Fabiola de Bélgica, de nacimiento Fabiola Fernanda María de las Victorias Antonia Adelaida de Mora y Aragón nunca pasó desapercibida. Ni por sus gustos populares (le gustaba bailar y era muy fan de las romerías) ni por sus estilismos llamativos, ni por su cardado de pelo. Pues bien, esta señora me caía muy bien y su entierro fue muy simbólico de lo que fue su vida. Se despidió por expreso deseo con un coro cordobés cantando la Salve rociera. Eso en una iglesia en España no sería nada extraordinario, pero en la catedral de Bruselas es otro cantar, nunca mejor dicho.
Pero no fue lo único llamativo de este entierro real. Ver al rey Juan Carlos roncar sentado junto a la reina Sofía y Beatriz de Holanda, no tiene desperdicio. Como tampoco lo tiene ver a las sobrinas de Fabiola con las castañuelas en mano intentar seguir al coro rociero. ¡Menudo cuadro Goyesco! Hay que tener mucho arte para que todos estos acontecimientos se den al mismo tiempo. Lo del rey Juan Carlos no es tan raro porque el siempre ha sido muy de dormirse en momentos importantes como éste. Es de sueño ligero nuestro monarca.
Todo especial como lo fue ella. Una reina querida por su pueblo, que veraneaba en Granada todos los años y a la que le fascinaba la música clásica y el flamenco. Fabiola lo dejó todo atado y bien atado para que su entierro fuera a su medida. Además de la Salve rociera Fabiola eligió su féretro, blanco inmaculado, y ordenó que la dejaran en el suelo en mitad de la catedral durante su misa.
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