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Preventorios: «Al vomitar me lo hacían comer otra vez»

Por Manuela Lozano, de 56.

Estuve en el Preventorio Infantil de Guadarrama en los años 1963 y 1965. Yo era muy pequeña. La primera vez que fui tendría siete años, fuimos tres años seguidos con lo cual la última vez tenía nueve. Los recuerdos de esos días a veces son muy nítidos y otras son muy vagos. Bien es verdad que, por duros que sean los tiempos y las situaciones que rodean a los niños, siempre hay buenos y malos recuerdos, pues no dejan de ser niños y ven las cosas con otros prismas diferentes que los adultos. Pero esos mismos nos marcan para el resto de nuestra vida sin darnos apenas cuenta.

Parece ser que era el patronato de vacunaciones los que se lo proponían a mi madre cuando nos llevaba a vacunarnos, al ser hijos de un enfermo de tuberculosis. Me imagino que además seguro que a mi madre le darían algún tipo de información asegurándole nuestro bienestar y nuestra futura salud con aquellos medicamentos que nos daban. A las hijas de estos enfermos nos mandaban por temporadas que no recuerdo cuanto duraban, creo tres meses, en donde desde que entrábamos hasta que salíamos no paraban de darnos medicamentos y nos ponían vacunas e inyecciones casi diarias. A mi madre nunca le dijeron que tipo de tratamiento usaban con nosotros y porqué, me imagino que las monjas que eran las que nos mandaban allí si sabrían algo sobre lo que se hacía allí y porqué.

Desde luego para nosotras, mi hermana y yo, que veníamos de estar en un colegio interno de niñas huérfanas de la misma época el preventorio en algunas cosas casi era un hotel de cinco estrellas, hasta se podía repetir.

Yo lo recuerdo muy estricto todo tipo militar como en las películas, esperábamos colas para que nos dieran la ropa, en la que habían unas bragas cuadradas gigantes que se ataban con una cinta incómoda, nos separaban por habitaciones de colores y la ropa era del mismo color. Nos duchaban a todas desnudas y de diferentes edades todas juntas, refregándonos con estropajos de esparto, arañándonos todo el cuerpo y si protestabas te lo hacían mas fuerte.

Yo con las picaduras de los mosquitos tenía mucha reacción alérgica, tanta que en alguna ocasión me dio fiebre y me tuvieron que meter en la casita verde, la enfermería. En realidad para las picaduras no te daban nada y yo me rascaba hasta hacerme heridas y seguro que se infectaban, por eso a lo mejor me daba fiebre. ¿Quién sabe?

Recuerdo algunas canciones y dichos curiosos típicos solo de allí.

Evidentemente teníamos miedo, pues en una ocasión me caí de bruces estando sentada en un banco del patio al tener metidas las manos debajo de las piernas y los pies enganchados en las tablas de atrás por debajo del banco y me tapé con un trapo para que no me vieran llorar, pensando que me iban a pegar por haber hecho eso.

En realidad hay muchos momentos dolorosos de miedos, soledad, incertidumbre, falta de caricias y mimos. Vamos, un compendio de sentimientos difíciles de explicar cuando eres tan pequeña y te toca vivir esas situaciones.

Yo siempre tuve problemas con el estómago, era muy lenta comiendo, aburría a todo el mundo, pero es que me sentaba mal la comida y nada mas lejos de comprobar por qué me sentaba mal, al vomitar me lo hacían comer otra vez y otra, hasta que una vez mi hermana dos años mayor que yo se levantó y la lió gorda hasta conseguir hablar con la superiora o jefa. Yo era muy pequeña y no recuerdo que pasó después.

De esa época recuerdo alguna canción, dichos y otros detalles.

Os adjunto fotos que mi madre guarda amorosamente en el álbum de nuestra infancia. Por detrás se ve la fecha  y dos están escritas por mi hermana a mi madre. En lo escrito se aprecia la preocupación sobre el crecimiento adecuado y la salud al estar gorditas o no.

Gracias por tomaros interés en casos como este, donde nos hace mas humanos entendiendo muchas cosas cuando sabemos del sufrimiento humano y no entendiendo otras que el ser humano es capaz de hacer.

