José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Liturgia para náufragos

El día después de la gran liturgia todo es casi como antes en San Carlos Borromeo, la parroquia excéntrica. No están otra vez mas que los de siempre, los que allí han encontrado refugio. He cogido el metro hasta Atocha y luego el tren de cercanías hasta la estación de Entrevías. Ahora también se llama Asamblea de Madrid porque a tiro de piedra está el edificio del Parlamento Autonómico. Siempre ha sido entrevías, a secas, y siempre ha estado más allá de donde acababan las mayúsculas de la ciudad, allí donde reinó muchos años la heroína, la única princesa para muchos, el único enganche para otras. Ahora hay un parque que Gallardón y sus semejantes han inaugurado por lo menos tres veces según han contado los que lo vieron de cerca.

He ido cuando no había multitudes y me he sentado enfrente del viejo caserón que ocupa la parroquia y que preside la plaza. A la izquierda, un quiosco de banquetes está cerrado; el cartel de un restaurante chino con una flecha de dirección obligatoria pegado en la fachada de la parroquia se ve más que el crucifijo y el enorme grafiti con tipografía de velones laicos invita a no quedarse a las puertas. Han estado treinta años haciendo lo mismo, (herejías, dicen los que más miedo les tienen), y extrañamente ahora han cogido ola otra vez, mala fama, después de haberse pasado décadas olvidados, repudiados, dejados de la mano de dios, tachados de la actualidad. Dedicados a lo suyo, una isla llena de náufragos. Dentro, como tantas otras veces, una mujer se afana barriendo la sala de la liturgia perseguida, y por el pasillo quedan algunos supervivientes del sida y las drogas malvadas, algunas esposas de presos que no saben dejar de serlo, algunas madres que perdieron hijos y encontraron hermanas, algunos adolescentes despistados y malditos del otro lado del mar. Los de siempre. Los náufragos.

Hablo un minuto con Javier Baeza, uno de los curas, amigo de los últimos años. Y mientras esta tarde me explica que el Evangelio no parece decirle lo mismo a ellos que a Rouco, el cardenal, más preocupado por los hábitos que por los monjes, desde el parque yo miro la isla, el único lugar, el único solar vacío en muchos kilómetros, listo para ser oficialmente (re) construido.

Me vuelvo en el tren, nadando en un mar de acentos distintos.

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2 comentarios

  1. Dice ser MM

    Náufragos que nadie se acordaba de ellos Jaes..Hasta que alguien se acordó que allí se comulgaba con mendrugos de pan y no se oficiaba la Semana Santa como “Dios manda”.Voces discordantes diciendo que allí fue gente del No a la Guerra para hacerse la foto, que se comulga con rosquillas y que entran gente de “mal vivir”…son siempre las mismas voces delirantes, intolerantes que crispan a la sociedad desde los peores años oscuros de nuestra España.Y mientras no se critica el presupuesto del vestuario de Rouco, no se critica la dejadez con los más desfavorecidos, y sí un trabajo de años, en esa pequeña isla como dices, donde corre una brisa de esperanza para la juventud, los sin techo, para los drogadictos…para los náufragos.Un abrazo

    11 abril 2007 | 10:04

  2. Dice ser Sonrisa Radiante

    Naufrágos a la deriva donde nadie se acuerda de ellos donde en esa pequeña parroquia de un barrio de Madrid han encontrado el calor del amor.Mientras haya amor que importa que se comulgué con rosquillas como si se comulga con pan.Son la lucha de esos curas por la gente marginada pequeños núfragos que andaban a la deriva y recalaron en ese lugar donde hayaron paz,amor y comprensión.Donde les enseñan que el amor lo puede todo.¿Que espera Rouco ? Su vanidad como cardenal siguiendo unos dogmas, su ego que no ve mas allá que unos dogmas y preceptos que quiere que se cumplan para decir que es un católico que cumple con su fe.Triste porque es una gran ayuda lo que Javier Baeza y los demás curas están haciendo por la sociedad.Menos instituciones con dogmas que permanezcan proyectos hechos con amor y desde el corazón.

    14 abril 2007 | 21:01

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