Mil historias de sexo y unas poquitas de amor Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

¿En época de crisis se folla menos?

Un amigo mío que es Gigolo dice que a pesar de la crisis, él tiene ahora mucho más trabajo que hace dos o tres meses.

Cuando me ve sorprendida por lo que dice, argumenta que con la crisis los hombres se quedan parados, no follan porque están preocupados y que entonces sus mujeres, que necesitan árnica, lo llaman a él. A él y a los que se dedican a vender sexo y cariño.

La verdad es que en el poco tiempo que estuve hablando con él recibió por lo menos tres llamadas para el fin de semana.

Yo creo que él seguirá trabajando haya crisis o no. Sus clientas lo llaman cuando hay crisis porque sus maridos están muy preocupados; y cuando no la hay, porque están muy ocupados.

Sí que he leído que la situación económica está afectando a la prostitución femenina, porque han bajado mucho los clientes. Lo corroboran las asociaciones de defensa de las prostitutas, que dicen que muchas han tenido que bajar los precios.

¿Y en la casa de cada cual también se folla menos?

Yo sigo más o menos igual.

Mi hija vuelve para quedarse

Mi amiga está que trina.

Llevaba desde hace dos añitos una vida independiente, salía y entraba cuando le daba la gana, no tenía que dar explicaciones ni tenía compromisos mayores y se había echado un novio con el que estaba encantada.

Estaba feliz con su existencia más tranquila, que por edad ya le iba tocando. Pero esta puñetera crisis, que tan directamente nos ha afectado a muchos, le ha devuelto a casa a su hija.

Una muchacha de 26 años, que se había desenganchado de la casa materna hacía dos, que tenía su piso de alquiler y un trabajo para poder mantenerlo hasta que lo ha perdido. Y como lo ha perdido ha vuelto con la madre, así que mi amiga vuelve a estar preocupada por su hija y su futuro primero y después por ella misma.

Dice que quiere con locura a su niña, pero que tiene claro que están mejor cada una en su casa. Y además, está el novio, que aunque no vive con ella se quedaba de vez en cuando, pero a mi amiga estando la hija, no le gusta. Pero por nada más que porque considera que esa es -era- una parte de su vida, en la que no le apetece meter a su hija.

Tengo otra amiga de 32 años que también ha vuelto con sus padres por el mismo motivo. Con lo que eso supone para cada uno de ellos.

Odia verlo quitarse los pantalones, los calcetines…

LLevan un montón de años juntos en la misma casa y siguen durmiendo en habitaciones separadas. Los dos lo prefieren así si es para dormir y descansar.

Para follar vale cualquiera de las dos camas. Y cuando han terminado, incluida la fase de arrumacos, el «visitante» suele volver a su cuarto, aunque en las noches largas de amor se permiten dormir juntos. Un lujo.

Dicen que así lo han hecho desde que se conocieron y decidieron vivir juntos. Claro que no tienen hijos, y eso ayuda bastante, de otra manera, no hubieran podido tener cada uno su cuarto.

Ella cuenta que nunca le ha gustado ver a su marido desnudarse, quitarse los pantalones, los calzoncillos, los calcetines… para ponerse el pijama y meterse en la cama a dormir.

Que le parece que le quita todo el encanto a la relación.

Que lo gusta verlo desnudo, sí, pero no con la rutina en la que acaba siendo la vida de cada cual, cada día.

A él al principio no le gustaba la idea, pero no tuvo otra opción y se fue acostumbrando. Ahora le parece que era muy buena.

Yo le pregunto -a ella- si no le gusta acostarse y acurrucarse con su hombre al lado.Y me responde que eso sí le gusta, pero no cada día, porque incluye todo lo demás.

Este sistema a más de dos les solucionaba la convivencia. El problema es que no tienen sitio.

El macho en la cabeza

Diez años de trabajo de cuatro sociólogas británicas han dado como conclusión que para las mujeres lo más importante a la hora de mantener una relación sexual es la satisfacción de su pareja y se olvidan de las propias necesidades.

Duro ¿eh? Duro e increíble. Tanto que yo no me creo que las mujeres piensen así y menos que lo digan. Las encuestadas para el trabajo han sido adolescentes, no mis abuelas.

El trabajo se ha publicado en un libro que se llama The Male in the head (El Macho en la cabeza), y recoge como idea principal que las relaciones heterosexuales se conducen de acuerdo a un único código, el masculino.

Las mujeres tienen una especie de mirada interior que les dictamina que el hombre es el protagonista y la mujer el mero escenario del acto sexual. “El sexo empieza y termina en el hombre”, dice Janet Holland, una de las investigadoras.

«Caballeros: esto es una lavadora»

La campaña Ellos también pueden, del detergente Puntomatic, en el que se anima a los hombres a colaborar en las tareas domésticas, ha ganado el III Premio Mujer y Publicidad Crea Igualdad de los ministerios de Igualdad y Presidencia, con la colaboración de RTVE.

Para mí, que el trabajo en la casa de todas las partes, incluidos los hijos, es una obligación -me educaron así, en mi casa fregaban los chicos igual que las chicas- este anuncio no hace más que abundar en esa manía del feminismo nazi de ridiculizar al hombre como sea.

Como son tontos, no saben qué es una lavadora y no saben que pueden ponerla sin soltar el mando de la tele, sin el que, al parecer, no pueden vivir.

Y lo de la gimnasia matutina cual mujeres ociosas -qué mala imagen refleja el anuncio también de nosotras- tiene bemoles.