Cuando me hice mayor pensaba muchas veces en aquellos años con dolor y algunos buenos recuerdos y siempre pensé que a lo mejor solo me había pasado a mí y no tuve tiempo ni la idea de compartirlo con nadie, ahora que he visto vuestro artículo los recuerdos han venido  mas fuertes todavía y estoy encantada de compartirlo.

16 comentarios

  1. Dice ser Sistema de Referencia - Eter

    Supongo que un crio ingresado en Oncologia Infantil porque tiene leucemia, si tiene suerte y sobrevive…

    Cincuenta años despues dira, que fue objeto de torturas en un hospital, que le inyectaban una sonda, que le rapaban la cabeza y que le hacian beber leche en las comidas, que no le dejaban jugar y que estaba en una habitacion de color, rosa, amarillo o que se yo.

    21 septiembre 2012 | 17:04

  2. Dice ser Carmen

    Yo estuve 3 meses en el otoño de 1964, había una disciplina estricta Pero Ni mas ni menos que la cotidiana en esa época, es cierto que obligaban a comer, nunca vi comer vómitos.
    Lo mas duro era separarse de tu familia y que la visita solo fuese una vez al mes, pero te podías ir con ellos si querías, hubo quien lo hizo.
    Nunca me pusieron ninguna medicación innecesaria.
    Las normas y costumbres obedecían a la época en la que vivíamos, hoy por supuesto están fuera de lugar.
    Nunca vi malos tratos.
    Carmen Gutiérrez

    21 septiembre 2012 | 18:47

  3. Dice ser Teresa

    Hace poco pregunté a mi madre si estuvo en alguno de estos preventorios, sorprendida por todas estas noticias. Su respuesta, que fueron de los mejores años de su vida. Mi madre fue en los años 1968- 1970. Me ha dicho que comía muy bien, que la comida era deliciosa, que la hacían repetir y que se fue al de Guadarrama un verano cuando tenía 9 años. La daban ropa en buenas condiciones, jugaba con las otras niñas y cantaban canciones… Todas las semanas hablaba con su familia y cuando tenía que volver a casa lloraban, no solo ella, sino todas las niñas en el autobús de lo bien que se lo pasaban.

    Por eso me sorprenden algunos testimonios que te hablan de estos preventorios como campos de concentración

    22 septiembre 2012 | 18:15

  4. Dice ser Esteban

    Cuanta gente pagada por la escoria franquista viene a intentar desprestigiar soltando comentarios de mierda. Seguro que muchos vienen hasta de la calle Génova…

    22 septiembre 2012 | 18:40

  5. Dice ser antoska

    Cuando pasas por eso siendo niño te parece casi normal.Es despues cuando tienes hijos que te viene todo a la memoria, No hablo de venganza,pero que menos que denunciarlo.

    22 septiembre 2012 | 19:01

  6. Dice ser Pablo

    De niño recorrí varios internados y un Preventorio y nunca pondre en duda lo mal que pudieran pasarlo otros u otras niñas o niños ya que mi experiencia en esos sitios fue dantesca en bastantes ocasiones 1958-1963
    A los que niegan aquello que vivimos les hubiera mandado una temporadita a esos lares seguro que se os quitan las ganas de volver a cantar el caralsol

    22 septiembre 2012 | 19:08

  7. Dice ser jose

    seguimos con el filon del mes

    22 septiembre 2012 | 19:15

  8. Dice ser Acra

    No sé, pero la verdad es que lo de obligarte a comer incluso lo que escupías o vomitabas lo vi en mi colegio público en el curso 76-77 con los niños de preescolar o párvulos a los mayores si no queríamos comer la profesora te arreaba un cachete y tan ancha y os aseguro que había comidas auténticamente vomitivas y en mal estado. Los castigos físicos eran lo normal y a nadie nos parecía que nos torturasen, era lo común, lo corriente. Aún recuerdo que el día que me llamó mi profesora y fui a su mesa con las manos detrás por si me daban con la regla. Reitero que era un colegio público o nacional, como se llamaba entonces.
    Me ha llamado la atención leer en varios comentarios que se usaba estropajo y jabón lagarto, pues claro, era lo más normal en todos los hogares, no había esponjas de distintas texturas ni geles de baño como ahora. Al igual que las duchas comunitarias, algo totalmente funcional y adecuado a ese tipo de recintos, es más si vas actualmente a una piscina pública verás que lo siguen siendo en muchas de ellas e incluso en grandes empresas.
    Esas interpretaciones de los recuerdos desde el presente es lo que tienen: que te hace valorar los acontecimientos desde unos parámetros muy alejados del contexto psicosocial donde tuvieron lugar.
    Salud

