"El deseado bien último se alcanza mejor mediante el libre comercio de ideas".(1919) Juez O. Wendell Holmes del Tribunal Supremo de EE UU

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Reprobar ministros, toreo de salón

Reprobar ministros en el Congreso es como torear de salón, pura cohetería. El Congreso está en su derecho, como en el de aprobar que por la noche es de día, pero la noche es noche y a los ministros les nombra y separa el Presidente del Gobierno, no el Congreso. Reprobar es una palabra sonora, el réprobo (ba) según dice el diccionario es persona condenada a penas eternas. ¡Toma del frasco! Si la ministra de Fomento hubiera sido reprobada la podrían llamar la ministra réproba que es un calificativo como para no salir de casa. O quizá para todo lo contrario, depende de la resistencia.

El sistema de castigo al gobierno es la moción de censura, que tiene que ser constructiva porque los constituyentes decidieron propiciar gobiernos estables, no sometidos al humor coyuntural del Parlamento y de los grupos parlamentarios.

Me llama la atención que el presidente Zapatero, tan descalificado durante todo su mandato, concluya la legislatura agotándola, en plazo, sin una huelga general y sin una moción de censura. Eso puede querer decir, desde la realidad y no desde la ensoñación, que el gobierno no debe haber sido tan débil. De hecho en esta fase final de la legislatura, cuando los aliados minoritarios tienen poco que sacar y toman distancia para ganar espacio con sus electores, a pesar de no contar con mayoría parlamentaria, ha sacado adelante el Presupuesto e incluso la llamada reprobación de la ministra que era gratis.

De lo que está sucediendo con las infraestructuras catalanas y en concreto con el AVE a Barcelona, hay bastantes responsables y desde hace bastantes años. El proyecto AVE a Barcelona tiene más de diez años, un plazo desproporcionado e innecesario. Es una historia poco feliz donde ha habido muchos tomando decisiones políticas, desde Cascos hasta la actual ministra, desde las administraciones de CiU y PSC en ayuntamiento y Generalitat. Son muchos los que han metido la pata en esta historia, casi tantos como los que ahora se rasgan las vestiduras y apuntan a otro.

¡Tarancón al paredón!

Entre los disparates que he escuchado en la calle uno de los mayores es el que titula esta nota. Fue allá por noviembre del 1975, me tocó cubrir para la agencia de noticias en la que me iniciaba en el periodismo, el entierro del presidente del gobierno de Franco, el almirante Carrero Blanco, asesinado por ETA. Presidía el cortejo el cardenal Tarancón, obispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal. Nada más salir del edificio de la presidencia del gobierno en Castellana 3 un grupo de exaltados. Algunos brazo en alto entre otros gritos repetían: ¡Tarancón al paredón! El paredón estaba en su horizonte y la figura del cardenal de Madrid también.

Han pasado algo más de treinta años, la posición de la Iglesia española, de su episcopado, ha evolucionado, como lo han hecho los tiempos. El cardenal Tarancón aplicaba el viejo principio de que a Dios lo que es de Dios y al Céesar lo que es del César. Tomó distancia de la política y no quiso amparar ningún partido político católico.

El sábado, en la cena ofrecida por el Estado español, representado por la vicepresidenta Fernández de la Vega, a los tres nuevos cardenales nacidos en España, la vicepresidenta citó a San Agustín y el cardenal de Valencia, Agustín García Gasco se esmeró al responder para marcar distancia con los anfitriones, como queriendo indicar: que no haya equívicos, este gobierno no nos gusta.

El episcopado español va a jugar a favor del PP en las inminentes elecciones, al César desde Dios, desde su Dios. Ese es el mensaje que dejó el nuevo cardenal en el comedor de la embajada española ante el Vaticano. La vicepresidenta apeló a la unidad (por necesidad), la libertad (en la duda) y la caridad (siempre), en cita de san Agustín, pero no impresionó a sus compañeros purpurados.

De las relaciones con el episcopado en los gobiernos socialistas se ocupan siempre los vicepresidentes. Lo hizo Alfonso Guerra que ha dejado en sus memorias algunos apuntes ilustrativos sobre la experiencia. Y lo hace ahora la vicepresidenta de la Vega, abrazada a la caridad y a la prudencia ante unos obispos irritados porque los legisladores no se pliegan a sus exigencias y creencias.

Largo camino desde aquellos gritos infames con el paredón al fondo, y estos ejercicios de flirete en las embajadas.

El diario de Patricia

El diario de Patricia es un programa de éxito en la televisión que se mueve por terrenos procelosos. En el oficio se dice que se mueve por “el barrillo”. Su contenido anda por los límites, pero tiene audiencia alta y eso lo perdona casi todo. A mí me parece deplorable. Me paro a verlo de vez en cuando y noto que no cambia el guión, quizá lo acentúa. Ni es periodismo, ni tiene que ver con el periodismo.

