Archivo de 2012

Matemáticas y maravillas

 La oruga piensa que tanto ella como el lagarto están locos. Si lo que cree el cuerdo es siempre cierto y lo que cree el loco es siempre falso, ¿el lagarto está cuerdo?

Siempre había pensado que este acertijo era original de Charles Lutwidge Dodgson pero cuando me he decidido a escribir esta entrada no consigo encontrar la referencia exacta. No sé si como consecuencia de mi torpeza o porque quizás Dodgson sólo lo inspiró pero nunca llegó a plantearlo. Algo así me pasa con el relato de seis palabras “For Sale: Baby shoes, never worn” (“Vendo zapatos de bebé. Sin usar”) que siempre encuentro atribuido a Ernest Hemingway sin que haya podido corroborarlo del todo. Así que, como matemática que soy, lo dejaremos en que el acertijo que encabeza este artículo, es atribuido a Charles Lutwidge Dodgson.

¿Qué piensan? ¿Está cuerdo el lagarto?

 

La respuesta es sí, puesto que la oruga no lo está. Ya que si lo estuviera, lo que piensa ella sería todo cierto, pero ella piensa que está loca, lo que nos lleva a contradicción. Por lo tanto, la oruga está loca. Si está loca, lo que piensa es falso. Así que si lo que piensa es que tanto ella como el lagarto están locos y ella sí que lo está, nos deja claro que el lagarto está cuerdo y que en eso fue en lo que nos mintió.

Éste y otros acertijos lógicos, algunos un poco más complicados, se encuentran a menudo en la obra de Dodgson, matemático británico, que igual así de pronto no les suena pero sí si les digo que su seudónimo era Lewis Carroll y que, además de matemático y lógico, fue escritor y escribió, entre otras cosas, un libro titulado Alicia en el país de las maravillas.

¿Quién no ha oído hablar de la historia de esta niña que persiguiendo a un conejo con reloj vive unas aventuras surrealistas y absurdas acompañadas de un gato, una liebre, una oruga y hasta un sombrerero loco? Lo que quizá no todo el mundo sepa es que Carroll fue profesor de matemáticas en la Universidad de Oxford. Según sus biógrafos era una persona seria e introvertida, con bastantes problemas en sus relaciones sociales, frecuentemente atribuidos a su tartamudez y a su sordera del oído derecho. Es una teoría. Lo que está claro es que la mente de Lewis Carroll era una fuente inagotable de fantasía, creatividad e imaginación y que estaba especialmente capacitado para las matemáticas y la lógica. Vamos a explorar un poquito esta vertiente del escritor británico, dada la temática de este blog, y a repasar algunos ejemplos de los que nos dejó en su magnífica labor de divulgador de las matemáticas.

Comencemos con una de las preguntas que Carroll nos hace desde las páginas de Matemática demente, una selección que Leopoldo M. Panero hizo del trabajo de éste.

¿Qué es mejor? ¿Un reloj que da la hora exacta una vez por año, o un reloj que es puntual dos veces al día?

Supongo que así planteado, casi todos nos quedaríamos con la segunda de las opciones, ¿no?

Pero a renglón seguido nos plantea otra cuestión.

¿Qué prefieres un reloj que retrasa un minuto al día o un reloj que no funciona en absoluto, que está parado?

Y ahora supongo que casi todos nos hemos quedado con el primero, con el que retrasa un minuto al día.

Si ha sido así, casi todos nos hemos contradicho. Porque si un reloj atrasa un minuto cada día, necesita 12 horas, es decir 720 minutos, hasta volver a señalar la hora correcta. O sea, 720 días, casi dos años. Mientras que el reloj que está parado da la hora exacta dos veces al día.

¿Pero cómo y cuándo sabré que el reloj parado está señalando la hora exacta?  Puede que no tengas forma de saberlo, pero puedes estar absolutamente seguro de que éste te estará diciendo la verdad dos veces cada día. ¿Para qué me sirve? Pues depende de lo que quieras en esta vida. Hay quien necesita tener la certeza de que algo va exacto, sin matices, aunque no le aporte nada, y hay quién permite ciertas imprecisiones si con ello encuentran, más o menos, lo que buscan.

Así podríamos seguir pensando sobre el problema de los dos relojes pero cada vez nos iremos metiendo es disquisiciones más profundas sobre el sentido de la vida, el universo y todo lo demás…Uy, pues mira, esta referencia a Douglas Adams nos lleva hasta uno de los números favoritos, según cuentan, de Lewis Carroll: el 42.

