de evitar enfrentamientos de mucho ruido y pocas nueces.

La presencia oficial de un catolicismo político es trasnochada, revela la debilidad de una jerarquía que mira al pasado y que va en repliegue aunque se muestre muy activista. El caso no merece leyes ni normativas, simplemente que la normalidad se vaya imponiendo sin herir ni alborotar. El crucifijo forma parte de lo personal, de lo privativo de los católicos, merece el mayor de los respetos, pero en los espacios oficiales ya no tiene caso, quizá nunca lo tuvo.

Partido Popular, ¿otra vez coalición?

No han faltado en la historia de la democracia española partidos políticos que se han despeñado por sus propios méritos: desde UCD al PCE, pasando por el CDS de Suárez y muchos partidos en la derecha, el centro y la izquierda y los extremos de todos ellos. ¿Le sucederá al PP algo semejante? No parece, tiene demasiado volumen: militantes, patrimonio, votos, aparato… como para que se vaya todo por la gatera. Intentarlo ya lo intentan sus actuales dirigentes, a leñazo limpio entre ellos, con una diligencia asombrosa. ¿Qué pretenden? ¿Será ofuscación pasajera o es que son así, propensos a romper los juguetes porque les falta alguno o no son de uso exclusivo?

Este PP es fruto de la refundación de 1989, cuando Fraga se fue a presidente de honor y entregó las llaves a Aznar. Entonces existía la Coalición Popular, que era una fusión inestable de partidos de distinta factura ideológica: la derecha clásica, conservadores de Alianza Popular (donde estaban Fraga, Gallardón, Rajoy…y Aznar y Cascos); los liberales de Segurado (cabían en un autobús) donde viajaba Esperanza Aguirre; los democristianos de derechas con Alzaga al frente y Arenas detrás. Mayor Oreja también era democristiano, pero en este caso vasco y foral, y con filiación de exUCD. Porque en aquella mezcla estaban también los de la extinta UCD que inventaron Suárez y Calvo Sotelo y donde se sumaron las familias y tendencias antes citadas y también socialdemócratas de distintos acentos, y los azules (del anterior régimen) como Martín Villa o Fernando Suárez.

Aznar disolvió las familias (las metió en disciplina), suprimió las vicepresidencias y logró un partido que no parecía una coalición. Perdió dos elecciones frente a González: la primera no debe cargarse en la cuenta de Aznar, no juzgaron sus credenciales sino las de la etapa anterior de Fraga, como el 2004 se juzgó a Aznar y no a Rajoy. Y en las segundas (1993) para las que el PP y Aznar se sentían ganadores indiscutibles, tropezaron con un PSOE agonizante pero ganador por poco.

Finalmente Aznar condujo al partido, unido y satisfecho, a la victoria durante dos legislaturas, y desde su éxito descansó, designó sucesor y vuelta a empezar. Y otra vez aparece la coalición, las banderías, las familias y las intrigas permanentes. ¿Acabará el lío en otra coalición a la anterior usanza? ¿vuelven a las andadas? ¡Que tropa!

Rajoy pelea contra su sombra

Rajoy lucha con su sombra, no tiene adversario identificado, simplemente gentes que no le quieren al frente del partido, que buscan sustituirle y que imaginan que quien llegue les hará más caso. La lista de adversarios se nutre, sobre todo, con los que se ven descolgados de la direcciópn popular por las ideas renovadoras que destila el cuestionado jefe.

En su día Esperanza Aguirre lanzó un desafío lateral con un discurso de matiz liberal para animar un presunto debate. El debate no se ha abierto o, en todo caso, no en ese sentido. Las quejas de María San Gil, Ortega Lara… no van en clave liberal. Y las insinuaciones de Cascos, Aznar y demás compañeros de fatigas tampoco tienen claves ideológicas. Esta mañana se suma a la lista de los que quieren jubilar a Rajoy Gabriel Elorriaga, anterior responsable de información del Partido, pero ahora sin tarea relevante en la nueva corte del PP.

La pregunta que se hacen muchos, incluido Rajoy, es quien dirige la maniobra, donde trazan la estrategia y quienes participan en ella. Desde algunos medios informativos llegan los mensajes, lo cual forma parte de la naturaleza de las cosas, casi siempre ha sido así en la política de una forma más o menos grosera.

Pero la trazabilidad del enredo no es notoria. Con el tiempo sabremos casi todo, quien dijo qué y quien llamaba o se veía con quien; se pondrán en evidencia los tontos útiles, que nunca faltan en estas coyunturas, los que se notan kenedianos y los que se sienten salvadores.

La estrategia contra Rajoy pasa por tumbarlo antes del Congreso, aburrirle, cansarle, agotarle para que tire la toalla y se abra espacio para un elefante blanco previsto o por aparecer. Quizá no hay ni conspiración, ni director, simplemente agitación de activistas que se mueven por estar en la pomada, por enredar sin perder posición, por miedo al cambio y lo desconocido.

Hasta el Congreso faltan cuatro semanas, 25 largos días que serán un desgranar de partiodarios y opositores. Puede incluso que emerja el candidato alternativo aunque parece que se trata primero de crear el vacío, de abrir el hueco, para que luego aparezca el salvador, con victoria asegurada y por aclamación.