La responsabilidad básica del programa es del emisor, de la cadena, tanto o más que de la productora que es cooperadora necesaria del producto.

Ahora ha tenido un serio tropiezo por un caso de malos tratos que acabó en la peor de las hipótesis. Era un riesgo probable que se ha convertido en real. Al que anda friendo suele salpicarle el aceite, pues por lo mismo, el que anda en el barro acaba embarrado.

La cadena guarda silencio y deja pasar. La productora se disculpa como puede, intentado parar el golpe. Algunos miran al gobierno como pidiendo árnica, soluciones. No vendrán de ese ámbito. Cabe esperar dos respuestas, improbables, pero efectivas. Por un lado, la sanción judicial, la condena con costes económicos disuasorios. Y por otro, el rechazo del público, más complejo, más difícil, pero no imposible, ya que cuando se pasan determinadas rayas se paga.

Pero quede claro, la responsabilidad máxima es de los editores, que los amparan y se aprovechan, que pretenden ser respetables, que van a las recepciones, pero que no son respetables. Deberían avergonzarse.

Los horarios comerciales

La libertad parcial o relativa de horarios comerciales estuvo sometida a intenso debate años atrás, para luego pasar a segundo plano. Vuelve ahora a los medios a cuenta del calendario de aperturas que fija cada gobierno autonómico para el año siguiente. El de Madrid es el paladín en cuanto al más amplio margen de horarios y estudia ampliar su fórmula de 90 horas a la semana y 20 domingos al año, mientras que otras comunidades se conforman con 72 horas semanales y 8 domingos al año.

Los del gobierno de Esperanza Aguirre se apoyan en su pretensión aperturista en un estudio elaborado en la Universidad Juan Carlos I que acredita que la Comunidad de Madrid, con el régimen más abierto de España, ha visto crecer el espacio comercial, el empleo y el salario medio a mayor ritmo que las comunidades poco aperturistas, especialmente Cataluña y País Vasco.

Es cierto que los estudios son relativos, que responden al interés del contratante, pero la vitalidad comercial de Madrid es evidente, sobran indicadores, y algo tendrá que ver en ello esa mayor libertad.

Fue Miguel Boyer, allá por mayo de 1985, cuando la economía andaba muy decaída, quien adoptó una medida liberalizadoras de los horarios del comercio, los alquileres y la amortización de inversiones, que contribuyeron decisivamente a la recuperación y a un vigoroso ciclo alcista entre 1986/89, con creación de más de un millón de empleos y tasas de crecimiento anual del PIB del orden del 5%.

La liberalización Boyer fue radical, profunda, innovadora. Pero luego el gobierno (con Solchaga diletante y fondón) fue dando pasos atrás y restando eficacia a aquellas medidas. Ahora renace el debate, Madrid va a ampliar los márgenes de apertura comercial y otras comunidades, poco a poco, harán otro tanto.

Los huevos rotos de Lucio

No es fácil comer en los mejores restaurantes huevos fritos con patatas como Dios manda; un plato que por su sencillez se convierte en comida de casa; los mejores los de la abuela. En ese restaurante de la Cava Baja madrileña llamado Lucio, al que el Rey invita a políticos de postín para mostrarles aprecio y familiaridad, los huevos con patatas, “huevos rotos” son excepcionales. Algunos dicen que es leyenda, pero lo cierto es que Lucio tiene clientela fija y ocasional y llena al mediodía y a la noche, lo cual no es sencillo ni habitual en Madrid ni en ninguna otra ciudad.

Lucio da bien de comer desde hace muchos años. Y además es amable y dedicado. El propio Lucio, los camareros y el aparcacoches. Además de los famosos huevos, Lucio compite con el arroz con leche y con la carta más tradicional: desde la ensalada a la merluza a la romana pasando por el solomillo. La técnica de Lucio es tan sencilla como tradicional: buenas materias primas y no estropearlas en la cocina.

Clinton, como el canciller Kohl, son de buen comer y aprecian lo cotidiano. Al norteamericano no se le caen los anillos por irse a tomar una hamburguesa al restaurante de la esquina. Por eso el Rey acertó citando en Lucio al presidente “que fue” de los Estados Unidos.

No frecuento Lucio, y no es por falta de ganas, pero recuerdo que la última vez que cené allí, en la mesa de al lado estaban los del grupo parlamentario de ERC con rostro bastante satisfecho. Y hablando de Lucio me viene a la memoria un colega entrañable, que algunos recordarán. Feliciano Fidalgo, un periodista de una pieza, entrevistar brillante d ela última de El País, habitual en Lucio con el que porfiaba a cuenta de la calidad de la bodega. Difícil olvidar las cenas con Feliciano en Lucio. En resumen: a pesar de la leyenda en Lucio se come muy bien.