Artículo 42. Toda persona que mida más de una milla tendrá que abandonar la sala.

Todos miraron a Alicia.

Yo no mido una milla —protestó Alicia.

Sí lo mides —dijo el Rey.

Mides casi dos millas —añadió la Reina.

Bueno, pues no pienso moverme de aquí, de todos modos —aseguró Alicia—. Y además este artículo no vale: usted lo acaba de inventar.

Es el artículo más viejo de todo el libro —dijo el Rey.

En tal caso, debería llevar el número uno —dijo Alicia.

De hecho, no es difícil encontrar voces que sugieren que la obra de Adams, concretamente, La guía del autoestopista galáctico, puede haber sido inspirada por la Alicia de Carroll en su sinfín de situaciones absurdas e irreales.

Pero vamos a lo que íbamos, a ver algún acertijo o pasatiempo de Carroll más sencillito que podamos compartir en una servilleta de papel mientras nos sirven el café. Imaginemos que tenemos una casa con un jardín como nos muestra la figura. Tanto la parcela como la planta de la casa son cuadrados perfectos. ¿Cómo se divide el jardín en cuatro partes iguales?

Muy sencillito, ¿no? Todavía nos da tiempo a otro antes de que nos traigan el café. Éste  tendréis que llevarlo impreso a la cafetería, o copiarlos con mucha atención. Partiendo desde el centro del laberinto, ¿podéis encontrar la salida? En este capítulo de Mati y sus mateaventuras os contamos una técnica para entrar y salir de un laberinto desde el exterior, mantener la mano izquierda (o la derecha) siempre pegada a la pared, pero aquí partimos desde el centro del laberinto, ¿funciona?

(Fuente: El paraguas de la rectoría. Cajón de sastre de L. Carroll)


Vamos ahora con una sopa de letras un tanto especial, en el sentido de que siempre hay que encontrar la misma espresión “Was it a cat i saw?” (¿Era un gato lo que vi?) Este pasatiempo, aunque inspirado en la Alicia de Carroll es de Sam Loyd, otro gran divulgador de las matemáticas.

¿Cuántas veces se puede leer en este dibujo “Was it a cat i saw?”? 

(Podéis jugar online aquí)


Partiendo de una letra, en cada paso, nos podemos mover arriba, abajo, derecha o izquierda, como por ejemplo se ve en la figura de abajo. 

Si no os atrevéis con este palíndromo, podéis intentarlo con este otro, más cortito y en castellano, para ir calentando motores.

Podríamos seguir durante mucho tiempo con pasatiempos y acertijos propuestos o inspirados por Lewis Carroll y su obra, pero en algún momento hay que cortar. Voy a terminar con dos de sus Puzzles from Wonderland. Se trata de dos adivinanzas más que de matemáticas de lengua, de lengua inglesa, pero son muy simpáticas.

Dreaming of apple on a wall

and dreaming often, dear,

i dreamed that, if i counted all,

How many would appear?

¿Cuántas manzanas había?

What is most like a bee in May?

Well, let me think: perhaps” you say.

Bravo! You’re guessing well to-day!

¿Por qué?

Todas las respuestas a los pasatiempos y adivinanzas propuestos en este post se pueden encontrar en la red, pero os invito a intentarlo y dejar vuestras respuestas en los comentarios.


Alice Liddell fotografiada por Lewis Carroll

Pues bien, además de escritor, matemático y lógico, Lewis Carroll era fotógrafo. Fue esta última faceta, la de fotógrafo, la que ha dado pie a que se hable de una supuesta pedofilia de Carroll, basada en el hecho de que la mayoría de sus fotografías son de niñas, a menudo con poca ropa y, a veces, desnudas. Todo esto aderezado con el hecho de la ruptura repentina de nuestro protagonista de hoy con la familia de Alice Liddell, la niña que se señala como musa de su Alicia. Pero esto, como he dicho, son suposiciones que se pueden encontrar en biografías como la que Jenny Woolf ha publicado con el titulo The mystery of Lewis Carroll.

También era diácono.

Everything’s got a moral, if only you can find it. Lewis Carroll 

P.D:  Esta misma semana en Twitter  y a través de  @ESCIENCIA , me he enterado de que están preparando esto en Zaragoza. Si tenéis la oportunidad de visitarlo, no  os lo perdáis.

Piratas y polares

–¿Jugamos al fútbol, Sal?

–Está lloviendo, Ven.

–¿En nuestro cuarto?

