El primer reportaje serio que hice en mi vida fue sobre Falun Gong.
En la universidad, tres estudiantes y dos amigos, ni cortos ni perezosos, nos trasladamos desde Barcelona a Madrid para entrevistar a ese pequeño grupo de inmigrantes chinos que realizaban una práctica tan peligrosa para el Gobierno de Pekín.
Todo empezó por un breve publicado en la sección de internacional de El País. «Un miembro de Falun Gong se quema a lo bonzo en la plaza de Tiananmen».
Incluso entramos en la embajada de China en Madrid para escuchar la versión oficial: «Falun Gong es demoníaco».
También hablamos con Amnistía Internacional: «Es muy difícil obtener reportes directos de China por el férreo control a la información. Pero sabemos que se violan los derechos humanos con los miembros de Falun Gong».
Lamentablemente, nada salió de aquello.
Intentamos hacer un documental sin acierto ni técnica. Al visionar la grabación nos dimos cuenta que la portavoz de Amnistía tenía la cabeza cortada en el encuadre. Menudo desastre. En las entrevistas con los practicantes chinos, la abuela del grupo, una mujer que no hablaba nada de español, y de envidiable actividad, cruzaba cuando le venía en gana por delante de la cámara…
Años más tarde hemos leído que la Audiencia Nacional investigará la querella por torturas y genocidio.
«Paremos el genocidio antes de que se convierta en historia, que no ocurra como siempre», dicen sus practicantes.
Todo lo relacionado con Falun Gong en China da escalofríos. El Gobierno chino, como dijo su portavoz, considera que limpian la mente a las personas y que deben ser perseguidos.
Las organizaciones internacionales hablan de torturas, asesinatos, juicios sumarios, violaciones, privaciones del sueño, muerte por alimentación forzada en plena huelga de hambre, y lo último que se está investigando y que han denunciado los practicantes de Falun Dafa… la existencia de campos de exterminios en China para ellos. Posibles colmenas de la muerte para una supuesta disidencia política. Sea como sea… ¿Es esta la China en la que triunfa Chupa Chups?
Creo recordar que una sinóloga de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona me dio una explicación para todo esto: «Tras la muerte de Mao, el ídolo que acaparó al Estado, la cultura y la conciencia china en su única persona, el Partido Comunista, carente ya de un líder carismático, teme que alguien ocupe su lugar». Les da un terror de muerte que la religión recupere el traje nuevo que le robó la revolución cultural.
Si les siguen martirizando es posible que se conviertan en el germen de un nuevo cristianismo. A la historia y los gustos culinarios de los leones libios me remito.
Javier Rada