    22 septiembre 2012 | 19:20

  9. Dice ser membri64

    Yo estuve en el hospicio de San Luis de Sevilla, desde 1951 hasta 1962, era huérfano; también tuve que volverme a comer por dos veces lo vomitado. Un día los cuidadores que le llamaban celadores, todos pedófilos, se acostaban con los niños más guapos; (menos mal que yo, a pesar de no ser guapo era inválido, a Dios gracias). Repito, un día, éramos revisados de la ropa que vestíamos, más que pasadas y que se rompían al menor movimiento; por la noche, un celador fue apartando a los que tenían roto el pantalón; fueron unos 7 u 8 los niños que los tenían roto; entonces el celador cogió el palo, que era como una barra de asientos de bancos, empezó a pegarles con los dedos en forma de huevo y sobre las uñas de los dedos hasta arrancarles las uñas de los dedos; sangraban enormemente…
    Al día siguiente, los llevaron al médico, les preguntó que cómo se habían hecho éso? y a los niños les obligaron a decir que se lo habían hecho jugando al fútbol. El médico les respondió: ¿Pero todos igual…? El médico comprendió, pero fue un cobarde al no haber denunciado, tales hechos.
    Viendo yo, que la pedofilia llegaba a un límite tan descarado, y que al celador le importaba un pimiento acostarse en la misma cama del niño, (antes, al menos lo hacían tras un biombo que separaba la cama del celador con las demás camas); hablé con unos compañeros para denunciar ante el administrador del hospicio lo que pasaba; pues le dije que ¿quién sabía si un día nos podría tocar a nosotros? Recluté a unos 7 compañeros, y yo en cabeza fuimos a la Administración, pero el miedo era tal, que iban retrazándose por el camino; ya ante la puerta, quedé solo, todos me abandonaron. Ya no podía volver atrás, puesto que ya el administrador me vio y me preguntó que qué quería; le relaté los hechos; me amenazó que si era mentira lo que decía me esperaba una buena, incluso me mandaría a la silla*, o a la legión, falseando mi edad o otras similitudes ¡¡Quiero pruebas!! Puesto que de quien se trataba era un señor muy influyente y querido en el hospicio.
    Me fui y busqué a uno de los que habían sido sometidos, y me dijo que sólo lo habían hecho una vez, ¡lo suficiente! me dije; ¡te llama el administrador!
    Previamente, el administrador había ya hablado con el celador que lo mantuvo en otro despacho conjunto, oyendo la declaración del niño ¡me obligó a hacerlo! dijo el niño.
    No obstante, y mientras se tramitaban los papeles de la expulsión del celador, me encerraron en lugar inaccesible junto al niño, porque el tal celador nos buscaba para matarnos, unos ¡tres meses! para expulsarlo, así eran las cosas y los trámites en aquellos tiempos. Una vez expulsado el susodicho celador, todos los días esperaba poder entrar en las puertas con un cuchillo para matarme…
    Esta historia es más larga, pero he omitido algunas otras, para no hacerla más largo el relato.
    (*) La «Silla», era a la que sometían a algunos niños más «rebeldes», para ablandarles con sesiones de electroencefalograma, en la que terminaban en el manicomio de Miraflores, para siempre jamás.
    Ahora, con 70 años de edad, lo cuento; pero hay muchas más cosas de las que narrar y no me quiero hacer muy pesado…