–Sabes que no nos dejan…

–Pues qué rollo de lluvia… –el pequeño frunció el ceño e hinchó sus carrillos.

–¿Qué les pasa a mis chicos? –Mati acababa de entrar en el salón.

–Que no podemos jugar a nada porque está lloviendo -protestó el gafotas. Ven seguía enfadadísimo con los mofletes hinchados.

–¡Tengo una idea! –propuso alegremente la pelirroja –Jugaremos a los piratas y así, de paso, os enseñaré para qué sirven las coordenadas polares.

–¿Polares? –preguntó Ven extrañado –Los piratas están en el Caribe, no en el Polo, Mati.

–¿Piratas en el hielo, Mati? –el gafotas también estaba muy sorprendido.

–No, no -la pelirroja rió alegremente –Las coordenadas polares no tienen nada que ver con los Polos Terrestres ¡Nada de esquimales esta tarde!

El pobre Gauss ladró con tristeza, ahora que había elegido el disfraz apropiado…

–Entonces, ¿por qué les llamas polares? –preguntó Sal.

–Porque vamos a dar unas coordenadas, ya sabéis, un nombre y un apellido, a cada punto de nuestro mapa en función de un polo (un punto especial), y no de un origen y unos ejes como hacíamos cuando vimos las coordenadas cartesianas.

–¿Sin ejes? –preguntó el pequeño.

–Sólo con un eje -contestó la gafotas.

–¡¿Cómo?! -preguntaron los dos hermanos a la vez.

 –Veréis, os voy a dibujar un mapa del tesoro -propuso Mati y comenzó a dibujar en su cuaderno.

  

–Vosotros dos estáis junto a las palmeras y aquí –Mati señaló sobre el dibujo –tenéis el tesoro. Es así como lo pintaban los piratas, ¿no?

–Sí, claro –contestó Ven –pero este mapa es un poco tonto. Yo cruzaría el lago y llego antes.

–No, Ven, no podemos cruzar el Lago Llorón porque puede haber cocodrilos y es muy peligroso.

–Pero es más corto, por ahí , Sal.

–Sí, pero no sabemos a qué distancia del lago está el tesoro, ¿no te das cuenta?

–Pues vamos hasta la torre desde el lago, Sal.

–Tampoco sabemos a qué distancia está el tesoro de la torre… –el gafotas seguía contestando inmerso en sus pensamientos.

Ven se quedó un rato mirando el mapa de Mati y pensando. No podían empezar desde la Torre, ni desde las Rocas Burlonas…

–No tenemos más remedio que empezar desde las palmeras, parece…- terminó aceptando.

–Efectivamente, chicos. La única manera de encontrar el tesoro con este mapa es partiendo de las palmeras, porque los piratas han ido dejando las marcas usando coordenadas polares en cada uno de esos puntitos ¿Os explico cómo?

–¡¡Sí!! -contestaron al unísono. Gauss se quitó el gorro de pelo que lo estaba asfixiando.

 –Vamos a eliminar los dibujitos del mapa y vamos a quedarnos sólo con la información que necesitamos para encontrar el tesoro –dijo Mati y dibujó en su cuaderno.

 

–Para encontrar el punto 1, el mapa nos indica una dirección (en dirección a las Rocas Burlonas) y una distancia (201 pasos), ¿no?

–¿Todos los piratas tienen el mismo número de pie? –preguntó Ven angustiado.

–No, pero eso hacía más emocionante la búsqueda –respondió Mati y continuó – Como os decía, para saber dónde está el punto 1 del mapa necesitamos 2 datos, la distancia y la dirección. Esos dos datos son lo que llamaremos coordenadas polares, el nombre y el apellido que identificará a cada punto del mapa.

–Entiendo, Mati –dijo Sal –el nombre es 201 pasos y el apellido es hacia las Rocas Burlonas, ¿no?

–Exacto, Sal –contestó ella –Sólo que en lugar de decir hacia las Rocas Burlonas, indicaremos el ángulo que forma esa dirección con la línea horizontal que sale de las palmeras.

 

–¡Toma, toma, toma! ¡Cómo mola, Mati! –parecía que a Ven se le estaba pasando el enfado. Gauss seguía serio.

–¿Ves, Ven? Se pueden hacer cosas divertidas cuando llueve -contestó Mati sonriendo -Pues esta forma que tenían los piratas para señalar dónde habían escondidos sus tesoros, los matemáticos lo llamamos Sistema de Coordenadas Polares y es diferente al que os conté hace poco, el Sistema de Coordenadas Cartesianas, que se parecía al juego de los barquitos, ¿recordáis?

