Por Jordi S. Berenguer
Anoche fui atropellado por un ciclista. Andaba tranquilamente por la acera cuando sentí que se me echaba encima una bici.
La rueda me desgarró el pantalón y me produjo un rasguño en la pierna. Inmediatamente el ciclista se detuvo para pedirme disculpas, se apeó y se interesó por si había sufrido algún daño.
Dispuesto a repararlo me mostró su póliza de seguro con su documentación personal y la del vehículo. Incluso llegó a ofrecerse para acompañarme en un taxi por si precisaba acudir al ambulatorio.
Le agradecí la atención pero le dije que ya lo resolvería en casa con una tirita ya que solo se trataba de una leve herida.
Aún así insistió en pagarme un nuevo pantalón ya que me lo había dejado para tirar. Sacó de su riñonera unos billetes y me preguntó cuanto debía abonarme.
En ese punto sonó el despertador y ya no supe como acababa la historia. Bien curiosa, por cierto. ¿No creen?