Chistes de toda la vida para el chavalerío de Internet, que aún no se los sabe

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Despedida y cierre

Por culpa de la maldita ciática, el Desternillablog y su padre putativo, el Desternillador, interrumpen su programación.

Buenas noches y buena suerte.

Los juguetes maniáticos de estas Navidades que no hay que poner juntos

Más roderadas.

Cómo no llamar a su empresa (III)

Hasta 1988 voló en España la aerolínea con peor nombre de todos los tiempos: Spantax, apócope de “spanish air taxi”. No me hago una idea de los nombres que se descartaron en la tormenta de ideas para bautizar la aerolínea. Efectivamente, volar con Spantax era expantoso (lo cercioro: el joven Leandrito Gao debutó en los aires con esta aerolínea), no en vano la compañía fue varios años plusmarquista en el ranking mundial de muertos por milla.

Pero hay veces que no hay elección. Supongamos que usted tiene un local en la bella localidad pirenaica de Berga. Supongamos que abre una cafetería y quiere realzar la experiencia olfativa del usuario, que diría un publicista. Pues no le queda otra que llamar al negocio Aroma de Berga, mucho más fino que Olor a Cipote aunque venga a ser lo mismo.

¿Y qué me dice de llamar a una empresa de Seguros Ocaso? No resulta demasiado estimulante unirse a la Mutua Decadente, la verdad.

La última incorporación a los nombres empresariales desafortunados es un banco de allende los mares que acaba de abrir su primera oficina madrileña. Su nombre, Banco Pichincha. ¿Confiaría sus ahorros a un banco con semejante nombre?

Casi mejor, dejar nuestro dinero a esa empresa de transportes blindados que se hace llamar Loomis y que uno imagina repleta de Dionis dispuestos a pulirse la pastaca de las sacas en eso mismo: en lumis y trabelos.

Lo dijimos en marzo. Insistimos en junio. Y nada, como si habláramos con una pared.

Goodbye, Leti

Como el escudo heráldico de los Tembleque parece herir la sensibilidad del respetable, rescatamos un montajito que en su día no alcanzó las imprentas de 20 Minutos pero que, visto lo visto, no da ni para un arresto domiciliario.

«Goodbye, Leti», con tres años de retraso, sólo para sus sensibles ojos.