–Claro, Mati –contestó el gafotas.

–Para el sistema de coordenadas polares necesitamos un punto especial, al que llamamos polo u origen

–Eso es igual que en el sistema cartesiano –puntualizó Ven.

–Efectivamente, pero sólo un eje, lo llamaremos eje polar, y será una semirrecta que sale del polo, por ejemplo, horizontal y hacia la derecha.

 

–Vamos a ver cómo funciona este sistema de coordenadas. Ven, pinta un punto en algún sitio y llámalo A –el pequeño se apresuró a dibujar el punto  –Para calcular las coordenadas polares de A necesitamos saber a qué distancia está del polo y qué ángulo forma con el eje polar  el segmento que une al punto A con el polo.

–¡Yo!  Yo lo mido con la regla –dijo Ven.

–Espera, te traigo mi transportador de ángulos para medir el ángulo –dijo Sal.

 Los niños se pusieron mano a la obra y calcularon las dos medidas que les había pedido la pelirroja.

–9 centímetros y 30 grados –dijo el gafotas.

–Muy bien, chicos, eso significa que las coordenadas polares de A son (9, 30)

 –¡Qué chulo, Mati! –el pequeño estaba radiante.

–Me encanta –dijo Sal.

–Me alegro, chicos. Ahora lo haremos al revés. Imaginaos que queremos saber dónde está el punto (4, 50) en nuestro mapa. Vamos a encontrarlo.

–¡Venga! –gritó Ven.

–Miramos la primera coordenada, 4. Eso significa que está a distancia 4 del polo, o sea, si pintamos una circunferencia de radio 4 alrededor del polo, será un punto de esa circunferencia.

 

–Como la segunda coordenada es 50 sabemos que el segmento que une al polo con el punto que estamos buscando forma un ángulo de 50º con el eje polar. Entonces, usando nuestra regla medidora de ángulos, dibujamos una semirrecta formando un ángulo de 50º con el eje.

–Ya está. El punto de coordenadas (4,50) es el punto donde se cortan la circunferencia y la recta.

  

–¡Toma, toma, toma! ¡Es chulísimo! –el pequeño Ven estaba entusiasmado.

–Entonces, los piratas, en realidad, usaban las coordenadas polares en cada punto,¿no?

–Eso es.  Retomemos el mapa del tesoro sólo con puntos.

–Para llegar al punto 1 usamos como polo las palmeras y vamos al (201, hacia Rocas Burlonas), para llegar al punto 2 usamos como polo el punto 1 y nos movemos a (94, vieja torre); para llegar al tesoro usamos las polares desde el punto 2 y vamos a (63, cañones abandonados).

–¡Y el tesoro es nuestro! –Ven abrazaba al acalorado Gauss.

–¿Y tiene algo que ver con la Estrella Polar? –preguntó el gafotas.

–En cierto sentido, sí, puesto que es la que señala el eje de rotación de la Tierra y nos ayuda a ubicarnos –contestó la pelirroja –Las coordenadas polares son muy útiles en navegación y también en robótica, para programar las rutas de los robots indicando la dirección de movimiento y la distancia que debe recorrer en esa dirección.

–Wow… –Ven seguía entusiasmado.

–Bueno, bueno, creo que me merezco una merienda, ¿no? –dijo Mati guiñando un ojo.

–Sí, es hora de merendar –asintió Ven.

Nuestros cuatro amigos salieron hacia la cocina con Gauss a la cabeza.

 

Un sevillano en la Luna


Fuente: NASA

 

Hace unos días ha sido noticia el hallazgo de los motores del Apolo XI en el fondo del océano Atlántico. Hace más de 40 años de aquella misión épica y romántica, al menos para mí, que permitía al hombre alcanzar la Luna, esa Luna tan presente en nuestros sueños, nuestras canciones y tantas veces ofrecidas en promesas de amor eterno… 

Jabir iibn Aflah

 

 

El descubrimiento de los motores a más de 4 kilómetros de profundidad ha sido posible gracias a sofisticadas y modernas técnicas de sónar y no he podido evitar pensar, en plan abuela Cebolleta, ¡Ah!, cómo hemos cambiado... Y al volver la vista atrás, aparte de ver la senda que nunca se ha de pisar, como decía el gran poeta sevillano, me ha venido a la mente el nombre de otro paisano, Abu Muhammad Jabir ibn Aflah (también conocido como Geber tras latinizar su nombre) astrónomo y matemático sevillano del siglo XII, que se ha merecido dejar su nombre en nuestro idolatrado satélite, concretamente a un cráter lunar. Ése es nuestro sevillano en la Luna al que hace referencia el título de esta entrada.

