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¿Se puede padecer obesidad y estar sano?

Obesidad pensarEl padecer obesidad es considerado casi siempre y prácticamente sin excepción como una situación que facilita un mayor riesgo de sufrir algunas complicaciones de salud, en especial metabólicas. Entre ellas y a modo de ejemplo, la diabetes, el incremento del colesterol en sangre o el aumento de la tensión arterial entre las más destacadas, aunque hay muchas más.

Sin embargo, algunos estudios constatan una posibilidad que planea desde hace tiempo en este terreno: el padecer un fenotipo (o imagen)  de obesidad no es siempre sinónimo de un estado de salud peor que mantener un peso “adecuado”. Esta “adecuación” al peso a la que se alude en estos estudios hace casi siempre referencia al sempiterno Índice de Masa Corporal (IMC). Por ejemplo, en este artículo que observó una importante muestra de más de 43.000 personas entre 1979 y 2003, y tras categorizarlos por grupos en función de su obesidad, resultó que entre un 30 a un 40% de aquellos que estaban obesos eran al mismo tiempo metabólicamente sanos. Es decir, más de un tercio de los obesos de este estudio no presentaba las frecuentes comorbilidades asociadas de forma común a su gruesa circunstancia tales como colesterol alto, diabetes o tensión arterial elevada. Hay bastantes ejemplos en la literatura científica sobre este tema. También entre los más recientes tenemos este otro, en el que se pone de manifiesto que esta particular circunstancia, el ser obeso y al mismo tiempo ser metabólicamente sano, no implica estar sometido a un mayor riesgo cardiovascular. Las claves como puedes figurarte son dos, por un lado determinar las causas que favorecen el que teniendo un sobrepeso manifiesto se mantengan a raya aquellos marcadores de riesgo metabólico y, por el otro cómo saber, una vez que se determina el estatus de obesidad en una persona, si se tiene un riesgo aumentado o no.

¿Cómo se puede ser obeso y estar metabólicamente sano?

Algunos teorías apuntan a que la causa principal es el nivel de actividad física. Tal es el caso del primer estudio que he señalado. En él los autores señalan que la clave parece que estaría vinculada al nivel de condición física de cada persona en particular. Se sospecha que el hacer ejercicio y el mantenerse activo, influye de forma positiva en los principales sistemas y órganos del cuerpo, y por lo tanto contribuye a que esas personas estén más sanas desde el punto de vista metabólico; incluidas aquellas que sean obesas. Es más, en esta investigación se sugiere que con el fin de hacer un mejor diagnóstico de la situación concreta de cada persona, además del peso, la cantidad de grasa corporal y otros valores analíticos, sería también importante observar el nivel general de condición física, y así poder estimar mejor, el riesgo de enfermedad cardiovascular, cáncer o diabetes en los pacientes obesos.

Pero no es la única teoría. Otras atribuyen a nuestra flora intestinal un papel decisivo en el que una persona termine presentando un mayor o menor riesgo metabólico con independencia (o en relación) con el estatus ponderal. Tal y como explica Francisco Guarner, director de la unidad de Sistema Digestivo en el hospital Vall d’Hebron, y que puedes consultar en este enlace:

Un individuo resulta más sano cuando su flora intestinal está formada por especies más variadas. Las personas con un intestino menos frondoso soportan, en cambio, más fallos en los mecanismos que regulan la insulina, la glucosa y el apetito”.

Y lo que es mejor: esta dualidad entre causas o motivos no tiene por qué excluir a ninguna de ellas. Es decir, lo más probable es que ambos elementos, la actividad física y la cuestión de la flora intestinal, tengan su papel a la hora de determinar el estatus metabólico de una persona concreta. Sobre la cuestión del ejercicio parece que no hay ninguna duda, y sobre la de la segunda, a día de hoy es una de las corrientes de investigación bastante potente en este terreno. Si a todo esto le sumamos las cuestiones genéticas y más en concreto, las epigenéticas, ya tenemos casi seguro la triada más importante de elementos que condicionan de nuestra salud, más allá de lo que marque nuestra báscula.

Entonces, ¿los riesgos asociados a la obesidad son una engañufla?

