José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

En rojo

Cosas que pasan en los rincones. Los otros peatones cruzaban la calle: no pasaban coches, pero el semáforo estaba en rojo. En rojo. Él pensaba todavía en los tres encuentros, en las tres conversaciones. ¿Por qué habían sido la misma mañana de domingo? Frente al quiosco de los periódicos María le anunció que iba a hacer obras en su casa, ahora podían, obras para encontrar espacio para un nuevo habitante que llegaría en meses aunque todavía no se le notara en el perfil. Le dio la enhorabuena y empezó un paseo. En una esquina Miguel le saludó desde el coche: se marchaba de la ciudad, había pagado la hipoteca, alquilaría la casa y con ese ingreso viviría con mucho menos en una perdida esquina del mar. Siguió hasta el parque. Le gustó mirar los árboles verdes en diciembre, casi solo, en ese lugar casi secreto del oeste. Allí sonó el teléfono móvil. Jorge le invitaba a comer para contarle el viaje que tenía decidido: un año como mínimo de norte a sur, toda América, se despedía del trabajo esa semana y quería empezar con el año.

Una bocina le espabiló cuando estaba en el centro de calle. El semáforo estaba en rojo y un coche reclamaba paso. Aceleró y entonces descubrió la razones de los tres, la misma para cada uno: en el último mes había muerto el padre de María, el padre de Miguel, la madre de Jorge. Las liquidaciones de la herencia les habían permitido cambiar el paso. Delante del portal les envidió. El ascensor tembló mientras subía.

Cuando llegó a casa fue directo al rincón del teléfono. Llamó a su padre y supo que estaba bien, perfectamente, sin achaques. Hacía frío, eso sí, pero la calefacción funcionaba como en un palacio. Se alegró. Y colgó.

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2 comentarios

  1. Dice ser andros

    lo bueno si breve… dos veces bueno.salú.

    10 diciembre 2006 | 15:27

  2. Dice ser soledad

    Un año después, en una mañana otoñal, cuando el cielo es plomizo y el color del suelo se confunde con el de la indumentaria de los transeuntes, se encontró con María. El pañuelo que él mismo le regalara en su último cumpleaños cubría su cabeza, quimioterapia, balbuceó.Un golpe de viento helado cruzó la calle.Llegó a su casa y cuando abrió el periódico se estremció al ver la esquela de Miguel. Había muerto practicando submarinismo. Mas abajo, la esquela de Jorge que de regreso de su año sabático le acompañaba.Cogió el teléfono y marcó el número de su padre…nadie respondió

    10 diciembre 2006 | 20:58

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