En la siguiente imagen se señala el cráter que lleva el nombre de Jabir ibn Aflah (Geber). Los puntos rojos indican los  alunizajes de las distintas misiones Apolo. (Pinchando sobre ella se puede ver más grande).

 

Un sevillano en la Luna

Aunque hay poca información sobre la vida de Jabir, parece claro  que fue sevillano, puesto que se le nombra como al-Ishbili (el sevillano) en los manuscritos que recogen sus tratados sobre astronomía, y es mencionado como Ibn Aflah de Sevilla por el filosófo y médico Maimónides en su Guía de Perplejos, obra magna de este ilustre cordobés,  quien además fue el que llevó la obra de nuestro amigo Jabir hasta Egipto.

El universo según Ptolomeo

Posiblemente, la mayor contribución de Ibn Aflah es su tratado Correción del Almagesto, en el que corrige los tratados de Ptolomeo, descartando, por ejemplo,  que Venus y Mercurio estuvieran entre el Sol y la Luna como éste afirmaba dentro de su visión geocéntrica del universo. 

 

Parece indudable la influencia de nuestro matemático sevillano sobre los astrónomos de siglos venideros, gracias, posiblemente, a que su obra fue traducida al latín y, como toda buena historia que se precie, también tiene sus cotilleos. Las malas lenguas dicen que gran parte de la trigonometría esférica que Regiomontano (siglo XV) presenta en su obra De triangulis, fue tomada prestada del trabajo de Jabir, sin que éste fuera mencionado en ningún momento. Ya ven, el copiar y pegar sin citar ya venía de antiguo. Bueno, no fueron malas lenguas precisamente las que señalaban al matemático alemán como usurpador de los conocimientos trigonométricos del sevillano, sino que fue el matemático italiano Gerolamo Cardano el que pilló al copión y así lo señaló. Eso sí, hubo que esperar hasta el siglo XVI. Nos cabe el consuelo de que aunque Regiomontano se muriera sin ser pillado, tampoco a Ibn Aflah le hizo daño porque llevaba más años muerto.

Torquetum

 

Pero además de su corrección, demasiado teórica según algunos, a los trabajos de Ptolomeo, Jabir Ibn Aflah  es conocido como el creador de uno de los primeros instrumentos de la astronomía: el torquetum. El torquetum se utilizaba para realizar medidas usando tres tipos de coordenadas astronómicas: las coordenadas altacimutales (posición respecto al horizonte), las coordenadas ecuatoriales y las coordenadas eclípticas.

No voy a entrar en detalles para explicar qué representan cada una de estas coordenadas hoy, lo dejamos para otro día a la hora de las tareas, seguro que a Sal y Ven les apetece aprenderlas, pero sí quería resaltar el hecho de que el torquetum diseñado por Ibn Aflah podía considerarse como una innovadora (en el siglo XII) computadora analógica, puesto que permitía no sólo realizar mediciones en las coordenadas anteriormente citadas, sino también transformar unas en otras sin necesidad de cálculos. Y aparte de todo, es tan bonito… ¿no?

 

Hay ejemplos en el arte en los que este maravilloso instrumento está presente. por ejemplo, en el cuadro conocido como Los embajadores de Hans Holbein el Joven expuesto en la National Gallery de Londres. Está cerca del señor que está a la derecha del cuadro, Georges de Selve, obispo de Lavaur, justo detrás del codo que tan graciosamente apoya.

Los embajadores de Hans Holbein el Joven

Pero además de corregir a Ptolomeo, de inspirar a Regiomontano, ¿y si resulta que nuestro Jabir fue el verdadero diseñador del alminar que luego sería nuestra Giralda?¿Eh? ¿Y si lo que quería Ibn Aflah era ubicar en ella un observatorio astronómico? Ésta es la hipótesis que la profesora Alicia M. Canto sugiere en “Los viajes del caballero inglés John Breval a España y Portugal«.

Esto último es sólo, como se ha dicho, una hipótesis. Pero sería maravilloso que fuera verdad, para terminar de rematar la historia de este matemático sevillano que se quedó en la Luna.

El Giraldillo y la Luna, de Carlos Salguero

 

Descartes y los barquitos

–A, 5.

–¡Agua!

–No puede ser, Ven, ¿¿has puesto algún barco??

–¡Pues, claro! ¿Qué crees, Sal? ¿Que no sé jugar a los barquitos? –contestó el pequeño.

