José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

El marco de la historia

¿Se puede contemplar un cuadro y entenderlo sin el marco? ¿O puede llamar más la atención el entorno que aquello que encuadra? En este caso: hay que pactar una cita previa, llegar hasta un no-lugar más allá de la periferia de la ciudad y a una ojeada escasa de la sierra, cruzar un par de controles, identificarse, esperar, subirse a una furgoneta, bordear un campo de golf, admirar un par de hileras de olivos milenarios y llegar al corazón de la historia, es decir, a la sala de exposiciones de la Ciudad Financiera del Banco de Santander, un hueco en la explanada donde afilan sus talentos más de 6.500 personas para ganar dinero y más de 1.500 para que a esos nada les falte. Entonces, cruzar el pórtico que encuadra cuatro lienzos de Gutiérrez Solana, pasmarse ante los murales de Sert para el Waldorf Astoria y alcanzar por fin la propuestas de once nombres consagrados del arte contemporáneo para pensar Sobre la Historia.

Hace falta, pues, darse tiempo frente a las once propuestas que intentan mantener la ambición desmesurada de los organizadores de reflexionar sobre la construcción del pasado, acotarlo; aunque luego y en todo caso, todo se reduzca a una aproximación apabullante –otra más— desde el video y la fotografìa a la historia del arte, o una ilustración sobre como se cuenta el tiempo, como se representa: destellos, atolladeros y metáforas sobre cómo nos atrapa, cómo nos somete, nos define, nos transforma, nos espera, nos destruye. Cuatro brillos particulares para mí: la liebre que se pudre y revive de Sam Taylor Wood, la mesa de huesos y mariposas muertas de Gary Hill, la cita de Bill Viola con el Renacimiento y su autobiografía con agua, alguna de las cajas de luz de Jeff Wall.

No hay en la propuesta, sin embargo, acontecimientos, referencias a la historia entendida como hechos, lo que tuvo lugar, lo que pasa y lo que nos pasa, y la voluntad de que así ocurra, excepto quizás el mismo transparente e irónico de la recopilación en ese espacio de poder y de dinero donde se construye y se financia la historia. Al lado, una decena de paneles recogen ordenados, enmarcados, todos los billetes y sus modelos que a lo largo de un siglo de historia ha criado el banco.

Y si de poder hablamos, uno de los artistas, Craigie Horsfield, otro relámpago cargado de energía, un fotógrafo que ha encontrado caras barrocas entre los habitantes de la ciudad (también lo hizo en Barcelona), ha confesado su estupor al tener la sensación de estar exponiendo en el Pentágono, ese marco de cinco lados.

2 comentarios

  1. Dice ser david calle

    Gracias por recordar al magnifico fotografo Craigie Horsfield, esa hostia de libertad y espejo donde todos nos asustamos y no nos reconocemos…y gracias a ti por recordar en tus columnas los cuatro estados de la filosofia, razon, entendimiento, opinion y conjetura…salud

    14 marzo 2007 | 17:33

  2. Dice ser jaes

    Contundente Horsfield, desde luego, David. Y su capacidad para poner en escena sus retratos. Por cierto contaban los guías de la visita que los modelos reales habían ido, muchos o todos, a buscarse en los retratos. Es curiosa, por toro lado, tu sabes más, esa tendencia de la fotografía a rehacer la realidad antes de fijarla. Jeff Wall, el canadiense, lo hace de manera más que interesante, aunque sean mejores unas fotos que otras, las jugadors de cartas, por ejemplo, que el metáforico manojo de leña. Pide cita y echa un vistazo.

    15 marzo 2007 | 9:37

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