Un deportista es aquel que sabe que el triunfo del otro es también una recompensa: la de haber encontrado alguien mejor

Caballeros y rufianes

Se acababa el partido en el Sánchez Pizjuán: una vez más se le iba la vida a este Sevilla irregular que tan caro está pagando tener tres jugadores africanos entre su acreditada legión extranjera. Ricardo, el excelente portero de Osasuna, atrapa un balón: ve (acaso sabe) que un compañero está caído en la hierba, quizá dolido por una acción de juego, acaso intentando arañar unos segundos de oro. Ricardo lanza el balón fuera de banda: un antiguo pacto de caballeros impone como norma devolver el esférico al equipo rival. O sea, treinta segundos, como mínimo, y un puntito a Pamplona, que buena falta nos hace…

Pero esas cosas funcionan entre caballeros. Y los pactos en el fútbol latino, singularmente en el español, son de puta y rufián. Lo digo absolutamente apenado. Y horrorizado. De niño leí una hazaña: jugaba Zaballa, no sé si en el Barcelona o en el Rácing: el portero contrario se lesionó al atajar un balón y la pelota cayó muerta en los pies del ariete rubio, que no lo dudó un momento: mandó el balón al banderín de córner. La anécdota se completa con algo maravilloso: la ovación del público. Hoy sería impensable.

Tengo el alta estima a Patxi Izco, padre de un estupendo comentarista deportivo, además. Le sigo teniendo el mismo respeto: sus palabras al final del partido fueron un modelo de cordura. Para quienes no lo vieran la jugada acabó en gol: el Sevilla sacó de banda, llegó un balón al área y Eduardo Iturralde vio un penalty de Javi García donde yo no pude ver nada. Pero nada que objetar: el árbitro es él y estaba más cerca. Osasuna perdió un punto que puede ser de oro y el Sevilla cortó una racha que empezaba a ser preocupante, sobre todo para un grande del fútbol español. Y europeo.

No me gusta que los porteros tiren el balón fuera para perder tiempo, y me gusta menos que los laterales aprovechen los trenes baratos y squen ventaja de la posible desgracia ajena. Eso NO es deporte: y es una mala noticia que el fúitbol español se aleje tantro del deporte.

Algo para lo que es esencial la aportación de presidentes como José María del Nido. Gran gestor. Acaso convenga preguntarse por qué este Sevilla que borda el fútbol despierta tan pocas simpatías: nada que ver con otros Sevillas, acaso menos gloriosos, pero más queridos: los de Campanal, Juanito Arza, Quique Lora o Superpaco. O el mismo Manolo Jiménez. De manera que uno se siente sevillista hasta la muerte por tipos como El Arrebato, al que adoro: pero sólo por él.

3 comentarios

  1. Dice ser sara

    De rufianes, no sé. Pero desde luego que de tramposos, sí. Un partido de fútbol deja de ser deporte para pasar a convertirse en un campeonato de tramposos: a ver si me tiro y pitan algo, a ver si me quejo y más de lo mismo… Todo vale y con ello se pierde la esencia del deporte.

    27 enero 2008 | 17:27

  2. Dice ser Wilkinson

    Es triste que el futbol se esté convirtiendo en eso que se señala. Quien más y quien menos se ha dejado llevar por la corriente del todo vale, pero es cierto que hay equipos como el Sevilla que están haciendo de la antideportividad un arte.Que envidia del Rugby, que es «un deporte de brutos practicado por caballeros», lo que le diferencia del futbol «un deporte de caballeros practicado por brutos».

    27 enero 2008 | 20:19

  3. Dice ser ornitomono/

    ultimamente son todo rufianes…aunq la mayoría de las veces encubierrtos…

    30 enero 2008 | 22:50

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