Una vez más, y van ya unas cuantas, el Real Madrid solventó, en los minutos finales ante Osasuna, con una nueva remontada un partido que se le había complicado mucho. El equipo que dirige Manuel Pellegrini demostró coraje, entrega y mucho amor propio, cualidades que son de admirar y necesarias en cualquier equipo campeón.

El problema es que ese no es el camino más ortodoxo para alcanzar la meta. Puede que con la garra, el pundonor y con un espléndido Cristiano Ronaldo le baste al conjunto blanco para pelearle esta temporada la Liga al Barcelona hasta la última jornada, pero con el tiempo las decepciones serán mayores que las alegrías.

Porque el club más grande la historia no puede habituarse a ir contracorriente. Debe saber a lo que juega, tener un estilo gane o pierda y dominar los partidos. El Madrid está viviendo en el alambre, poniendo a prueba los estados emocionales de sus aficionados.

«El corazón está como el de todos los madridistas. Hemos estado más inestables que nunca, pero al final lo hemos resuelto a nuestra manera. Nos podemos partir en dos, pero nunca renunciamos a la lucha«, dijo ayer el director general blanco, Jorge Valdano, tras el partido.

Sólo espero que los máximos responsables de la entidad tomen nota y le den continuidad a un proyecto de una vez por todas esté al mando Pellegrini o Mourinho. El Madrid necesita consolidar una idea futbolística que le permita colocarse de nuevo entre los mejores equipos de Europa y reservar la épica sólo para las grandes ocasiones.