Un deportista es aquel que sabe que el triunfo del otro es también una recompensa: la de haber encontrado alguien mejor

Aquel Cerezo blanco…

Se ha montado un pollo muy curioso a cuenta del reportaje de algo tan razonable como una cena entre gentes del fútbol. Por esta vez no voy a decir que no entiendo nada. Sencillamente, me cabreo.

Entiendo que hay que llenar muchas páginas, muchas horas de televisión y que no hay noticias para que podamos comer tanta gente. De manera que la noticia se fabrica: a veces de modo simpático, llevando al jugador amiguete a un circo o a una discoteca. Para el lector, para el espectador, una desgracia como otra cualquiera: se nos va llenando la casa de nada, el alma de nada, nos vamos, poco a poco, deshabitando… Entiendo que esté en el mercado un modo tóxico de entender la pasión por los propios colores, que consiste en negar al adversario, odiarlo por encima de todas las cosas, como el primer mandamiento de un decálogo de la vileza…

Pero alguna responsabilidad tendrán -tendremos- los medios de comunicación, incluído este modesto bloguero. El fútbol es una guerra incruenta, como el teatro clásico para Melina Mercuri, aquella fulana inolvidable que nunca lo hacía en domingo. Era el día reservado para ir a ver la venganza de Electra o el sacrificio de Ifigenia: cuando se lo contaba a un cliente, emocionada por tanta tragedia, tanta muerte, tanto luto, añadía: pero luego saludaban todos juntos y se iban a merendar a la playa.. Ésa es mi idea del deporte: a muerte con los míos durante el partido y luego, todos juntos, nos vamos a tomar unas cañas y hasta la próxima. Admiro a las culturas que animan a los suyos hasta la extenuación, haciendo que sienta que no caminan solos. Detesto a las culturas que burrean al adversario como único talento y a quienes animan (o se animan) gritando a por ellos: cada vez detesto más ser español.

En la canción del título el cerezo era rosa: ese color entre blanco y rojo, que son los colores de Cerezo. Y de Villar, con distinto pantalón. Que se haya preferido, en las alturas, aceptar los regalos y apostar por la cortesía me parece un hallazgo: la cortesía era la virtud favorita del maravilloso García Lorca. Se trata de expulsar lo más lejos que se pueda el valor simbólico del odio. Algo que siempre ha sobrado en esta veja piel de toro. Que Cerezo acepte una camiseta de color blanco con su nombre indica que está bien educado, lo cual es muy sano. Espero que si prepara una rojiblanca para Calderón el palentino le devuelva la fineza al segoviano (ya lo ha hecho, como puede verse).

Y que Villar, que ha sido jugador de fútbol se ponga la camiseta del Real Madrid es lo más normal del mundo: buena parte de los exjugadores internacionales del mundo harían lo mismo. O la del Milán, el Ajax, el Liverpool, el United, el Inter o el Barça…: sería más raro que soñaran con la camiseta del Almería, que anda como una moto este año. O de mi Burgos del alma…

Pues eso: que la foto es una muestra de concordia, de buena educación, de buen rollo, de todo lo que hace falta. A ver si aprendemos…

Los comentarios están cerrados.