Un blog acerca de todo lo que se sujeta sobre las columnas de un diario cualquiera. Por ejemplo, el nuestro

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A ‘El Mundo’ le cortan el traje

No han pasado ni tres días desde que El Mundo estrenó nuevos ropajes y ya la blogosfera del ramo (el de la confección, pero periodística) ha empezado a pegarle tijeretazos en la sisa. Las críticas que se le hacen son muchas y variadas, pero se pueden resumir en dos: que el diario ahora se parece más a El País y, sobre todo, que el rediseño de su maqueta, tan publicitado, tan esperado, ha resultado ser poco más que un tímido y superficial ‘lifiting’ de aquellas piezas que más estaban acusando el paso del tiempo.

Para comprobar lo primero, lo de las semejanzas con El País, compárense (en la imagen de la derecha, una página de El País superpuesta a otra de El Mundo) las cabeceras de apertura, cintillos, epígrafes y folios de los dos diarios: son difíciles de distinguir, incluso para alguien con el ojo tipográficamente entrenado. Con el cambio, además, El Mundo ha suprimido algunos de los rasgos de diseño que más le diferenciaban de su eterno competidor, como los recuadros que enmarcaban las noticias de apertura –algo que, por cierto, también dejó de hacer El País tras su reciente rediseño– o la tipografía sin remate de los titulares de esas mismas noticias, que contrastaba con las informaciones secundarias. Y si el parecido es difícil de negar, aún es más difícil de entender, dado que el afán de El Mundo por seguir la estela del diario de Miguel Yuste ya se le estaba criticando con anterioridad al lanzamiento de su rediseño… A Pedro J. Ramírez, por lo que se ve, no le importa alimentar la idea de que El País sigue siendo el espejo en el que su diario se mira de manera algo enfermiza.

En cuanto al corto alcance de los cambios, que es el segundo gran reproche que ha recibido el rediseño, es también fácil de comprobar, y contrasta de forma llamativa con la descripción del cambio que el propio director hacía en la edición del día de autos: «En nuestro espíritu fundacional está de forma permanente el desafío, y había llegado el momento de competir con nosotros mismos y modernizar nuestra modernidad». O, en su adelantado editorial, ese mismo día: «el primer relanzamiento integral de una marca en la historia del periodismo español».

Tras proclamas tan altisonantes, muy profundos habían de ser los cambios para que el rediseño no pareciera aún más disminuido. Y no se puede decir que lo hayan sido: desde un punto de vista tipográfico, las novedades son más bien discretas; además del cambio en los titulares principales de cada página mencionado más arriba, apenas si han cambiado las familias de elementos auxiliares (firmas, epígrafes, algunos despieces enumerativos) y –lo más apreciable– los titulares de la sección de Deportes, compuestos ahora con una familia tipográfica que, según asegura el diario (qué importa que sea mentira), es inédita en Europa.

Estructuralmente, o desde el punto de vista de la arquitectura de la página, como se dice por ahí no sin cierta pompa, las novedades tampoco son muchas, aunque el periódico del día del cambio daba lugar a equívocos en ese sentido. Ese día, el diario parecía apostar por páginas casi monográficas, con temas muy armados y una selección y edición fotográfica muy cuidadas. Pero ambas cosas, una vez vistas las ediciones de los pasados lunes, martes y miércoles, parecen responder a la antelación y el mimo que los diarios dedican a sus ediciones dominicales; y también a que, es justo decirlo, antes de lanzar este rediseño, El Mundo llevaba ya una buena temporada esmerándose en esas labores.

Habrá más cambios, «pequeñas y grandes novedades», decía el diario en su editorial del domingo, que «se irán desvelando» de aquí en adelante. Veremos si, al igual que ha ocurrido con los de esta primera tanda, esos nuevos retoques consiguen algo tan difícil como poner casi de acuerdo a una tribu, la del diseño periodístico, tan pródiga en gustos, opiniones, filias y fobias.

D. Velasco

Un desfile militar, una noche en blanco y… ¿un filete?

