Hoy no me he levantado para hacer deporte. Llevo todo el día sintiéndome culpable por ello y con un malestar que no me quito de encima. Esto ha afectado a mi trabajo y relaciones. En una reunión, me he pasado dando caña a dos compañeros de trabajo y me siento fatal por ello.
Así empieza una de mis sesiones de coaching con Mónica, mujer en la treintena, ocupando un cargo ejecutivo en el sector público.
Pongo el zoom en lo que pasa cuando se da cuenta de que se ha dormido y descubrimos el pastel: Mónica se dice a si misma «otra vez te has dormido, eres un desastre», «ya has echado a perder el día», «desde luego, no tienes fuerza de voluntad», «no vas a llegar a ninguna parte», mientras se le hace un nudo en el estómago. ¿Crimen? Un ataque típico del crítico interno.
El crítico interno es un conjunto de voces y mensajes que entraron en nosotros de niños. De mayores nos joden la vida en todo tipo de situaciones, llenando nuestro interior de tiroteos y campos de minas. Disfrazado de la voz de tu consciencia, el crítico interno te lleva por el camino de la amargura mientras te reprime, bloquea y lastima, según le plazca.
Las buenas noticias son que puedes destapar su modus operandi. Lo fundamental es oírle, es identificarlo sabiendo que él no eres tú.

(GTRES)
En el caso de Mónica, la clave fue darse cuenta que su sufrimiento no surgía por no haberse levantado a hacer deporte, sino por cómo se trataba a si misma por ello. Cuando no oigas voces sino solamente un malestar particular, es tu oportunidad de desvelar sus malditos susurros.
Las malas noticias son que el crítico interno volverá al ataque. Porque desactivarlo significa transformar por completo la relación que tienes contigo mismo. Significa dejar de ser tu enemigo y pasar a quererte incondicionalmente. El Dalai Lama lo llama «desarmarse interiormente» y créeme, no es una misión fácil.
Solo unos pocos lo consiguen. Si te conviertes en uno de ellos, volverás a nacer y cambiarás el mundo.