Los precios de los pisos…bajando

Desde que empezó la crisis inmobiliaria, hace casi un año, los portavoces del sector han ido escalando posiciones de defensa y respuesta. Primero sostuvieron que los precios no debían bajar, que la crisis se resolvería con unos paquetes de ayudas que no pusieran en riesgo los precios nominales. Por un lado pretendían que se materializaran las preventas en curso y que los potenciales compradores no se desanimaran, ni asumieran que cualquier precio de hoy mejoraría (a la baja) con el paso de los días; que lo que hoy vale (o lo pretende) cien mañana valdrá manos. Incurrieran en un error de apreciación, cuando cambia el ciclo además de tantear hacia dónde va, parece recomendable proceder a reconocer el cambio y las desvalorizaciones cuanto antes.

Ahora el sector reconoce que las pérdidas de valor se sitúan en torno al 15%, como media. No es sencillo fijar esa medida ya que se trata de un mercado muy amplio, muy complejo y muy segmentado. Los economistas del Banco de España estimaban hace un par de años que la sobrevaloración inmobiliaria rondaba el 20%, para ello se apoyaban en los estudios sobre crisis precedentes y en las opiniones de los especialistas.

En Estados Unidos, una sociedad más flexible que las europeas, el ajuste inmobiliario está siendo intenso y profundo, los precios han caído más del 20% y aun no han encontrado el fondo. En España lo que se ha producido es una paralización del mercado, las compraventas materializadas andan por un tercio con respecto a los mejores momentos previos y los visados de nuevas construcciones andan por el 40%. De manera que estamos ante un ajuste profundo de la oferta y también ante un replanteamiento de los precios.

Ni con esas la demanda reacciona con operaciones cerradas, sigue buscando oportunidades y apostando por mejores precios. Los ajustes inmobiliarios suelen tonarse entre dos y cuatro años, y el actual no llevará menos. De manera que el recorte del 15% puede ser conveniente, estimulante, pero insuficiente para que cambie la tendencia. Queda calvario por recorrer, y sobra miedo en las respuestas.

Cuando María, hace de María San Gil

Los iconos suelen ser silentes, mero y solemne testimonio; en cuanto hablan y se fajan en lo cotidiano, dejan de ser iconos. Rato (o fue Felipe) dijo días atrás que no se puede sorber y soplar… o quizá si, depende quien lo intente. Se referían a Rajoy que es gallego aunque el bachillerato lo hizo en León.

Quien no sopla y sorbe al tiempo es la dirigente del PP en el País Vasco, María San Gil, simplemente María en el partido Popular y sus alrededores. Como María tiene aureola, licencia, es víctima permanente y por tanto con derechos no escritos. Habla claro porque puede. La quisieron de nº 2 por Madrid, para el congreso, pero con buen criterio ella prefirió respetar el mandato de sus paisanos guipuzcoanos para el Parlamento de Vitoria.

Como María San Gil ha entrado en la bronca del PP con el crédito de ser un icono del partido, un referente dijo Ana Botella, y le ha arreado a Rajoy un bofetón de aupa: “no eres confiable” ¿se puede decir algo peor de un político con pretensiones de líder?

Y dicho eso San Gil ha ido más allá, se ha metido en harina y ha puesto condiciones y plazos. Incluso se les ha impuesto a los suyos, a los compañeros en la exigente militancia popular vasca. Y a estos les han pesado los pies, no quieren confrontarse con María, pero tampoco están dispuestos a seguir a ojos ciegas a San Gil. Un dilema incómodo.

María San Gil ha pedido adelantar unos meses el congreso del PP vasco, ¿Qué significa ese adelanto? ¿Qué aporta? Sus colegas no lo han entendido, no lo han rechazado por cariño a la jefa, pero la han dejado colgada de la brocha. Los 28 votos a favor sirven para aprobar, pero los 33 que han preferido abstenerse dejan a San Gil en precario, a la intemperie.

¿Puede pasarle algo parecido a Rajoy en su congreso? Puede ganar pero con un voto de castigo que debilitaría su liderazgo hasta dejarle mellado, inservible. Son los riesgos de la política a la contra.

A diputado con criterio propio…multa

Un diputado socialista decidió ayer no taparse la nariz y votar a favor de una moción de IU contra la resolución que no ve incompatibilidad en el fichaje del anterior jefe de la Oficina Económica del Presidente por el lobby constructor SEOPAN. Sólo un diputado socialista antepuso su propia conciencia a la disciplina del partido. Una disciplina por la propia disciplina ya que la moción no tenía consecuencias prácticas más allá del reproche y del bofetón al ministerio de Administraciones Públicas.

El caso se mueve en el ámbito de la estética, salvo que alguien decida irse a los tribunales de lo contencioso para impugnar la resolución administrativa y buscar una interpretación de la ley en el ámbito judicial.

El Psoe no quería empezar la legislatura con tropiezos en la cámara y por eso buscó la ayuda de CiU, siempre sensible a estos asuntos y a echar una mano (hoy por ti, mañana por mi).

Al diputado rebelde, Juan Antonio Barrio de Penagos, de Izquierda Socialista, que entró en la pedrea de la repesca. una vez que los nuevos Secretarios de Estados dejaron hueco (Barrio ocupa el asiento que correspondió a Jaime Lisavesky), y se ha dejado notar desde primera hora.

Sus jefes han decidido ponerle una multa, aunque solo para disuadir otras disidencias. Una multa contra la conciencia, que hace doble el pecado de impaciencia del asesor económico del presidente.

Al grupo socialista no le hacía feliz defender el caso, pero la disciplina pesa. Solo un diputado ha hecho uso de su libertad de discrepar. La sanción es improcedente y se inscribe en la zona villana de la política partidista.