José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Muertos y hambre

En Jesuralen, a las diez de la mañana de un día como éstos, un palestino hambriento se infiltra en una base militar israelí y, sorprendentemente, no hace saltar a nadie por los aires. Allí, rodeado de soldados enemigos, de los que ocupan sus calles, destrozan sus casas y les roban la razón, el territorio y el futuro, no saca un fusil ni pone en marcha un detonador criminal. Ni siquiera les lanza una piedra o les escupe. El que estaba allí no era un hombre con una bomba pegada a su cuerpo, ni formaba parte de un comando armado con misiles; sus pertrechos eran su estómago y su boca, era un hombre armado tan sólo con su hambre.

Al lado de las refriegas ha merecido únicamente media línea en un telegrama de agencia de noticias. No es una película. En medio de las batallas entre facciones palestinas, la primera intraguerra oficial según sus propias confesiones, donde las treguas parecen paréntesis para recoger los muertos de las calles y volver a engrasar las armas, con los militares israelíes encantados, presumiendo de bomba atómica, manteniendo el embargo y el cierre de fronteras, por supuesto, un poco como de vacaciones porque los otros se encargan de liquidarse entre ellos, este hombre debe ser uno que hace la guerra por su cuenta, como puede, sin que las noticias digan nada más que el enunciado: he rebuscado pero sólo he sabido de su humilde peripecia y de su más pequeño, mínimo delito: tener hambre y querer comer rancho del ejército israelí. En el centro de la base, atravesadas las defensas, en vez de dirigirse al polvorín para robarlo, a las oficinas del estado mayor para volarlas, yo que sé, se ha acercado a la cantina, se ha colado en el economato y ha querido comerse la comida que no tiene.

Pensaba hablar de cine y Palestina, escribir sobre La última luna, una película del chileno Miguel Littin, el de Acta general de Chile o El Chacal de Nahueltoro, decir algo de sus buenas intenciones, de su arriesgada, a veces confusa, pero honesta y en absoluto maniquea historia de un judío y un palestino que juntos deciden construir una casa, en 1914, cuando los turcos dominaban, los palestinos emigraban, los ingleses acechaban, los sionistas se infiltraban y se podía creer en todos los dioses; pensaba apuntar su mejor mérito, a saber, la defensa del agrio, peligrosísimo terreno de los que deciden apuntarse a la no violencia, no querer la guerra sino la batalla inmensa de vivir como se pueda cada día; pensaba, claro, ligarla con otra película, con Domicilio privado, que no se exhibe ahora, pero que se consigue en dvd, en la que Saverio Costanzo apunta más ordenadamente en la misma dirección, es decir, una casa, un profesor palestino, su familia y unos soldados ocupantes condenados a compartir el techo y las horas de comer; quería enfrentarla con Paradise Now, de Hany Abu-Assad, para comparar como se escarba en las raíces del odio y en sus consecuencias compartiendo la peripecia de dos jóvenes suicidas en una película imprescindible para acercarse desde el cine a la guerra que salpica; tan imprescindible como la filmografía del israelí Amos Gitai, en Zona Libre o Promise Land, por ejemplo, que lo mira libremente desde otras partes.

Eso quería, pero ese hombre de ahí arriba, el del primer párrafo, ese vivo de hambre, se ha quedado con mi atención y con la historia: con la que cae, hace falta no querer morir con una voluntad tan poderosa, tan desesperada, como la de su propio pueblo, para irse de tapas al bar de enemigo. O yo me lo imagino.

5 comentarios

  1. Dice ser luc

    Parece que esas vacaciones de los soldados israelíes son relativas. Una niña de catorce años fue muerta ayer cerca del muro de separación en Cisjordania. Estaba con una amiga a unos cien metros de la valla, un excelente lugar para recibir un par de disparos.

    20 diciembre 2006 | 9:41

  2. Dice ser despic

    Que buena la frase «un hombre armado con su hambre»

    20 diciembre 2006 | 13:54

  3. Dice ser angeles

    Y ahora para colmo los enfrentamientos entre Hamas y Fatah. Que pesadilla

    20 diciembre 2006 | 13:57

  4. Dice ser MM

    Jaes,Excelente entrada.El hambre arraiga en las entrañas del pueblo palestino. Desde hace casi tres generaciones. Pero ahora, el sufrimiento es insoportable. El injusto bloqueo y aislamiento internacional, más de 10 meses sin sueldo a los funcionarios, miles de historias que rodea la ocupación, destruyendo tierras de cultivo, casas, territorios.., el infame muro, la desprotegida infancia…hay tantos derechos humanos apaleados y asesinados que la lista es infinita.El enemigo del pueblo, el hambre. El hambre es otro tipo de tortura.Europa, la Comunidad Internacional en general, mira hacia otro lado.Soñaremos que otro mundo es posible, soñaré que el ejército israelí haciendo uso de una olvidada humanidad, les da la comida de la cantina, paliando por un momento la miseria ajena del pueblo.

    20 diciembre 2006 | 14:03

  5. Dice ser javi

    Sí, gran post.

    09 enero 2007 | 16:23

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