    22 septiembre 2012 | 19:28

  10. Dice ser Carmen

    Yo estuve en el Preventorio Infantil de Guadarrama aproximadamente en el año 1960. Yo era muy enfermiza, garganta , catarros etc. Y el médico ofreció a mis padres enviarme al Preventorio de Guadarrama donde cambiaria de aires y mejoraría la salud.
    La política era muy férrea y mi experiencia fue la siguiente:
    Debiamos comernos todo lo que nos ponían en el plato. Si alguna niña vomitaba la ponían de pie, le tapaban la nariz y le dában a comer el vómito.
    El 16 de julio tuve fiebre y no tuve apetito, pero pusieron empanadillas y mis compañeras de mesa repitieron y me pidieron que yo también lo hiciera y después se las comerían ellas, cuando terminaron su plato ya no quisieron las mias y me las tuve que comer. Tenia muchas ganas de vomitar, pero por temor a que me dieran el vómito, aguanté como pude y al traspasar la puerta vomité, me dieron varias bofetadas por no hacerlo dentro.
    A la niña que se hacia pis en la cama le sujetaban la sábana manchada a la espalda con un imperdible y la paseaban por todas las salas diciéndonos que nos riéramos, yo me reia por miedo, pero la escena me entristecía mucho.
    Si querías que te levantaran a media noche para ir al baño debías dejar la gaveta ( baúl de madera situado a los pies de la cama) abierta, te despertaban y si no te levantabas inmediatamente te daban una bofetada, con lo cual te levantabas medio inconsciente y te ibas chocando con las camas y las gavetas. Para hacer las necesidades te contaban 1, 1 y ¼, 1 y ½ … hasta 3, si no lo habías hecho te tenias que levantar.
    Un día, sin querer, dí un golpe a la tapa de la gaveta y se cerró haciendo ruido, también me pegaron.
    Despues de comer te acostaban la siesta, con los brazos estirados al lado del cuerpo, sin hablar y sin dormir, yo un día me dormi y me despertaron pegándome.
    Cuando íbamos a la ducha, las mayores debíamos caminar mirando a la pared y pegadas a ella para que las pequeñas no nos vieran.
    Nos podían visitar una vez al mes, a los padres se les cacheaba y a nosotras nos hacían esperar el momento en una sala muy grande situada en un semisótano, cerraban las ventanas y bajaban la intensidad de la luz, si alguna lloraba, hablaba o buscaba a sus padres por las rendijas de las ventanas no salian a la visita aunque sus padres estuvieran fuera.
    Yo nunca dije a mis padres lo que pasaba porque debía aguantar, mi hermana había estado años anteriores y ella no de daba importancia a cosas que a mi me marcaron. Mi hermana me contó que un día de visita mi padre la buscó por los huecos de la valla y cuando ella le vió echó a correr para hablarle, una monitora se lo impidió y ella fue retrocediendo de espaldas y se chocó contra un árbol, nadie la ayudó y mi padre y ella se quedaron llorando.
    Cuando los padres se iban, la mayoría nos quedábamos llorando, un día me vió una cuidadora y me dijo “simplona” no se me olvidará esa palabra.
    Nos leían las carta enviadas y recibidas, por lo que solo podías contar cosas no comprometidas.
    En todas las experiencias de la vida hay cosas buenas y malas, yo de esta experiencia no recuerdo ninguna buena, aunque supongo que las habría. Todavia me emociono y lloro al recordar lo que ocurría alli

    22 septiembre 2012 | 21:08

  11. Dice ser Barlovento

    Alemania baja la cabeza horrorizada por la barbarie nazi. Aquí aún queda mucha gente que saca pecho con la barbarie de otro gran genocida como fue Franco.
    Así nos luce el pelo. Mientras tanto sus cachorros gobernándonos y llevándonos otra vez a la miseria, de la que tanto trabajo les costó salir a nuestros padres y abuelos.

    22 septiembre 2012 | 22:07

  12. Dice ser keiko

    cada uno cuenta como le fue en la feria …lo extraño es la diversidad de opiniones de una mismas instituciones …la distancia de la familia ..pondrian triste a unos ..y el alejamiento de familias disfuncionales alegres a otros..lo cierto es que no hay pruebas facientes..y eso se quedara tal como llego ..en comentarios y cuentos y realidades de las personas que tuvieron la dicha o desdicha de pasar por esas instituciones ..

