Chistes de toda la vida para el chavalerío de Internet, que aún no se los sabe

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Qué frágil es la memoria

Visto en El País de papel de ayer.

Después de dejar su impronta en el idioma español, el ex-yernísimo por fin galopa libre.



¡Galope libre, don Jaime!

Ahora que casi no es duque, seguro que nuestros patrones nos dejan sacar esta carátula, que no pasó el filtro en su día:

Lo cual no quita para que sigamos siendo froilanistas hasta la rabadilla.

¡No me hagas un Terelu, que me da un Marichalar!



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«¡Ah, pero el modelo del anuncio ya lo habéis utilizado antes!». Si, aquí. Y no será la última.



No me hagas un Terelu, que me da un Marichalar*

*Este artículo aparece en la edición impresa de 20 Minutos bajo el título «Pásame un Clinton o te arreo un Zidane», recortado por motivos de espacio. He aquí el original:

A veces al idioma le falta un neologismo que atrape la realidad cambiante. Entonces llega la actualidad al rescate.

¡Qué te va a dar un Marichalar! El castellano no tenía una palabra que describa el jamacuco que le da a alguien cuando pasa de una divertida reunión de amigos a una sesión de bicicleta estática sin un sueño reparador de por medio. Pero hete aquí que a esa rocambolesca y arriesgada sucesión de eventos se le llama ahora “un Marichalar”, por ser el duque de Lugo su primer usuario conocido.

¿Nunca te han hecho un Terelu? Una cámara de infrarrojos de Aquí hay Tomate captó a Terelu haciéndole una paja a la remanguillé a su novio, Pipi. Desde entonces, la cultura popular ha bautizado esta práctica como “hacer un Terelu”. Cuando el Terelu es recíproco, lo que se hace es un Krampack, como todo el mundo sabe.

Pásame un Clinton. Para un ex fumador resulta tortuoso ver cómo sus compañeros de parranda circulan el porro que no puede catar. Para calmar la ansiedad sin traicionar la promesa, nada como «hacer un Clinton«, es decir, darle una calada pero sin tragarse el humo. Como un futuro presidente, sí señor.

Y, claro, le tuve que arrear un Zidane. Si algún villano te menta a la madre o te habla en italiano o, simplemente, lleva unas patillas dibujadas al milímetro te está provocando, así que lánzale «un Zidane«, ese certero cabezazo en mitad del pecho, la frente o donde venga a caer.

Hazme un cuñaíto… Como su propio nombre indica “hacer un cuñao” es gritar “¡cuñaaaooo!” con un diente hecho con servilletas insertado entre el labio superior y la encía. La otra opción es perder todos los dientes menos el incisivo central, pero es más dolorosa y tampoco gana mucho en gracia.

Otros consejos del profesor Gao.