La mandataria fue a defenderse de las acusaciones en su contra. Es altamente probable que mañana el Senado vote en su contra y sea depuesta del cargo, pero se quebró por un motivo mucho más personal y profundo.
«Dos veces me enfrenté a la muerte: cuando fui torturada por varios días seguidos, sometida a tratos que nos hacían dudar de la humanidad y del propio sentido de la vida; y cuando una enfermedad grave y extremadamente dolorosa pudo haber acortado mi existencia. Hoy sólo le temo a la muerte de la democracia». Esas fueron las palabras que emocionaron a Dilma Rosseff.
La presidenta electa de Brasil habló frente al Senado que debe decidir su suerte. Dijo que la oposición y otros poderes «hicieron de todo para desestabilizar al gobierno» y que en su lugar entró una gestión que «representa a las elites» y que «desprecia a los negros, incluso en la formación de su Gabinete».
«Todos saben que no desvié dinero público y que no poseo cuentas en el exterior. Curiosamente, seré juzgada por crímenes que no cometí«, dijo la mandataria. Acusó a Eduardo Cunha, ex presidente del Congreso, de formar un movimiento golpista, en venganza por una supuesta negativa de su gobierno a ayudarlo a limpiar su nombre.
Dilma Rousseff fue reelegida por 54 millones de brasileños en 2014. En el Juicio Político en su contra se la acusa de cinco delitos: de haber modificado el presupuesto cuatro veces sin la aprobación del Congreso y de un caso de «pedaleo fiscal» (atraso en el pago de la banca pública).
Rousseff se defendió de las acusaciones y dijo que está probado que «no actuó dolosamente» en nada.
Para removerla de la presidencia de manera permanente, 54 de los 81 senadores tienen que votar a favor del impeachment. El periódico brasilero Folha de Sao Paulo asegura que 52 de ellos ya anunciaron que van a votar a favor.
La presidenta suspendida enfrenta una destitución a manos de diputados y senadores con más acusaciones de corrupción que ella: el 60% de los senadores de Brasil tiene causas en su contra.