    22 septiembre 2012 | 22:13

  13. Dice ser Ich verstehe nicht

    «El 16 de julio tuve fiebre y no tuve apetito, pero pusieron empanadillas y mis compañeras de mesa repitieron y me pidieron que yo también lo hiciera y después se las comerían ellas, cuando terminaron su plato ya no quisieron las mias y me las tuve que comer. »

    Osea… la comida era asquerosa, y encontramos a unas niñas… que quieren repetir… y quieren repetir empanadillas…

    una comida muy asquerosa.

    22 septiembre 2012 | 23:08

  14. Dice ser Margage

    MI llegada al preventorio fue como llegar al castillo de Drácula, ducha el el pasillo de las cámaras de gas, despiojada , sin piojos, para después empolvarnos de arriba a bajo de zotal y dormir toda la noche envueltas con esos polvos en una toallas. Ahí empezó mi pesadilla…

    Me llamo Marga, estuve en el preventorio de Guadarrama en dos ocasiones en el 62 y 64, 7 y 9 años, mi experiencia en aquél lugar fue horrorosa, sufrí mucho miedo, miedo a las cuidadoras, miedo cuando me pinchaban, miedo de las demás niñas, de hecho por la noche no podía dormir, desde entonces no lo he vuelto a hacer en condiciones por la noche. Fue un trato vejatorio el que recibimos. Yo no era una niña enferma y tenía y he tenido piojos en mi vida, venia de una familia media, que no le sobraba el dinero pero tenía de sobra para alimentarnos bien y cuidarnos con calidad.

    En el preventorio se nos trataba literalmente como a «piojosas muertas de hambre» no sé porqué nos llamaban así, ni que ellas hubieran nadado en la abundancia!!, si estaban allí trabajando, no era precisamente porque fueran ricas.

    Casi todo lo que estás contando mis compañeras es verdad, hay cosas que yo, por suerte, no las he vivido, supongo que le época tiene mucho que ver, dependiendo de las cuidadores que hubiera, unas serian menos malas que otras. Pero si me ha tocado vivir episodios de maltratos, no dejaban beber cuando se tenía sed, no dejaban levantarse por la noche si se tenía ganas de orinar o lo que fuere, no se podía perder el cepillo de dientes, no se podía perder la cinta del pelo, no se podía hablar en la mesa, no se podía dormir la siesta ni hablar ni volverte de lado, siempre boca arriba; los jueves nos ponían en fila para enseñar los baberos/uniformes que llevamos y dependiendo del grado de suciedad, de llevabas guantazo o no; cuando te cambian de ropa interior, supongo que era una vez a la semana cuando nos bajaban a duchar en esas ducha de campo de concentración, te ponían las bragas encima de la cama con una cinta, para que, en cuestión de segundos, metiéramos la cinta en la braga, (7 y 9 años) y en mi vida había tenido unas bragas así. Pues si algo de todo lo que he contado lo hacíamos mal, el castigo estaba más que asegurado y duro. Y muchas más cosas que ya han contado mis compañeras y no voy a repetir. QUien puede dudar que eso no sea maltrato a niñas???

    El tema tan manido de comida, habrá habido de todo lo que cuenta, en mi caso, te obligaban a beberte esa leche en polvo quemada que estaba asquerosa, si te sobraba comida , que tb. era incomible, o leche, te lo mezclaban todo junto independientemente de lo que fuera cada cosa, y te lo hacían engullir con muy malas maneras, y pobre de ti como se te ocurriera echarlo, si lo hacías en el plato, para dentro otra vez, si se te caía al suelo, te traían otro mejunje idéntico, eso en mi tiempo.