–Es que es imposible que no haya encontrado aún ninguno… –protestó el gafotas.

 

 

–Buenas tardes, caballeros… –Mati acababa de llegar.

–¡Hola, Mati! –saludaron los niños al unísono.

–¿Jugáis a las batalles navales? Me encanta ese juego –contestó la pelirroja.

–Y a mí. Pero Sal no consigue encontrar ninguno de mis barcos -respondió Ven con cara de pícaro. Su hermano lo miró serio por encima de sus gafitas.

–Además de que es un juego divertido es un buen método para aprender las coordenadas cartesianas –-añadió Mati.

–¿¿El qué?? –preguntaron los dos con los ojos abiertos de par en par.

–Las coordenadas cartesianas, que son, podríamos decir, como el nombre y el apellido de los puntos en un plano, para poder distinguirlos unos de otros, sin posibilidad de confundirlos.

–No entiendo nada –aceptó el pequeño Ven.

–Si Sal te dice “D,6”, Ven, ¿tienes alguna duda de dónde está apuntando?

–¡Toma, claro que no! A éste -señaló Ven con su dedo sobre el papel –Miro dónde se cruzan la fila D y la columna 6 y ya está.

–Pues así es cómo se asignan las coordenadas cartesianas a cualquier punto del plano. Os lo explico con un dibujo.

–¡Sí! -contestaron con alegría los dos hermanitos.

–Lo que queremos es saber identificar cualquier punto de un plano, porque, por ejemplo, vamos a esconder un tesoro y luego vamos a venir a buscarlo… Aquí está nuestra casa y aquí enterramos nuestro tesoro.

–Como piratas, ¿no?

–Sí, Ven, ¡como piratas! –prosiguió Mati – Lo primero que tenemos que hacer para poder asignar coordenadas a cada punto del plano y poder saber exactamente dónde escondimos el tesoro, es elegir un punto especial al que llamaremos origen, origen de coordenadas ¿Dónde lo ponemos?

–Aquí –Sal señaló un punto sobre el papel.

–Muy bien. Ahora dibujamos dos rectas perpendiculares que se cortan en el origen.

–¿Qué son perpendiculares, Mati?

–Que se cortan formando cuatro ángulos rectos, como los de la esquina de una portería.

 

–Como si fueran el signo + de la suma, ¿no, Mati? –preguntó el gafotas.

–Exacto, Sal, pero en grandote, uno vertical, de arriba a abajo, y otro horizontal, de izquierda a derecha. Al horizontal le llamaremos eje de abscisas y al vertical, eje de ordenadas.

–Ahora vamos a dividir estos ejes, usando como unidad de medida, por ejemplo, dos cuadraditos del papel. Hacia la derecha y hacia arriba, los numeramos con números naturales, positivos. Y a la izquierda y hacía abajo, les pondremos un signo delante, para distinguirlos.

–Ahora, para conocer cuáles son las coordenadas de nuestra casa y de nuestro tesoro, dibujamos una línea vertical desde el punto donde está hasta encontrar al eje de abscisas, y una linea horizontal hasta encontrar al eje de ordenadas. Con estas dos líneas y los ejes, tendremos dos rectángulos, en los que nuestros puntos, la casa y el tesoro, serán una de las esquinas. Por eso, a estas coordenadas también se le llaman coordenadas rectangulares. Pues bien, las coordenadas de nuestros puntos serán: la primera, el número marcado en el eje de abscisas y la segunda el número marcado en el eje de ordenadas. Por eso, a la primera coordenada de un punto se le llama la abscisa y a la segunda, se le llama la ordenada.

–Nuestra casa tiene la misma abscisa que ordenada, Mati –observó Sal.

–Sí, es verdad, en este caso el rectángulo es un cuadrado, tiene los lados iguales.

–Y la abscisa del tesoro es 14 y la ordenada es 9, ¿no? –siguió indagando el gafotas.

–Exacto –respondió la pelirroja.

–¡Toma, toma, toma! ¡Cómo mola, Mati! Así siempre encontraremos el tesoro –el pequeño Ven estaba alucinando.

–¿Y por qué le llamas cartesianas? ¿Porque a los mapas también se le llaman cartas? –preguntó Sal.

–No, no. El nombre de cartesianas de lo debe a René Descartes, filósofo y matemático francés, que sostenía que la visión que tenemos de las cosas depende de dónde hayamos fijado el origen de coordenadas –Mati guiñó un ojo, los niños no dijeron nada.

