Archivo de octubre, 2011

Lleva operándose 16 años para parecerse a Superman

Decía estos días en Twitter y Facebook que me ponía el traje de becario antes de trabajar. Pues bien, de momento solo es el traje pero, quién sabe, quizás algún día decida operarme y ponerme boca de becario, nariz de becario y pómulos de becario… aunque solo sea para entrar en nuestra lista de Cuando la cirugía estética se vuelve descabellada.

En cualquier caso, mientras me pienso si me pongo manos y pies de becario de por vida, podemos apuntar en nuestra clasificación a Herbert Chávez, un filipino de 35 años que lleva 16 años pasando por el quirófano (no todos los días, como supondréis) detrás de su sueño: ser Superman, tal y como vemos en la prensa estadounidense.

En condiciones normales (si es que se pueden dar «condiciones normales» en este caso) lo suyo sería que le implantaran unos propulsores para volar, acero en los puños para la superfuerza, que le cosieran unos calzoncillos encima del pantalón (ah, no, esto ya no), en fin, cosas que le conviertan en un superhéroe. Sin embargo, como la ciencia no está tan avanzada aún, el pobre se tiene que conformar con parecerse físicamente.

Y en eso anda Chávez, operándose la barbilla, haciéndose más fina la nariz, estilo Christopher Reeve cuando interpretó al personaje, unos labios más gordos y unas cuantas cosas más, que su dinero le habrán costado. Aunque ahora que hablamos de dinero, como me dijo una vez un amigo al que le debía veinte céntimos, podemos hablar también de la decoración de su casa: almohadas, fotos, estatuas de tamaño real… todo de Superman.

Que digo yo… nuestro Chávez, más que fan, es egocéntrico, ¿no? Pensadlo bien: gasta un dineral en parecerse a Superman y llena su casa de objetos de Superman que, supongo, le recordarán indirectamente a él mismo. Entonces nos encontramos con que su domicilio, más que un santuario al superhéroe libre de kryptonita, es una casamuseo de él mismo.

La diferencia con un tipo ególatra al uso es que en lugar de gastarse el dinero en revelar las fotos de sus vacaciones en La Manga lo ha gastado en comprar fotos de Superman: total, él creerá que se parecen y así evita que en alguna salga con los ojos rojos.

PD: Lo de operarme para ser becario de por vida podría estar bien, pero tener que aguantar a Trolly… uff, eso no está pagado.

Le pillan bebiendo café, usando un portátil y escribiendo mientras conducía

Si Coco trabajara para la DGT seguramente tendría un programa en el que aleccionaría a los niños diciendo cosas como: «Hola amigos, esto es el intermitente. Hoy os voy a enseñar a usarlo: si lo lo accionas significa que vas a cambiar tu trayectoria». Las rotondas serían más seguras.

Como el objetivo de Coco sería hacer que las carreteras fuesen un lugar mejor, probablemente tendría un espacio llamado Conductor imprudente dentro de su programa, donde contaría casos reales de gente que jamás debió ponerse al volante. El de hoy sería su primera estrella invitada, sin duda.

No sabemos su nombre (a Dios gracias), y tampoco su cara (ahora es él quien debería darlas), pero se ha convertido en protagonista de los medios británicos quienes le conocen como «El conductor británico más distraído». No en vano, el muchacho conducía su vehículo mientras usaba un ordenador portátil, bebía café y escribía las respuestas de un concurso de la radio… en una carretera donde la velocidad máxima de 110 km/h.

(FOTO: Astral Media. No corresponde a los hechos, obviamente)

El kamikaze conductor fue cazado en una operación policial en Hampshire, Reino Unido, durante la cual también tuvieron el gusto de encontrar a un conductor que se estaba comiendo una pera con un cuchillo y a numerosas personas que hablaban por el móvil al volante.

Aunque no han trascendido las imágenes, las autoridades grabaron los hechos en vídeo, según la prensa británica, dentro del marco de una operación de incógnito llamada Operation Tramline que mezcló coches policiales camuflados y otros que no lo estaban.

Claro que, pensándolo bien, Coco no está preparado para estas cosas. Estoy convencido de que si le toca cambiar el «cerca, lejos» por «esto es una línea continua y esto una discontinua» terminará comiéndose el pelo como Jimmy en el capítulo de la foto familiar en Hope.

PD: Típico caso que ves y dices: «¡A estos no les pilla la Policía, yo me salto un STOP y seguro que me multan!».

«¡Mamá, mi hermano está boicoteando mi ensayo!»

«¡Mamá, Phineas y Ferb están haciendo los créditos iniciales!». La queja de nuestra querida Candace es una protesta habitual entre los hermanos mayores. No he sido hermano mayor, pero sí menor, y creo que hay parte de culpa en los dos lados: el grande se cree adulto antes de tiempo y el pequeño (principal responsable, todo hay que decirlo) trata de boicotear cualquier iniciativa porque le gusta ser el centro de atención (y molestar).

