Chistes de toda la vida para el chavalerío de Internet, que aún no se los sabe

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¿Rock tuno? ¡Rap tuno!

El rock tuno se caracteriza por incorporar un ritmo sincopado y reconocible, y una letra divertida y fácilmente tarareable. Es por tanto, un género musical idóneo para lograr la catarsis colectiva en los conciertos o bien exaltar la camaredería masculina en el momento álgido de la fiesta, agarrándose todos en una gran melé – sin mariconadas- y cantando como una sola voz algún hit de Siniestro Total, Toreros Muertos, Los Inhumanos o Los Petersellers.

 

Lejos de declinar, el rock tuno vive su enésimo auge. Al retorno de los citados se une una nueva caterva de grupos: Los Gandules, responsables del hit “Yo no soporto la tuna”; Los Acusicas, hijos putativos de Los Nikis y al que sólo le falta que las canciones estén a la altura de sus vídeos; los incomprendidos Mamá Ladilla, autores de de esa oda a la coprofagia que es “Devórate otra hez”, y sus herederos intelectuales Engendro, orgullosos creadores del himno báltico “Qué viva Lituania” o El Reno Renardo, que fusiona dos ítems tan improbables como “Camino Soria” y “El señor de los anillos” para parir “Camino Moria”, el “Opá” de la temporada. Por cierto, que los ya citados Gandules también la emprenden con la tonadilla de los Gabinete: “He potao en la noria” es el primoroso resultado.

 

Pero ¿y el rap? ¿Acaso este artículo no se llama “¡Rap tuno!”? Vamos a ello: el rap siempre se ha tomado muy en serio a sí mismo. Demasiado. Los raperos solían salir con gesto hosco en sus portadas, como de mal rollo o ardor de estómago. Las letras, por su parte, acostumbraban a ser solemnes, con vocación de trascendencia y rima en consonante: que si lo chungo que es la calle, lo malas que son las disqueras, lo feo que está pegar zurriagazos a la parienta…Y digo “solían” y “acostumbraban” porque eso se acabó.

O más bien, ya no siempre es así.

Como bien saben en Cádiz, el rap es tan adecuado para relatar chirigotas como para denunciar las injusticias de este mundo. Ahí están dos obras maestras del género hip-hopero: el Rap del maligno y el rap del payaso. Y no son una excepción. La Excepción es el mejor representante del rap tuno: si aquel “Zapato ortopédico” ya apuntaba maneras, su segundo disco –“Aguantando el tirón”- es un compendio de lo mejor del rap tuno. Ojo: “Sin escaleras era mi escuela” (las andanzas de Langui con las barreras arquitectónicas), “El Besolla” (sobre la liguilla de futbito de Pan Bendito), “Jambo loco”, y otros temas de interés universal.

 

Otros ilustes representantes del género son Frank T, que tiene sus días: a veces se pone serio, otras veces más tuno que nadie ;los lúbricos Calle 13, que coquetean, cuando no se sumergen hasta el cuello, con el reaggetón, o El Chojin, inventor del llamado “rap positivo”, otra forma de llamar al rap tuno: la letra es inteligible, el público participa de los estribillos y hay cabida para el desparpajo, como en ese “Si mi chica se llamara Sharika”, que podría cantar no ya Siniestro sino La Trinca.