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Irán, Arabia Saudí y los precios del petróleo

Las exportaciones de petróleo de Irán ya superan los 2 millones de barriles diarios / Foto: STEVEN JENKINS - Flickr

Las exportaciones de petróleo de Irán ya superan los 2 millones de barriles diarios / Foto: STEVEN JENKINS – Flickr

Son la segunda y tercera reservas mundiales de petróleo, respectivamente, y son rivales. Arabia Saudí e Irán se encuentran fuertemente perjudicados por la brutal caída en los precios del crudo, con un barril Brent a día de hoy por debajo de los 40 dólares. Teherán especialmente, teniendo en cuenta el parón en las ventas tras las sanciones por su programa nuclear, pero también Riad, con un déficit público de casi 90.000 millones de euros (la economía saudí es muy dependiente del crudo) y que ya se está replanteando su modelo económico. Pero la rivalidad va más allá de la competencia en el mercado.

Los casos saudí e iraní serían igual de preocupantes como los del resto de países productores y exportadores de petróleo si no fuera porque el oro negro es un aliado indispensable (o lo ha sido hasta ahora) para la hegemonía de uno de los dos países en Oriente Medio. La cuestión no es baladí, sobre todo si nos fijamos en que la monarquía wahabita ha sido capaz de lidiar con su archienemigo Israel con tal de poner freno a la república de los ayatolás (y su aliado régimen sirio). Está claro que en el tablero de Oriente Medio hay mucho más en juego que meros intereses religiosos.

El petróleo se encuentra en una crisis de grandes proporciones, con 12.600 millones de barriles equivalentes de petróleo (BEP) en 2015, según IHS Energy, que suponen la peor cifra desde 1952. La sobreoferta, unida a las nuevas técnicas de extracción como el fracking, es lo que provoca los bajos precios del barril Brent, que hace una década ascendía a 140 dólares. Y esto pone en jaque a las dos potencias islámicas de Oriente Medio al disputarse su papel en la región.

Arabia Saudí, a la noruega

Para escampar el temporal, los países productores de crudo están jugando sus propias cartas. Arabia Saudí ya ha anunciado su intención de imitar a otros países productores, como Noruega, para evitar que su economía sufra: Riad pretende crear el mayor fondo soberano del mundo para huir de la crudo-dependencia, de 2 billones de dólares, de modo que los beneficios obtenidos con esta fuente de energía reviertan en el país gracias a la venta parcial de su petrolera estatal, Saudi Aramco, las más grande que existe a nivel mundial, a inversores internacionales. En la actualidad, la compañía es propiedad del estado saudí en su totalidad.

La línea que separa a Estado Islámico de la carrera del petróleo podría ser más fina de lo que pensamos. Muchas voces expertas señalan al país saudí (y a Estados Unidos e Israel) como promotor principal del yihadismo en Siria para destronar a Bachar Al-Asad y dejar a Irán sin su aliado predilecto. Basta con echar un vistazo al mapa y saber dónde están las reservas energéticas para entender por qué el régimen de Damasco molesta tanto a la monarquía de Salman bin Abdulaziz.

Irán, buscando la remontada

La república islámica lo tenía difícil para conseguir levantar su producción de petróleo tras la sanciones derivadas de su programa nuclear. Pero, contra todo pronóstico, Irán consiguió incrementar en tiempo récord su producción de crudo, primero en 400.000 barriles diarios y con un aumento en marzo de 250.000 barriles más. Aunque aún no alcanza los 3,4 millones de barriles por día que producía antes de las sanciones, Teherán ha conseguido lo impensable, entre otras cosas, porque ha vuelto a exportar crudo a países europeos -sus exportaciones ya superan los 2 millones de barriles/día- y a un precio, según la agencia iraní Fars, inferior al saudí. ¿Quién dijo que los precios bajos no permitían la guerra de precios?

No hay duda de que Irán planea recuperar a toda costa su antigua cuota de mercado tras el acuerdo nuclear alcanzado con las potencias occidentales. El mercado europeo es clave para las exportaciones y Teherán lo sabe bien, como también lo saben países productores como Irak, Rusia y, por supuesto, Arabia Saudí. Y este último podría estar doblemente preocupado, no sólo por la competencia en sí, sino por quién es el competidor.

Ahora bien, adivinar cuál será el futuro de estos dos países es tan complicado como afirmar cuál será el futuro del petróleo. Mientras algunos economistas apuntan a que las energías alternativas, como las renovables, acabarán desbancando al crudo, otros subrayan que, a pesar del exceso de oferta, la demanda de petróleo no deja de aumentar y defienden que la energía barata siempre sale ganando. Tanto Arabia Saudí como Irán han emprendido un camino de acciones para rentabilizar sus barriles y sólo resta esperar para ver quién acabará reinando en el mercado del oro negro y, quién sabe, puede que también en el conjunto de Oriente Próximo.

 

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