    23 septiembre 2012 | 1:23

  15. Dice ser Míchel Colette

    El fascio español sigue en boga. Hablar del pasado (y de lo pasado) es malo porque remueve las viejas heridas. Y ya se sabe que las heridas no cicatrizadas vuelven a abrirse. Pero ellos, ese fascioreligioso omnipresente en el poder, siempre están a salvo de la verdad provocando que la herida no cicatrice nunca porque su sueño es prolongarse como los auténticos y celestiales dueños de la vida, la propia y la ajena. Es necesidad para ellos ser los señores faudales (cotijeros) y que todos nos rindamos a sus pies serviles como perrillos falderos. Pero ignoran que ya empiezan a no ser nada. El facio es un inútil despojo del ayer y sus acólitos defensores piltrafa que intenta ensordecer las voces del pasado. Los hechos narrados son parte de la historia y eso no podrán acallarlo ni destruirlo como los documentos, testigos, que han quitado de enmedio desde su inmensa cobardía. ¿Que ponen en duda los testimonios? Lo hacen desde su cobardía, la misma que tuvieron el 23F de 1981 cuando un grupúsculo golpista se adelantó a la jugada que estaba preparada y frustró otra cobarde dictadura. Pero, y fui testigo, hubo reuniones fascistas clandestinas (armas y teléfonos preparados) en pueblos y ciudades esperando la orden de genocidio. Lo que vivieron esos niños (NIÑOS) y lo que nos cuentan de mayores, merece todo nuestro respeto y no la manida represión del fascio español.
    Salud.

