Archivo de octubre, 2021

Cálaos: el casco más sólido es el que menos protege

La hembra de cálao de casco sella la entrada a su nido a 50 metros de altura en el tronco de un dipterocarpus gigante, en lo más profundo de la selva de Borneo. En el interior, el espacio es limitado y debe dejar una pequeña rendija de ventilación de un centímetro de ancho, lo suficiente como para que pueda expulsar las heces al exterior y permitir la provisión de alimento que procura el macho.

Cinco meses se pasará encerrada en este zulo. ¿Por qué?

Cálao de casco en vuelo en Borneo (Marc Faucher)

El cálao de casco es una de las aves más grandes y longevas de Asia, sólo reproducen un pollo al año al que ambos padres cuidan con celo durante los primeros meses de vida. Desde la eclosión, el pollo es muy vulnerable, así que esta cárcel improvisada en el interior de un árbol es la forma más segura de no exponerse a los peligros que acechan en el exterior. El padre mientras tanto trabajará duro recolectando higos para abastecer a su familia recluida y totalmente dependiente de él.

Un cálao bicorne ofrece comida a su pareja confinada en el nido (Encyclopedia Britannica)

Desprotegidos contra el furtivismo

El trasiego frenético del macho de cálao de casco durante el confinamiento de su familia le hace quedar expuesto a los furtivos. Agazapados junto a las higueras, los cazadores sólo tienen que esperar a que los animales aparezcan para darles caza. Desgraciadamente, cuando esto ocurre, la madre y el polluelo dejan de recibir las provisiones del padre. Inevitablemente mueren en el nido.

Paradójicamente, el casco que debería proteger a este animal es la razón que le convierte en el principal objetivo para cazadores furtivos, que han arrasado sus poblaciones hasta rozar la extinción.

Cabezas extremas

Los cálaos son famosos por sus llamativos picos, decorados con protuberancias que, como en el caso del cálao rinoceronte, parecen tocados.

Cálao rinoceronte con su pico imposible (Thomas Quine)

Estos picos desproporcionados les sirven para acicalarse, defenderse, construir sus nidos y para cazar a sus presas. Pero además, en el caso del cálao de casco éste llega a suponer hasta el 10% del peso total del animal. Necesitan vértebras fusionadas y una musculatura especial para poder operar tal colosal pico.

El cálao de casco es el único que tiene la parte superior del pico sólida, compuesta por un material conocido como marfil de cálao, muy apreciado y demandado en Asia para hacer joyas y ornamentos. Su comercio es ilegal, pero eso no ha frenado la codicia de los horteras que ansían poner decoración de muy mal gusto en el recibidor de sus casas.

Cráneos de cálao con el pico tallado (CITES)

A un año de la extinción

El tráfico de estos cascos se disparó entre 2010 y 2015, cuando se detectaron numerosas incautaciones de cráneos. Nuevas evaluaciones de la Lista Roja determinaron que el cálao de casco había pasado de la categoría “Casi Amenazado” en 2012 a “Críticamente Amenazado” en 2015. Esto significa que la población había descendido más del 60% en sólo tres años.

Cálao de casco en lo alto de un árbol en Sumatra (R_Eka)

Con menos del 10% de la población, el cálao de casco se había convertido en unos de los animales con la mayor reducción de ejemplares en menos tiempo, haciendo saltar las alarmas. Si no se hacía nada, la especie se extinguiría en menos de un año. Afortunadamente los Guardianes de los Cálaos se pusieron en marcha y hoy todavía sobreviven. Pero eso ya es otra historia para el próximo post.

¿Cómo acaban con las plagas de sapos en Australia? Dándoles de su propia medicina

Australia siempre tuvo mala suerte con las especies invasoras. Desde hace miles de años la introducción de distintos mamíferos por parte de los humanos ha comprometido a las especies endémicas. No fue poco habitual que incluso se introdujeran ciertas especies para combatir la invasión de otras, nunca con éxito. El mejor ejemplo se dio cuando los agricultores vieron cómo un escarabajo invasor asediaba sus cultivos de caña de azúcar. Tomaron la peor decisión. Otra vez.