Así pues, yo protagonizo unos minutos en el vídeo de la comunión de mi hermano saboteando una partida suya a una maquinita, pero no solo eso; en mi infancia era campeón de meter la pata delante de sus amigos: a uno lo llamé por el mote que le habían puesto a sus espaldas, dejé a la luz secretos inconfesables… vamos, que hice de la preadolescencia de mi hermano un calvario, inconscientemente, claro.

Por eso entiendo al muchachito que protagoniza el vídeo de hoy. Según el relato de su hermana, su madre estaba grabando cómo ensayaba un baile, pero tenía que esperar una canción porque la que sonaba no era la que tenía que practicar. Entonces se puso a hacer movimientos chorras para hacer tiempo (eso dice ella y yo no tengo por qué ponerlo en duda) mientras su hermano se burlaba de ella y acaparaba la atención del vídeo.

Desde que un padre pilló a su hija haciendo top-less frente a la webcam un personaje secundario no había sido tan protagonista en un vídeo casero. Ahí vemos a la muchacha, calentando con un muevo los brazos, me pica la nariz, perrea-perrea… y de fondo, su hermano haciendo de Rihanna, Michael Jackson y Lady Gaga a la vez. Un genio o, como diría Tomás Guasch: «Ese muchaaaaaaacho».

La bailarina, que creyó que su madre se reía de sus extraños movimientos, no sospechaba que su hermano estaba por detrás haciendo el ganso. La comprendo, en estos casos lo habitual es oír a mamá gritar: «¡No hagas burla a tu hermana!» o «¡Deja a tu hermana ensayar tranquila!» o «¡No hagas el tonto, que ya eres mayor para estas bobadas!». Lo raro es que le rían las gracias.

De modo que, una vez nos defraudó la madre, que se partió de risa con la mofa del niño en lugar de regañarle, solo nos quedaba la esperanza de que la escena acabara como acaban las burlas de hermanos pequeños a hermanos mayores… el grande atrapa al chico y, mientras le da un azote / hace cosquillas / hace el abrazo del oso, una voz infantil grita a la desesperada: «¡Mamá! ¡Ayuda!».

PD: Lo reconozco, yo era un poco cabroncete, pero ya me he reformado.

¿Pagarías 15.000 euros por una casa de muñecas?

[Uy, qué raro se hace esto de empezar sin BecConsejo] Como suponéis, la historia tiene algo de truco, al más puro estilo becario. Os cuento…

Llevo unos días viendo series y todas están llenas de millonarios: ricos en Revenge, ricos en Royal Pains, ricos en Ringer… ¡hasta he visto ricos en Hope! Quizás es por eso por lo que ya ni siquiera me sorprende que alguien se gaste 15.000 euros en una casa de muñecas… en la que pueden vivir sus hijos.

Sí, muchachos, sí. Mientras nosotros estamos aquí pensando cómo pagamos el alquiler y si algún día nos podremos comprar una vivienda, hay gente que puede permitirse pagar ese dineral en una casa liliputiense. Más aún; hay una empresa que se puede permitir fabricarlas y venderlas.

Vi la imagen de refilón en la prensa británica y desde entonces no me la puedo quitar de la cabeza. Dos muchachitos vestidos para ir a la iglesia saliendo de una casa victoriana en miniatura… ays, no me sorprende que se llamen Lilliputplayhomes.

Son casas de juguete que se construyen en menos de diez horas y en las que vuestros hijos (o vosotros mismos si tenéis siete años y algún desalmado os ha dejado entrar a este blog) pueden jugar tranquilamente.

Ahí lo tenéis, nuestro sueño de infancia convertido en realidad. Estamos nosotros con ocho años rodeados de nuestros amigos entrando a nuestra propia casa y subiendo a la planta de arriba para escupir desde el balcón a los desconocidos. Alguien grita de fondo: «Esto es vida» mientras simula fumar un cigarrillo de chocolate y te da una moneda de euro de chocolate.

Y por si sois de los que dudáis a la hora de comprar una vivienda, tenéis donde elegir. Si sois tan asquerosamente ricos que os podéis permitir un capricho de este calibre (sí, hablo desde la más repugnante envidia, jeje) podéis elegir desde un teatro a un castillo, de un supermercado a un viejo parque de bomberos.

Supongo que si un niño me viera desde el balcón de su mansión victoriana cuando yo tenía ocho años se descojonaría de mí echaría una risas a mi costa. Yo estaría jugando a lo mismo que él, pero los protagonistas de mi historia serían muñecos en una caja de zapatos pintada con rotuladores y él… el actor principal en un escenario de 15.000 euros.

Claro, así yo he terminado siendo el becario más vilipendiado de los medios de comunicación españoles y él podría terminar heredando News Corporation… aunque visto así no sé quién saldría perdiendo ahora mismo.

La historia no es nueva, lo sé, pero cuando vi que un comprador había montado una calle entera de casitas de juguete me dije que os tenía que hablar de esto.

PD: ¿Os gustaría comprar una (si os sobrara el dinero) o creéis que esto no curte el carácter de los niños?