No, ni mucho menos. El “pesar de más” no ha de ser un objetivo deseable. Los elementos más interesantes de estas investigaciones ponen de manifiesto que los beneficios de la práctica de actividad física y de una correcta alimentación (que a su vez podría condicionar nuestra flora) van más allá de los relacionados directamente con la báscula. Por tanto, el mantener un patrón de vida más o menos activo y comer de forma saludable, con una proporción adecuada de alimentos de origen vegetal (más integrales y frescos y menos refinados) ha de ser uno de nuestros objetivos prioritarios a la hora de pretender alcanzar y mantener un adecuado estado de salud a lo largo de toda nuestra vida.

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Nota: En la entrada de hoy quiero agradecer la aportación de @_SergioGR, quien el otro día me preguntaba sobre estas cuestiones.

Imagen: David Castillo Dominici vía freegigitalphotos.net

Nutrición-área 51: La flora intestinal como condicionante del peso

Clostridium_difficileYa comenté en el nacimiento de esta subsección que en ella tendrían cabida algunas cuestiones que forman parte de la investigación en materia de alimentación, nutrición y salud y que no todos ellas tenían porque ser “disparatadas” o anecdóticas. El de hoy no es, en principio, ninguno de estos esos casos tal y como sucedió en la entrada de los ciclos-futiles. En resumen se trata de lo siguiente, al parecer, recientes hallazgos han puesto de relieve la posible relación de la flora intestinal con el estatus ponderal o bien con la facilidad vs dificultad para adelgazar.

Antes de continuar no quiero que pienses que he perdido el norte. Sigo siendo de la opinión que la obesidad es una enfermedad multifactorial, que puede ser descrita de forma simple (o incluso simplista) como el resultado de un desequilibrio a largo plazo en términos energéticos entre la ingesta y el gasto energético, equilibrio en el que interviene de forma importante la genética de cada individuo. Sin embargo, mientras que los hábitos alimentarios modernos (caracterizados por la sobre-abundancia) y nuestro estilo de vida (cada vez más sedentario) son algunos de los principales elementos que facilitan el espectacular auge de la obesidad, algunos científicos se están volcando en la investigación de otros posibles factores de riesgo. Uno de esos elementos más recientes ha surgido en los últimos años y especula con la relación entre la obesidad y la composición y funciones de los microrganismos (las bacterias) de nuestro tracto digestivo.

De momento los resultados son controvertidos, es decir no está nada claro, ya que hay estudios de todo tipo, tanto en modelos animales como en humanos y sus resultados contradictorios. La mayor parte de estudios se centran en la distinta proporción de dos Phyla de microrganismos los bacteroides y los firmicutes. Así, buena parte de los estudios ya sean en animales como en humanos que han encontrado asociaciones entre una particular población microbiana y la obesidad apuntan a que en los individuos obesos la población de bacterioides está aumentada y la de firmicutes reducida frente a aquellos otros no obesos. Incluso hay estudios que han puesto de manifiesto un cambio en la población de bacterias tras el adelgazamiento.

Sin embargo, otros estudios no han encontrado tal relación y achacan la variación en la población microbiana a otros factores, entre ellos la composición de la dieta. Más en concreto a la presencia de determinados elementos tales como grasas con un determinado perfil lipídico, la mayor o menor presencia de fibra, etcétera.

En resumen, el debate sobre la importancia en el desarrollo y tratamiento de la obesidad de la relación entre Bacteroides y Firmicutes sigue totalmente abierto. Uno de los elementos más obvios a tener en cuenta para la caracterización de la flora microbiana son las diferencias en la genética del huésped. Además, hay otros factores importantes que convendría tener en cuenta antes de sacar conclusiones precipitadas en este asunto. Entre esos factores están, el tipo de dieta restrictiva efectuada en el caso de adelgazamiento, la magnitud de la pérdida de peso y la duración del estudio. Es posible que el más importante de estos factores esté relacionado con la composición en macronutrientes de la dieta.

Otra cuestión por dilucidar especialmente relevante es si las poblaciones de estas bacterias son responsables de las variaciones del peso o en sentido contrario su ecosistema cambia como consecuencia de la dieta que en cada momento se sigue. Es decir, queda por esclarecer si los cambios en la tipología y cantidad de las bacterias presentes en nuestro organismo son causa o efecto de las variaciones en el peso.

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Foto: Centers for Disease Control and Prevention vía Wikimedia Commons