Eran las uvas una alegoría de la cuenta estúpida del ser humano por llegar (al fin de año) para, de inmediato, mirar adelante y seguir. Se entretiene el mono con estos stop&go tan humanos, tan suyos. Pienso que, del mismo modo que uno está deseando que lleguen los eventos silvestrinos, se está dispuesto a mortificar a la red con las crónicas de la de cosas que cambiarías, las que te repatean. Lo mismo que ocurría ayer con el engendro de carrera de mi pueblo.
Cayeron vinos, canapés, uvas, copitas de sidra y bajamos a casa a sobarla. Los trastos dispuestos con la firme propuesta de saltarme el despertador. De verdad. No tenía ninguna gana de calzarme las mallas y vestirme las Cascadia, o al revés. La misma estúpida rutina, la de resistirme a salir a correr a las horas en que la borrachera juvenil se recoge y sube a casa y los pataliebre bajamos las escaleras. Pero cayó.
El anzuelo lanzado, miradita a la pantalla que tintinea, venga. Alguien habrá a las siete y media en la rotonda. Viejos vicios. No había nadie, pero el mal ya estaba hecho.
Está muy bien el blog. Me gusta el tono y cómo escribes. Yo corro como el que más pero en general me aburren los que te cuentan continuamente lo mucho que entrenan. Yo escribo de cualquier cosa y ahora, fuera de temporada, más. Me tengo que ir a la cama, mañana me meto con la revista. Te enlazo. Un saludo…. hey, y soy del ¡Estu, Estu!
05 enero 2010 | 00:04