–¿Está muerto? –preguntó Ven con carita de pena.

–Sí, hace mucho tiempo, en 1650 –contestó la pelirroja mientras le acariciaba el pelo —Oye, ¿queréis saber también para que podemos usar las coordenadas cartesianas aparte de señalar exactamente un lugar del plano?

–¡Claro!

–Para conocer la distancia entre dos puntos del plano sin necesidad de ir a medirlo.

–¿Cómo? –quiso saber el gafotas excitado.

–Dibujamos un triángulo de la siguiente manera.

–Es un triángulo rectángulo, porque tiene un ángulo recto, donde se cortan el lado vertical y el horizontal. Al lado más largo de un triángulo rectángulo, se le llama hipotenusa, que en nuestro dibujo es el que queremos medir. Y a los otros dos lados del triángulo, les llamamos catetos

–Pobres…–dijo Ven.

Mati no pudo evitar la sonrisa.

–¿Cuánto miden los catetos? Ya vereís. El lado horizontal mide la diferencia entre las dos primeras coordenadas, las abscisas; el lado vertical mide la diferencia entre las dos segundas coordenadas, las ordenadas.

–¡Claro! -Sal estaba entusiasmado.

–Ahora, para saber cuánto mide la hipotenusa que es la distancia de nuestra casa al tesoro, sólo necesitamos el Teorema de Pitágoras.

–¿Cómo, Mati? –los niños estaban ansiosos esperando la respuesta final.

–Pues así

 

–¡Toma, Mati! ¡Y sin necesidad de medir! -Ven estaba entusiasmado.

–Pero ni Ven ni yo sabemos calcular raíces cuadradas, Mati –aceptó el gafotas serio.

–Por ahora, yo os ayudo. Ya lo aprenderemos.

–Entonces, ¿así lo hacen los piratas, Mati? –preguntó el pequeño.

–Bueno, los piratas tenían otra forma de asignar coordenadas… Os la explico otro día. Vamos a pasear a Gauss que está deseando buscar algún tesoro en el parque.

Japón, mira que está lejos Japón…

Hace unos días me preguntaba una periodista por qué en nuestro país el nivel de matemáticas de nuestros estudiantes era tan bajo comparado con el de otros países. Con la siguiente pregunta me sugería casi la respuesta: ¿no sería que los maestros y profesores de matemáticas no saben hacerlo bien?

No me pude reprimir. Me hace mucha gracia el hecho de que cuando la selección nacional de fútbol gana una competición todos nos sintamos campeones del mundo y que cuando falla el sistema educativo los únicos responsables sean los profesores.

¿Qué hay de la responsabilidad en este asunto del resto de la sociedad? Y no sólo de las familias de nuestros estudiantes, sino de todos los que formamos parte de ella. Porque no es difícil, maldita la gracia que me hace, que algunos padres afirmen, enfrente de sus hijos, que las matemáticas son difíciles, odiosas e ¡inútiles! Pero también es verdad que ningún niño puede intuir de la información que le rodea algo mejor de las ciencias, en general o de las matemáticas, en particular. Sin embargo, sí que quisieran, por poner un ejemplo, jugar como Messi (que el chiquillo juega pa chillarle, todo hay que decirlo), cuando, posiblemente, llegar a hacerlo así sea mucho más difícil y complicado que resolver una integral por partes.Y no, no  sólo quieren ser como el jugador argentino, tienen ejemplos más cercanos y asequibles. Me contó  un compañero, profesor de secundaria,  que cierto día uno de sus alumnos le argumentaba que no necesitaba saber dividir polinomios porque su primo, albañil, no sabía hacerlo y tenía un coche mejor que el de él, el de mi compañero digo. Con esta tela, ¿qué traje se puede hacer uno?  No sé cuál sería la solución de un problema tan serio, qué más quisiera yo…

En ese momento, volé hacia Japón y me llevé a la periodista de la mano. Hace unos años, paseando por Kioto con Jin Akiyama, observaba cómo grupos de adolescentes se acercaban a él y entre grititos y tímidas risitas, les ofrecían sus cuadernos y libros para que Akiyama sensei se los firmara. Para mí fue alucinante, porque Jin no es futbolista, no ha estado nunca en ninguna casa de ésas que te echan por no sé qué razones, no ha tenido ningún idilio, que yo sepa, con ningún torero. No. Jin es matemático y desde 1991 tiene un programa en una de las cadenas de televisión más importantes de Japón sobre ¿qué? Sí, sobre matemáticas y es uno de los hombres más famosos del país del sol naciente sólo por eso. Además de eso, es profesor en la Universidad e investigador, hecho por el que yo le conozco.

