Un deportista es aquel que sabe que el triunfo del otro es también una recompensa: la de haber encontrado alguien mejor

Duelo en el reino de Alfil-Dama

Ahora que está tan de moda El Solitario nos enteramos de la muerte de Bobby Fischer, uno de los grandes genios del ajedrez. Entre quienes no frecuentan el juego de los sesenta y cuatro escaques puede cundir la sospecha de que es un apacible juego para empollones. Craso error: acaso no existe juego más cruel. Es, como todos los grandes juegos, selectivo: hay que tener unas cualidades innatas, que no se corresponden exactamente con la inteligencia: alguna vez he leído que se puede ser un imbécil y un campeón de ajedrez a la vez. Lo que sí es cierto es que es un juego que potencia extraordinariamente la inteligencia de quienes ya disponen de ella.

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No soy un experto. Imagino qu en el imaginario de un deporte en el que se practica la cartografía del universo con nanoprecisión mientras se escucha la balada del imposible amor entre la dama y el alfil hay ha caído una rosa negra sobre la nieve, mientras Capablanca y Alhekine salían a recibir al Quijote americano. Espero, eso sí, la crónica de Fernando Arrabal sobre el suceso: el autor de La torre hendida por el rayo, tal vez la mayor novela sobre ajedrez que se ha escrito en España, era un admirador de Bobby Fischer. Tigran Petroshian, Mijhail Botvinik, Boris Spasky, Víctor Korchnoi, Anatoly Karpov… Hasta la llegada de Gari Kasparov, nadie. Adiós, maestro

1 comentario

  1. Dice ser Aficionado

    Fischer fue un gran hombre!!

    19 enero 2008 | 20:56

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