Un viejo maestro del oficio me explicó un día la importancia que tienen los filetes, esas líneas finas que separan noticias diferentes, con este ejemplo:

Ponte en el lugar de un empleado del servicio de documentación de una empresa o institución. Imagínalo pasando las páginas de un diario, con sus tijeras en la mano, buscando noticias para recortarlas y confeccionar su dossier. Para él, el filete marca el límite que señala dónde empieza y acaba esa noticia que anda buscando, la línea de puntos por donde tiene que meter la tijera.

Ese viejo maestro abandonó la redacción de El País unos años antes de que me enseñara buena parte de lo poco que sé hoy, pero sigue siendo lector habitual de ese diario. Y estoy casi seguro de que esta mañana, desayunándose ante esta portada del cuadernillo de Madrid, se le habrán abierto las carnes al ver cómo se comieron ayer, en su vieja casa, el filete que debía separar la parada militar dedicada a Calvo Sotelo (la foto grande, arriba a la derecha) de la juerga que se corrió el Real Madrid (inmediatamente por debajo del pie de la foto del desfile).

¿Qué quiere decir la ausencia de este filete? ¿Que ambas noticias están vinculadas entre sí? ¿Que tienen quizá algún denominador común difícil de deducir a simple vista? Diría que no, porque no he encontrado en los textos de ninguna de las dos noticias nada que las relacione, excepto que ambas informaciones se han producido en un mismo lugar, el centro de Madrid –lo que tampoco justifica que no haya filete, tratándose de una sección del diario dedicado íntegramente a la capital española–, así que, una de dos: o El País nos está sugiriendo una improbable relación causa-efecto entre ambas informaciones, o la omisión de ese filete responde sin más a un simple olvido, cosa que parece más plausible. Que todos somos humanos, también en El País, claro.

D. Velasco

Opinar y dar la cara

Enric González, antiguo corresponsal de El País en Londres, Nueva York o Roma, entre otros lugarejos, nos regala de vez en cuando pequeñas, pero enjundiosas reflexiones sobre ‘carpintería’ periodística. Ésta es del pasado 23 de marzo, en un artículo del suplemento Domingo de ese mismo periódico:

Ahí arriba, por alguna parte, está mi foto. No logro entender qué interés puede tener alguien en conocer el aspecto de quien escribe, pero el fenómeno parece imparable. Poco a poco, los periódicos se han llenado de caritas, sonrientes, tímidas, espantadas. Cuando se anunció que los artículos de este diario irían acompañados por una imagen del autor, rogué que me eximieran. Lo conseguí, creo, en el primero de esta errática serie marginal. Para el segundo echaron mano de una imagen disponible en Internet. No creo que el diseño de esta página haya ganado en estética. Tampoco es grave.

Esta misma cuestión, la de si aporta algo o no ver la cara de quien firma el artículo, me la he planteado al menos una docena de veces. La última, precisamente, tras el rediseño que hizo El País el pasado año, y que, entre otras cosas, incorporó los retratos a las firmas de opinión, sumándose a una tendencia que, como dice Enric González, empieza a tener carácter universal. Aparte de consideraciones estéticas sobre si la página queda más resultona una vez puestos estos caretos (careto o careta es como solemos llamar en las redacciones a las fotos de caras pequeñas y muy cortadas), se pueden hacer otras, creo, sobre las distintas sensaciones que transmiten estos textos según vayan acompañados o no de la foto de su autor. Es algo totalmente subjetivo, claro está, pero los ‘tribunones’ de la segunda página de la sección de Opinión del diario de Miguel Yuste resultan menos imponentes desde que el diario nos los ofrece con la cara de, pongamos por caso, Felipe González o Juan Luis Cebrián (Martina Klein no ha escrito aún, que yo sepa, en esa página), como si esas pequeñas caritas «sonrientes, tímidas, espantadas» -y casi siempre ceñudas, añadiría yo- le hubieran restado a esa página parte de su habitual condición de púlpito.

Aquí, en 20 minutos, los artículos de opinión (sea cual sea su tamaño) y los blogs se sirven siempre con foto. Y me gustaría saber qué opinas sobre esto: ¿Te gusta verles la cara a C. J. Palacios, Marta Cibelina, etc, etc? ¿Lamentarías que suprimiéramos sus fotos en un hipotético cambio de diseño, o te parece en cambio que podríamos encontrar cosas más interesantes a las que dedicar el centímetro cuadrado que ocupan esas fotos?

D. Velasco