    23 septiembre 2012 | 23:16

  16. Dice ser Estela

    Hace un par de semanas, mi madre me comento que en la televisión se estaba hablando del Preventorio Infantil de Guadarrama, lugar en el que yo pase aproximadamente un mes.
    La verdad es que es un recuerdo que aunque permanece guardado y dormido, cuando pienso en ello, recuerdo mucho más de lo que podría imaginar, es algo que sucedió hace mucho tiempo, tanto que no soy capaz de recordar mi edad exacta en aquel momento, pero creo que debería de rondar los 9 ó 10 años.
    Mi historia en este lugar es la siguiente:
    Yo estudiaba en el Colegio Alberto Alcocer de Madrid, y según creo recordar nos ofrecieron a cinco niñas la oportunidad de pasar el verano en ese lugar como premio por nuestras notas, yo me entusiasmé con la idea, era hija única y aunque estaba acostumbrada a pasar el verano lejos de mis padres, bien en el pueblo o en Valencia, con mis tíos y primos, esto me pareció algo nuevo, así que insistí, y me dejaron ir.
    De las compañeras que vinieron conmigo sólo recuerdo el nombre de una de ellas, no diré su apellido, pero su nombre era Ana María R., recuerdo también que otra de mis compañeras, que también era hija única, dormía en la cama junto a la mía, y todas las noches nos dábamos la mano para dormir. Otra de ellas tenía a su padre en el Hospital de Guadarrama, y por las tardes pasaba a verla, siempre desde el otro lado de la valla.
    Cuando llegamos a aquel lugar se nos asignó una habitación, a mi me colocaron en la habitación amarilla, por lo que llevaba una cinta como diadema en el pelo, de color amarillo, me dieron un vestido de cuadritos, un cuello blanco y una chaqueta azul marino, llena de pelotillas. Aunque mi madre se había encargado de marcarme mi ropa con mis iniciales, no llegue a utilizar, que yo recuerde, ni mi chaqueta (me dieron la de las pelotillas), ni mis camisones (uno amarillo y otro azul), ya que me dieron uno allí, por el que por estar yo tan delgada, me escapaba por las mangas.
    Las cuidadoras eran de la Sección Femenina y dormían en la misma habitación, no sé muy bien si separadas por un biombo y tenían una habitación aparte.
    Recuerdo que todas las mañanas íbamos a una especie de enfermería donde nos pesaban y nos median, también que nos vacunaban, o al menos nos pinchaban. Tengo un vago recuerdo de haber asistido a alguna clase en la plana superior, no sé muy bien de qué, pudiera ser de labores o quizás de religión. Por las tardes se rezaba todos los días el rosario en la planta de abajo y las chicas que llevaban más tiempo (las veteranas), nos cantaban canciones a las nuevas.
    Periódicamente nos miraban para ver si teníamos piojos, recuerdo que teníamos que hacer una fila en el patio, y cada una llevábamos nuestro peine de la mano, y pobrecita de la tuviese piojos, por que los mataban a tortazos.
    También en una ocasión vi como a una niña, más pequeña que yo, la cuidadora la asusto acercándola una cerilla encendida por haberse hecho pis en la cama, esto me preocupo especialmente, ya que a mí, sobre todo cuando iba de vacaciones y pasaba la primera noche fuera de casa, me había ocurrido algunas veces, y en aquel lugar no quería que me sucediera.
    Para las duchas, nos ponían en fila y por edades, las más pequeñas no nos bañábamos con las más mayores, tenías que dejar la ropa en unas perchas antes de pasar a ducharte, y una de las veces mi vestido desapareció, por cierto que cuando lo dije, me dijeron que cogiera otro que estaba allí colgado, que estaba bastante sucio y con él tuve que estar hasta el siguiente cambio de ropa.
    Siempre salíamos o entrabamos a los sitios en fila de dos, nos colocaban por alturas, mi compañera de fila era una niña con síndrome de Down que estaba permanentemente allí.
    Es cierto que no podíamos escribir a nuestros padres diciéndoles lo que pasaba o que nos queríamos ir de allí, ya que leían la correspondencia, y si no les gustaba lo que decías, podías tener problemas, por lo que sólo les podrías contar lo bien que te estaba todo.
    Creo recordar que para ir al comedor había que bajar unas escaleras y había unas mesas en las nos sentábamos de cuatro en cuatro, o al menos no eran mesas muy grandes. Respecto a la comida, recuerdo especialmente y casi noto el olor de un día en que la leche olía como a quemada. Yo no sé que tal comería, por entonces yo era un poco pesada para comer y además lenta, pero no recuerdo haber tenido ningún problema especial en este sentido, seguramente seguiría todas las normas que me imponían, la verdad siempre he tratado de cumplir con las normas impuestas (y sigo siendo así).
    Creo que había otro centro igual al lado de este preventorio, pero de chicos.
    No todas las niñas que había allí estaban sólo pasando el verano, muchas estaban todo el año por que a lo mejor sus madres eran viudas y no podían atenderlas, también había muchas hermanas. Más tarde descubrí que una de mis mejores amigas de la infancia y vecina mía, también había estado allí con su hermana mayor, pero en aquel momento no hablamos demasiado de este tema, creo que va a ser verdad que con los años vas recordando mas cosas de la infancia.
    El día antes de la visita de los padres, yo me caí en el patio y me arañe el brazo y muslo izquierdo y la rodilla derecha, fui a que me curarán y sólo me limpiaron un poco el polvo. Al día siguiente, como venían nuestros padres a vernos, recuerdo que nos pusieron un vestido de color como teja – aranjanado – rojizo, con el cuello blanco y salimos al patio como de costumbre, en fila de dos, cuando mis padres, que venían acompañados de unos primos míos, me vieron más delgada (todavía), con las heridas de la caída (que estaban infectadas) y creo que además, aquello no les gusto, me llevaron a casa, ese día deje el Preventorio Infantil de Guadarrama, también recuerdo que a la hora de recoger mis cosas, la maleta con el resto de mis pertenencias, en encontraban en un lugar donde se amontonaban el resto de bolsas y maletas de las otras niñas.
    Las heridas del brazo y el muslo se curaron enseguida, pero en la rodilla todavía tengo las cicatrices de la caída. Por cierto, termine mis vacaciones de verano en el pueblo, como de costumbre, con mis tíos y primos.
    De mis compañeras creo que sólo Ana María R. se quedo todo el tiempo previsto (su apellido era muy conocido allí, y eso le debió de suponer una garantía para estar mejor), las demás creo que fueron marchando en las siguientes visitas de los padres, incluso la que dormía agarrada a mi mano, aguanto un poco más que yo, hasta la siguiente visita de sus padres.
    Sí que puedo decir, que a pesar de no ser una buena experiencia, creo que para mi no ha supuesto ningún trauma especial, a veces lo he recordado y comentado con gente, siempre lo he comparado a pasar unos días de “mili”, y en broma siempre he dicho que ya no iba a volver a estudiar tanto, premios así no quería que volvieran a darme.
    Hay una película que siempre me ha recordado a este sitio, creo es El Año de las Luces, trabaja Verónica Forqué, Maribel Verdú y Jorge Sanz, es la historia de dos hermanos a los que les dejan en su lugar de este tipo, donde las cuidadoras eran de la Sección Femenina y dormían en la misma sala detrás de un biombo, como en Guadarrama.

    Estela Espina

    25 septiembre 2012 | 23:10

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