La aventura ibérica de un guiri más crudo que una pescadilla

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Se toma un desayuno castizo. ¿Con churros o con porras?

Esta es una de las preguntas que tenemos en la columna de 20 minutos llamada Madrid según, donde preguntamos a gente conocida sobre los tópicos de la vida madrileña.

El horario gastronómico es algo que nos separa bastante la gente del norte y la del sur, y para mi fue un desafío adaptarme a las horas de comer aquí en España.

En Noruega, se suele comer a estas horas: a las siete se desayuna fuerte, a mediodía se toma un almuerzo ligero (una ensalada o un bocadillo) y a las cinco de la tarde, se cena fuerte. (La gente suele hacer jornada intensiva, de 8h a 16h, con media hora para comer.)

Al contrario, aquí en España vivo un cambio gastronómico que todavía me cuesta. Se desayuna muy ligero, con solo un café y algo dulce, y luego no se come hasta las tres de la tarde, y ¡no se cena hasta las diez de la noche!

Estas largas horas antes del almuerzo me llevan a la desesperación y, como estoy muerto de hambre, siempre como demasiado así que es muy difícil trabajar después. Pero por lo menos uno tiene mucha energía por las tardes… Y la dieta española debe tener sus virtudes, porque se ve menos gente gorda por aquí que en mi país.

Por mi parte, me he visto obligado a introducir un segundo desayuno, como a las diez y media de la mañana, para calmar mi sistema digestivo. Suele consistir en un café con leche y unos churros, una napolitana o el nuevo favorito, la barrita de tomate.

Entonces os pregunto, ¿cómo es vuestro desayuno?

El bar cutre, siempre de moda

Ayer salimos gente del periódico, para celebrar que ya mucha gente está de vacaciones. Solemos ir a un bar asturiano en la Calle del Pez, cerca de nuestra antigua sede madrileño en Callao.

El local es de uno de estos bares de toda la vida, con sus palillos, sus ceniceros, sus fotos de fiesta nacional y sus bufandas de equipo de fútbol. En fin, he aprendido que es lo que se llama un «bar cutre».

El bar cutre es un tópico de la sociedad española, veo uno en cada esquina. Es un lugar para cada momento del día, desde los churros y el café por la mañana hasta el último trago de la noche. Y atrás de la barra hay un viejo barman sirviendo patatas bravas con unas cañas bien tiradas…

Este tipo de bar no existe en mi país, allí los lugares se preocupan de siempre estar a la moda, de ser tan «cool» que se quita toda personalidad. Además, en los bares españoles viene todo tipo de gente, desde los abuelos hasta los chicos del instituto, y ¡todos se hablan! Al contrario, en los países nórdicos, las generaciones no se mezclan, hay un poco de segregación social.

Por supuesto se fuma mucho en el bar cutre, y los cigarrillos se tiran al suelo junto a las servilletas, como veis aquí. Es una costumbre que choca a los extranjeros, como venimos de lugares tan limpitos, donde ni siquiera se fuma en los bares…

¡Y pido a los lectores que me recomienden el bar más cutre de España!

Galicia, tierra de maravillas

A principios de mayo estuve en una boda en Galicia, donde se casaron dos amigos míos, él francés y ella gallega. Fue una experiencia inolvidable, una fiesta de tres días.

En Noruega ya se hace poco de estas bodas tradicionales, con toda la familia extensa, desde el abuelito hasta el primo más lejano. En Escandinavia, las famillas están mucho más dispersadas, divorciadas y recompuestas, y yo no sé si allí dos novios podrían juntar más de 200 familiares como fue el caso en esta boda a la española.

Galicia me encantó con su paisajes verdes, de hecho al ver las rías gallegas me acordé de los fiordos de mi país. Y como en Galicia tienen una cultura pesquera, me sentía en casa.

La boda se celebró en Ponte Nafonso, en la carretera de Noia, al lado de Santiago. Es un pueblo hermoso, pueden ver la foto aquí abajo. Dicen que Almodóvar rodeó una escena de su película La mala educación allí.

Como dije la fiesta duró tres días, la primera noche hubo barbacoa para que la gente se conociera, sirvieron empanadas con pulpo, y por supuesto, hubo una queimada con bruja y todo. Y yo allí, intentando comprender el gallego que se hablaba, un idioma que a mi me encanta.

La cena fue increíble, os cuento el menú; mariscos variados (bogavante, cigala, nécora, camarón, centollo), langostinos a la plancha, rape con almejas, sorbete de limón, solomillo y, de postre, tarta de hojaldre y helado de ron con pasas. Todo servido con mucho albariño, un vino que ahora está ganando fama fuera de España.

Luego el café, servido con un poco de licor dentro, algo que se parece a una bebida tradicional de mi región en Noruega, el karsk, otro día os contaré sobre eso. Y para marcar el punto final, un puro con los nombres de los novios inscritos en la bandera. ¡Qué tradición más bonita!

Nos sentamos a la mesa a las nueve de la noche, y terminamos a las tres de la mañana. Y allí, todos a bailar, nietos y abuelos incluidos, hasta el amanecer…

Un cordero de la leche…

La comida es una de las cosas que más me gustan de la vida española, y uno de mis platos favoritos es el cordero lechal, lo encuentro delicioso.

Pero tengo que admitir que, por otro lado, el hecho de comer un animal tan jovencito me parece una barbaridad. Se mata el coderito cuando éste aun no ha dejado de mamar, su edad no pasa de las 6 semanas y su peso ronda los 8 kilos. Justamente por eso la carne tiene tantas calidades, presenta un color rosa pálido, casi blanco y muy poca grasa.

En Noruega también nos gusta el cordero. Se suele comer la cabeza, es un plato muy tradicional que se llama «smalahovud». A mi no me gusta mucho, sobre todo porque el ritual tradicional implica chupar los ojos del animal. En Islandia, que antes formaba parte del reino noruego, comen el antiguo plato vikingo “hrútspungur”, un plato a base de testículos de carnero macerados.

Uno de mis lugares favoritos en Madrid para disfrutar del cordero lechal es el Asador Real, al lado de la Opera.

Suelo llevar amigos de mi tierra allí, cuando vienen a visitarme aquí en Madrid. La verdad es que no se muestran muy animados al escuchar el menú, les parece una barbaridad comer el corderito. Cuando llega el plato, miran las piernas tan pequeñas, y les da un poco pena, la verdad. Pero al probarlo se callan y después de la comida ¡todos se quedan flipados!

Otro plato similar, igual de delicioso, es el cochinillo, que podáis ver aquí abajo.

Pido a los lectores que me comentan donde en España se encuentra el mejor cordero lechal (o cochinillo), ¡para que yo pueda ir en peregrinaje gastronómico!