Sapo de caña (Piqsels)

El comienzo desastroso para los cultivos

En 1935 importaron un centenar de sapos de caña de Hawái, para controlar las plagas. Por desgracia este plan salió peor que mal, primero porque los escarabajos de la caña viven en lo alto de las cañas y estos sapos rechonchos habitan el suelo siendo incapaces de trepar. Y segundo, porque el suelo ofrece una dieta fácil y rápida. Así que los sapos comenzaron a consumir hasta 200 escarabajos por noche, pero de la especie incorrecta. Poco a poco fueron acabando con el escarabajo pelotero, una especie que sí cumplía su rol como especie introducida para fertilizar el subsuelo australiano. La consecuencia ha sido un empobrecimiento en las tierras de cultivo y una reducción de las cosechas, un desastre.

Un sapo de caña expulsa su secreción tóxica durante la captura (University of Queensland)

Toxicidad e ingenuidad

Los sapos de caña, anfibios insaciables, no sólo no salvaron las cosechas, sino que además se convirtieron en una amenaza para las especies locales. Estos batracios son tremendamente tóxicos en todos sus estadios, desde huevos a adultos, lo que provoca el envenenamiento de la mayoría de los predadores incautos que habitan Australia. Curiosamente en el país del veneno, donde habitan las especies más tóxicas del planeta, no existían sapos venenosos antes de la introducción del de caña, por lo que los depredadores ingenuos les atacan sin percibir el peligro. Lamentablemente sus toxinas son letales para dingos, lagartos e incluso cocodrilos. Así, las poblaciones de un gran número de especies australianas se han visto reducidas originando un desequilibrio que amenaza la estabilidad de los ecosistemas. Incluso la famosa y temible serpiente real marrón, uno de los ofidios más grandes y venenosas de Australia, ha visto su población reducida un 90% en los estados donde el sapo de caña está presente.

Una serpiente australiana envenenada por un sapo de caña al intentar comérselo (Pamela Gray)

Sapos provida

La clave del éxito de los sapos de caña es su capacidad reproductiva: cada hembra puede poner hasta 70,000 huevos al año, lo que les sitúa como uno de los vertebrados más prolíferos de la tierra. En 85 años su población ha pasado de 100 individuos a 200 millones. Esta creciente e imparable amenaza sólo tiene una solución: la ciencia.

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Propagación de los sapos de caña en Australia de 1940 a 1980. Por Froggydarb, CC BY-SA 3.0

La ciencia al rescate

Efectivamente, no todos los depredadores australianos sucumben al veneno de los sapos. Existen algunas especies nativas capaces de predar sobre ellos sin efectos adversos. Sin embargo no son suficientes para controlar el crecimiento exponencial de las poblaciones de estos anfibios. Afortunadamente, investigadores de las universidades de Queensland y Sídney acaban de descubrir que los renacuajos se sienten atraídos por las feromonas de los sapos adultos, y han conseguido crear un efectivo cebo atrayente usando el contenido de sus glándulas parotoides, las mismas que secretan su veneno.

Un empleado de Watergum captura a un sapo de caña en Australia (Watergum)

Su trampa es su propio veneno

Los señuelos hechos con veneno de sapo se introducen en trampas diseñadas por la ONG Watergum para capturar renacuajos. La formula es sencilla, se introduce el cebo en un contenedor de plástico al que los renacuajos acceden a través de embudos quedando atrapados en su interior. Esta trampa es capaz de capturar hasta 40,000 renacuajos por día y lo mejor es que no atrae a otras especies, sólo al sapo de caña.

Los señuelos atraen solo renacuajos de sapo de caña y los atrapan dentro del contenedor (Watergum)

Gracias a la ciencia, esta podría ser la primera vez que se consigue frenar la invasión de una especie en Australia sin meter la pata. Crucemos los dedos.