Pellizcando en los lineales. Fondo de armario revisited.

La estrategia del cazador de los Andes y la sangre fría de la vaca brava. Dice mi esposa que nunca salgo sin pieza de una tienda. Cierto. Soy un halcón de los lineales, de las estanterías. Mi lado femenino o mi lado hebreo, o la total ausencia de ambos en pos de una esencia práctica y austera, que tampoco. En las fiestas de los regalos y del consumo suelo pedir algo a tiro fijo y que pueda trocar en alguna gran superficie. Con el desarrollo de las tiendas decathlon en la periferia norte de Madrid el deportista del aire libre vive en un paraíso del consumo en el que, con frecuencia, se pueden encontrar utilísimas involuciones en material y diseños.

Me dice Sergio Pink Panther que debo ser más comercial y considerado y que quizá así encuentre -algún día- el punto a la revisión de materiales. Pues bien. Me lanzo, ahora que tenía disponible un ticket para cambiar unos pantalones repetidos. Voy a probar con un must.

Mallas kalenji de invierno (serie Deefuz). Las de más grosos son una puta mierda. ¿Queda claro o necesito detallar más? Digamos que si tu zancada es como la de una escolopendra o si tienes piel de lagarto, a la que se adhieren los tejidos como lija y, a la vez, perteneces a los ofidios o cualquier otro animal de sangre fría, es una prenda ideal. Yo lo compararía a correr con calzoncillos marianos. Señores y señoras de desarrollo de materiales de Decathlon: incluyan una etiqueta a esta prenda avisando de la robustez del tejido. Ideal para espantapájaros en Minks; la inmovilidad runner al poder.

Visto lo visto, el pufo de diferentes probaturas, que los grandes del trail mundial son personajes más que curtidos en qué sobra y qué hace falta (vean si no las fotos de Serge Girard corriendo en perneta con hielo y nieve por León), busco cada día más entre la múltiple oferta sencillez y polivalencia. Así, considerando que abrigan y visten lo mismo unos calzones grijando que unos NB, y que mis guantes de invierno Nike lucen un agujero al quinto uso (¡hostia, que son unos guantes, que no son botas de pisar terrones!), me introduje esta tarde en una de compras. Regresa el gavilán pollero.

Para arriba. Normalmente buceo entre otros deportes. Tejidos suficientemente aireados, bolsillos interiores, diseño algo más vistoso que los todogris o todorojo de las prendas para corredores, encuéntrome con la sección de BTT y una prenda llamada maillot NEUF y que, por 16.95€, cumple como segunda capa con comodísimos bolsillos en la parte posterior. Cubre la culera pero no mucho, como ocurre con chubasqueros y otros aperos de ciclista, y en talla L me viene que ni pintado. Cazado.

Para abajo. Me abono al pantalón corto. Lo siento. Hay que lucir piernas, curtirlas -para una cosa que tenemos bonita- y así me quito de un plumazo unos pantalones algo canijos, mientras que las famosas mallas zahínas arriba mencionadas quedan para cuando aremos la era. Por 7.95€ arramblo con una serie en negro de pantalones de atletismo Classic. Monsieur LeNoir con sus canitas y sus Emporio Armani de pasta.

Engarrios, achiperres, mendos. El verano se presenta seco y soleado, pero más dura será la primavera con las preparativas para la gran zurra del año. Previsiblemente acabaré cansándome de la mochila y su hidratación-a-costa-de-peso-y-la-chepa-encharcada. Mirando, mirando, evaluando y rompiendo, he tenido en mis manos una North Face con cuatro tiras y tirabuzones triples para dos bolsillitos y dos botijas. Pero quiero regresar un poco a la semi-autosuficiencia de los tiempos de la botija de 50cl o 75cl, que obligaba a trazar recorridos empalmando fuentes cada 10km. Por otros siete napos he comprado una riñonera con botija diagonal.

Para las manos, comentado ya el patinazo de la gloriosa marca del swoosh, por 1.95€ he vuelto al sencillo guante de forro polar ligero. Rojo, para salir del negro bragao, forro de Quechua (Forclaz 300).

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