Privatizar la tramitación de licencias municipales

El alcalde Gallardón, al que la investigación de la trama de corrupción en la tramitación de licencias municipales ha pillado en fuera de juego, ha anunciado que acelerá una privatización parcial del proceso de gestión de licencias. Puede ser tan buena como mala solución. Depende como se organice la contrata y los sistemas de control de la misma. Cualquiera que haya transitado alguna vez por los pasillos de las gerencias de urbanismo y aledaños intuye que algo huele raro, que aquello tiende a ser proceloso y que no se ven, pero se notan, cuartos oscuros donde se aceleran u orientan los trámites. Y detectar el tráfico negro no debe ser sencillo.

El manual dice que contra oscuridad la mejor receta es mucha luz, mucha transparencia, las cartas boca arriba. Los nuevos recursos tecnológicos permiten introducir esa transparencia sin costes insoportables, sin burocracia inútil. Y en la complejísima tramitación de licencias municipales esa transparencia sería el mejor antídoto contra las tramas de corrupción.

El manual dice también que fragmentar el poder ayuda a evitar abusos. Y en ese sentido una inteligente cesión de parte de la tramitación a gestores privados puede ser una medida acertada.

Los servicios públicos se pueden prestar de muy distinta manera y con distintos actores. Los principios de flexibilidad y de control se pueden conjugar mejor con formas abiertas, aparentemente más complejas pero también con más contraste y eficacia.

El liberalismo de Gallardón es matizado, poco dogmático, apuesta más por la eficacia que por el credo. Quizá tiene razón y una privatización parcial de la tramitación de licencias agilizaría los procesos y reduciría riesgos de abuso. Yo lo intentaría.

El precio del pan

El IPC mide muy bien la evolución de los precios, de todos los precios para todos los ciudadanos. Pero no refleja tan bien, o no sin entrar muy en el detalle de las tablas, donde aprieta el encarecimiento. La subida última del IPC, la de después del verano tiene sesgos muy inquietantes que merecen una respuesta política más vigorosa, una análisis más a fondo.

En las esferas oficiales, empezando por la Moncloa y siguiendo por el caserón de la calle Alcalá, en Economía y Hacienda, han decidido que este último IPC es un incidente en el camino, un mal dato y que ya escampará, que se paga la ronda y tan campantes.

Desde el punto de visto macroeconómico no les falta razón, el salto de escalón que impone el encarecimiento mundial del petróleo y de los cereales (que afectan al pan, la leche, el pollo…) es imparable, nos viene dado. Otro problema es por qué en España afecta más que en otros países europeos. Y en ese punto es donde debería intervenir la política económica.

Otro procedimiento, poco científico, parcial y equívoco, es ir a la compra, preguntar a los que hacen la compra mirando los precios, que generalmente son los que disponen de menos renta y los que llegan a fin de mes con más dificultad. Para ese sector, que no es pequeño, la alimentación supone en su cesta de la compra un porcentaje mucho más apreciable que para la media de la población. Y el encarecimiento de los precios de estos meses en especialmente penoso para ese sector social con poca capacidad para sustituir o para recortar la cesta.

El panadero de la esquina comenta que después de muchos años de precios estables con ajuste anual mínimo, estos dos últimos meses ha padecido lo que se llama “repricing” , es decir modificación sucesiva y frecuente de los precios de todos sus productos, pan, galletas, …que le deja sumido en la perplejidad y que le obliga a consultar la renovada tabla de precios a cada venta. Y ese mismo panadero aprecia en sus clientes sorpresa y una cierta prudencia a la hora de compra porque la cuenta sube.

El precio del pan no es solo un dato macro, también es micro, el relevante para muchas personas que no tienen margen de maniobra para actuar sobre su nivel de rentas y su gasto. Y llegados a ese punto no hay que equivocarse, no se trata de intervenir el pan (es peor el remedio que la enfermedad) pero tampoco de mirar al tendido hasta que escampe. Hay gente sin paraguas.

El tipo único para el IRPF

Me sorprende que ninguno de los dos grandes partidos se atrevan a llevar a sus programas electorales una reforma del IRPF que simplifique el impuesto e imponga un tipo único con una base exenta general importa e ala que se desplace buena parte del factor de progresividad. El resto de la distribución debe ir en el gasto social, al que corresponde sentar las bases de la igualdad de oportunidades.

Miguel Sebastián, el economista de cabecera del presidente del Gobierno, terció en el tema el sábado con un artículo perfectamente planteado y argumentado en El País. Pero las bases socialistas son reacias y los populares no se atreven por si les acusan de favorecer a los ricos, de rebajar la tarifa en beneficio de sus votantes.

Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo, el inversor más avezado desde hace años, se queja de pagar pocos impuestos, dice que su tipo efectivo no alcanza el 18%, mientras que muchos de los empleados medios de su compañía de inversión, con ingresos sensiblemente inferiores a los suyos, alcanzan el 30% o más. Algo semejante ocurre en España. Y el arreglo no llega por la vía de endurecer el impuesto, de empinar la tarifa, des salir en busca de los ricos para que paguen más. Todo lo contrario la estrategia debería por la simplificación y el automatismo del impuesto.

A mi me convenció de la eficacia del tipo único el profesor Fuentes Quintana allá por el 1989 y lo dejé escrito en el Diario16 de entonces, y en el Cinco Días de más tarde y en cuantas publicaciones he podido hacerlo. Me sorprende que los líderes políticos, muchos de ellos convencidos de la conveniencia del tipo único, no se atrevan a plantearlo. Significa falta de coraje, de integridad y de confianza en su capacidad para persuadir.

Me recuerda el debate sobre la peatonalización de calles comerciales importantes. Gran resistencia a que ocurriera, pero entusiasmo ciudadano posterior. ¿Se imaginan que vuelva el tráfico, por ejemplo a las calles madrileñas de Carmen y Preciados, las que convergen en la Puerta del Sol. Sospecho que con el tipo único pasaría otro tanto.

Vivir cien años

Durante la última década la esperanza de vida de los españoles que nacen, ha aumentado dos años para alcanzar los ochenta. Es un progreso que tiene que ver con los avances de la medicina y con la mejora de las condiciones de vida. La higiene y la penicilina (de los medicamentos y de los avances médicos en el diagnóstico y prevención de enfermedades) han caracterizado el sangriento siglo XX, uno de los más crueles de la historia pero también uno de los más fértiles en cuanto a avances en provecho de los seres humanos.

Los progresos más significativos se produjeron en la primera década del siglo XX (la esperanza media de vida subió diez años, de 34 a 44), en la tercera (otros nueve años, de 41 a 50) y entre 1940 y 1960 crece otros veinte años, de 50 a 70 años.

Las décadas malas son la segunda, perjudicada por la gripe de 1918 que provocó más de 200.000 muertes en España, y la cuarta, la de la terrible guerra civil.

La segunda parte del siglo XX, los cuarenta años que van del sesenta a fin de siglo, anotan un crecimiento constante más lento, pero eleva otros diez años la esperanza de vida para situarla en las cotas más altas del mundo, como la de otros países europeos con más renta.

¿Cómo apunta el futuro? A la vista de los avances de la medicina preventiva y, sobre todo de la predictiva, de lo que significarán las consecuencias prácticas del genoma y de otras investigaciones aplicadas la utopía de los cien años puede ser previsible, probable, con importantes consecuencias políticas sociales a las que conviene prestar atención y estudio.

Del “somos perfectos” a “tenemos problemas”

Estuve ayer en dos debates sobre periodismo, en uno como oyente y en otro como ponente con otros compañeros. En el primero el ponente era el director de El País que explicaba el futuro del periodismo pero hablaba de lo suyo. Seguro de si mismo y de la fortaleza de su grupo y de la cabecera, orgulloso de sentirse el eje y en el eje del debate político. Para el director del primer periódico español (de pago dirían JAMS y Arsenio) no se puede entender la democracia española sin la referencia de El País. Es una opinión, revela que en esa casa van bien de autoestima y que ven las cosas desde su exclusiva atalaya. Apuntó, como nota de color, que sufre la presión de muchos ministros, más que su colega británico de Guardian. Es decir que son gente que manda.

La conclusión que obtuve tras escuchar atentamente la ponencia y las preguntas y respuestas es que esta gente de El País es perfecta (o casi perfecta, que es una formula más elevada de percepción de si mismo) que tiene toda la razón y que no necesitan de nadie para acertar en lo correcto y lo pertinente. Que están siobrados. No obstante empezó descalificando a los competidores, a El Mundo y a Público, a sus directores, a alguna emisora de radio, a productoras de televisión que les incomodan. ¿Habló bien de alguien?, pues no recuerdo.

Por la tarde participé en Sevilla en un encuentro de doscientos periodistas convocados por la Asociación de Informadores de Salud, que preside con acierto el director de Servimedia, González Huesa. El ambiente era más autocrítico, quizá porque abundaban los periodista de calle, los que andan con la información, más preocupados por contar lo que pasa que por la suerte de la democracia y por su influencia social y política. En esta reunión se habló de periodismo y de periodistas, de su futuro y presente, de la dificultad de informar respetando el dolor y la intimidad, del riesgo de perder credibilidad. Gente de la base que no tiene el país (la nación) encima y a su cargo

El periodismo tiene problemas, como otras muchas profesiones, tengo la impresión que radican más en los jefes que en la tropa. Como siempre.