Una de las autoras de este blog con Jin Akiyama en Alcalá de Henares, en 2011

Pero no sólo tiene su programa de divulgación de matemáticas en la NHK, también hace radio, aparece como personaje invitado en series de televisión, en algún manga…¡hasta  juegos para la Nintendo DS!

  

Parte del secreto de este éxito en divulgación es sin duda que Jin, aparte de matemático, es un artista, un verdadero showman. No comparte nada, en cuanto a personalidad se refiere, con los matemáticos que, posiblemente, más gente conoce como  John Nash (de Una mente maravillosa) o Grigori Perelman (que rechazó un millón de dólares de premio). Estos dos son dos ejemplos, a mi parecer de la imagen que tiene gran parte de la sociedad de los matemáticos. Y, lamentablemente, ninguno de los dos son populares por sus maravillosas aportaciones a las matemáticas sino por su carácter, digamos, especial.

Pero…

¿Se imaginan un fenómeno parecido en nuestro país? ¿Un programa de divulgación matemática en horario de máxima audiencia? ¿Adolescentes persiguiendo a un profesor de matemáticas para pedirle un autógrafo?

Japón, pero mira que está lejos Japón…

 

 

1…2…3…π…probando, probando…

–Hola, me llamo Matemáticas…

–Pero le llamamos Mati, porque es más cortito.

–Ven, no interrumpas a Mati, que nos está presentando…

–Gracias, Sal. Pues sí, me llaman Mati porque es más corto y porque asusta menos, a mucha gente no le gustan las palabras esdrújulas –Mati sonríe y guiña un ojo.

–Sí, no le gustan las catástrofes, ni los parásitos, ni los relámpagos, ni los murciélagos, ¡ni las víboras! –el pequeño Ven cierra los ojos con fuerza.

–Pues a mí me gustan los pájaros, los árboles, las pirámides, las películas, ¡los sábados! –Sal sonríe con felicidad.

–Y a mí- dice la pelirroja—me gustan la lógica, la informática, la estadística, los polígonos, los vértices, los números…

–¡Fantástico! –sentencia Ven.

–Bueno, sigamos con las presentaciones. Ellos son Sal y Ven, mis dos amiguitos, son hermanos, curiosos y simpáticos.

–A Sal le llamamos “el gafotas”, pero, tranqui, que a él le gusta.

–Sí –reconoce Sal no sin ruborizarse.

–Y él –continua Mati –es Gauss, la mascota de Sal y Ven.

–Y es el perro más listo de todos los perros, por eso le llamamos así –puntualiza Sal.

–Y porque él se presenta así, Sal, “Gauss, Gauss, Gauss” –dice Ven.

–Eso es verdad –dice Mati y continúa –Cada semana apareceremos por aquí con muchas matemáticas para compartir con vosotros. Unas veces, los miércoles,  a la hora de la tarea (con ejercicios de repaso para los pequeños de la casa) y otras veces, los lunes, cuando los niños salgan a jugar (con curiosidades y anécdotas para todos los públicos).

–Como si Mati fuera una profesora particular –dice el gafotas.

–Como el patio de mi casa –contesta pícaramente el pequeño Ven –Por cierto, ¿qué es particular? ¿Qué tiene que ver Mati con un patio?

Sal y Ven cogen el diccionario y buscan la palabra, ambos disfrutan con ello. Sal, el gafotas, lee:

Propio y privativo de algo, o que le pertenece con singularidad.

–Eso no me gusta, Sal –protesta Ven –Mati no le pertenece a nadie.

–Espera, espera. El segundo significado es: Especial, extraordinario, o pocas veces visto en su línea.

–¡Toma, toma, toma! Eso sí es Mati –responde Ven– ¡Mati es una profesora particular!

–Pero, ¿qué dices, Ven? ¡Mati es una profesora MUY particular!

–¡¡¡Sí!!! ¡¡ESA MATI COMO MOLA, SE MERECE UNA OLA!! ¡¡¡UEEEEEEEEEE!!!

–¡¡Guau, guau, guauauauuuu!!

Y en medio de este jaleo, Mati se nos acerca:

–Os esperamos por aquí cada lunes y miércoles. Por cierto, estas dos locas que veis aquí  son Clara y Raquel y  sí, sí  se responsabilizan de los errores u omisiones en los contenidos de este blog, así como de la adicción a las Matemáticas que estos puedan generar.