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El 'happy place' de las series de televisión

‘American Crime’: el adiós definitivo del último gran milagro seriéfilo

American CrimeUna American Crime aburrida es mejor que el 90% de todas las series estrenadas en Estados Unidos en los últimos años. También lo son una American Crime irregular, una American Crime obvia, una American Crime trágica, una American Crime cruel. Porque American Crime es una serie importante. No importante en plan «es imperfecta, pero pone sobre la mesa una cuestión imprescindible», no. Es una gran serie que además es necesaria. Mientras veía la segunda temporada, que emitió la cadena ABC en 2016 (en España lo ha hecho Movistar+), tenía todo el rato la sensación de que estaba ante algo que ya conocía, hasta que me di cuenta de que era The Wire: el espíritu realista, la vocación social, la maestría narrativa… El caso de American Crime era en cierta manera todavía más encomiable, porque se emitía en un canal en abierto, no en uno de pago, con la libertad que implica. Por ello no ha sobrevivido a la última quema.

Hace unas semanas, en plenos upfronts de las networks estadounidenses, cuando deciden qué ficciones continúan con ellas y cuáles no, supimos que ABC no renovaría American Crime de cara a una cuarta temporada. Era una pequeña tragedia, pero algo sin importancia si consideramos que ha existido. Fue un milagro irrepetible, producto de un lugar y un momento concreto (la Norteamérica sumida en la desigualdad, previa a la era Trump), de un creador y un reparto en estado de gracia. Quizá ni siquiera sepáis qué es American Crime, así que ahí va: una antología centrada en diferentes crímenes que hacen saltar por los aires los resortes sociales, sobre todo el racismo, el clasismo, la xenofobia y el machismo. ¿Una serie criminal en la que quién lo hizo no es lo más importante, sino la crítica cultural? ¿En un canal en abierto? No nos lamentemos porque se despida, alegrémonos porque existió. Así es el legado de American Crime.

American CrimeSu existencia se la debemos a John Ridley, guionista de 12 años de esclavitud, y a la valentía de ABC para producirla, una alianza que, junto a actores como Felicity Huffman, Tim Hutton, Lili Taylor o Regina King, hoy vemos más necesaria que nunca, y seguro que en el futuro también. La idea me resultó algo extraña al principio (de hecho, mis reacciones ante el primer capítulo fueron bastante negativas): la temporada inicial narraba cómo el asesinato de un matrimonio joven implica a varios sospechosos que lo son solo por sus orígenes y su complicada situación social, y me pareció una especie de Crash (hablo de la cinta de Paul Haggis, de 2004) un tanto lastimera y evidente al mostrar ese microcosmos social. Pero la segunda entrega supuso toda una revolución; no solo por suponer el paso natural de una ficción que quería hacer sangre en la desigualdad, sino que se acercaba a la violencia sexual desde otro punto de vista.

La dura historia de Taylor (gran Connor Jessup), un joven al que viola un compañero de clase y al que todo el mundo da la espalda, no solo por ser un chico gay, sino por pertenecer a los alumnos pudientes de una escuela elitista, se convirtió en un pequeño fenómeno. Sirvió para enganchar a la ficción a algunos indecisos y para ganarse el favor de la crítica, colándose en las listas de lo mejor de 2016. Eso ayudó a que todos estuviéramos deseando hincarle el diente a la tercera temporada, y aunque ha vuelto al espíritu de la primera entrega, menos impactante, más solemne y más dispersas (un conjunto de historias sobre el esclavismo en el siglo XXI), por fin hemos entendido que de eso va American Crime. Es una ficción sencilla, humilde, sensible, que pasa tan de puntilla como sus polémicas, pero de la que no hay manera de levantar cabeza cuando te has sumergido. American Crime nos ha dado tanto en tan poco tiempo que merece marchar en paz; la recordaremos incorruptible y necesaria.

¿Habéis visto American Crime? ¿Cómo os habéis tomado la cancelación?

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