Las cosas se enseñan y se aprenden desde abajo, en la casa y en la escuela.

Nosotras siempre pensando en la reproducción

Un beso amoroso es un intercambio explosivo de información entre dos individuos, que desata una serie de procesos inconscientes capaces de identificar características de la otra persona.

Un beso es capaz de revelar si somos o no genéticamente compatibles con el otro, y hasta de analizar nuestra viabilidad reproductiva.

Ayer me pasaron varios estudios sobre la atracción sexual y los besos.

En uno de ellos, leí que el primer beso es determinante en ese sentido y que hay una diferencia importante en lo que el beso significa para los hombres y para las mujeres.

Mientras que ellos son más proclives a mantener relaciones sexuales sin la intermediación de un beso, las mujeres sienten la necesidad de besar antes, durante y después de un encuentro sexual.

También es distinta la forma de besar.

Los hombres son más proclives a besar con la boca abierta y al contacto con la lengua. Esto se debe -dicen los estudios- a que la presencia de testosterona en la saliva de los hombres estimula la libido femenina. Además, los besos liberan mucha mayor cantidad de oxitocina en los hombres que en las mujeres, una hormona que potencia el vínculo emocional.

El beso, cuanto más húmedo y con más lengua mejor, es una base de datos bioquímica que la mujer procesa inconsciente, pero implacablemente: de ahí obtiene información sobre las condiciones físicas de cualquier candidato a padre de sus hijos.

No lo podemos evitar, nosotras siempre pensando en la reproducción. ¿De dónde me habré escapado yo?

Que sus hijos no sepan lo que hacía de joven

Leo que Angelina Jolie está preocupada por el momento en que sus hijos -ya tiene seis- puedan acceder a Internet y vean escenas subidas de tono de su madre e historias sobre ella que no sean verdad.

Lo segundo me parece lógico, pero ahí estarán sus padres para explicarles a sus hijos lo que es verdad y lo que no lo es.

Lo primero -si es así, que lo dudo-, me parece de una estupidez supina.

Si ha hecho escenas de desnudos y subidas de tono, como ella dice, en el cine, no creo que verlas después sea malo ni para ella ni para sus hijos. Sería un giro de 180 grados pensar de repente lo contrario de cómo ha vivido y actuado hasta ahora.

Pero ejemplos no faltan de liberadísimas que renegaron de su pasado. Ahí está el caso de Linda Lovelace, que se hizo famosa por protagonizar Garganta profunda, una película porno que causó mucho escándalo en su época (1972).

Con los años, está actriz pasó a militar en el feminismo radical y a ser una activista antiporno.

Aunque lo de esta mujer es más comprensible que se arrepintiera. En la película tenía el clitoris en la garganta, así que no hace falta que cuente cómo se pasaba la película.

¿Lo he hecho contigo? No me acuerdo

Dos personas tienen un encuentro sexual. Al final, aún con las sábanas tibias, una le pregunta: ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí desnuda?. La otra, tras saber que no se trata de una broma por la repetición del suceso, se levanta algo frustrada, se viste y la acompaña al hospital más cercano.

El neurólogo Pedro Bermejo, atendió varios casos de gente con este tipo de síntomas. Si bien no es nada grave, aunque parezca mentira, sufren un trastorno de Amnesia Global Transitoria (AGT) desencadenado por el sexo.

Bermejo dirigió recientemente un estudio publicado en la Revista Española de Neurología, en el cual describe seis de estos casos. En ellos, las personas no se olvidan momentáneamente de todo, sino que sufren una alteración en la que no pueden registrar la información más reciente.

«Se acuerda perfectamente de quién es, pero no retiene nada desde que queda amnésica, por lo que comienza a preguntar en forma nerviosa, en donde está y por qué», explica el especialista.

Es un cuadro desconocido que puede durar varias horas y que aparenta tener su origen en una alteración momentánea del hipocampo.

Lo que llamó la atención del neurólogo fue que la mayoría de las parejas de estos pacientes respondían que previo al caso de AGT habían mantenido relaciones sexuales.

En uno de los casos que cita, un hombre de 59 años tuvo relaciones con su mujer en la ducha que acababan de instalar. Al terminar el encuentro, empezó a preguntar qué lugar era ese, ya que ni siquiera recordaba haber remodelado el baño.

Otro ejemplo, es el de un paciente que se había acostado con su mujer dos horas antes. Después de hacerlo, entró y salió varias veces de su casa sin saber si había llegado a ir a su trabajo.

Vaya situación para la pareja. Te empeñas en un buen polvo y el otro se levanta y ni se acuerda.

P.D. Para descreídos, este enlace.

Tres casorios con el mismo hombre

A la tercera va la vencida. Si ahora no sale bien, me mandais muy lejos. ´

Mi amiga se casó una vez hace mucho tiempo.

Después se divorció, y tres años después volvió a encontrar el amor. La cosa tampoco salió bien. Y ahora, lo ha vuelto a hacer -a enamorarse, dice- y cree que esta ya es la definitiva.

Lo peor es que todo el recorrido que acabo de citar lo ha hecho ¡con el mismo hombre!

Sí, con el mismo hombre se casó, se divorció, se volvió a juntar, se separó… y con él ha vuelto a las andadas.

Hacen buena pareja, están enanchado el uno del otro, pero se llevan fatal porque los dos tienen carácter fuerte y nunca están dispuestos a ceder.

Ella dice que con los años, todo es más suave, que han cambiado y que si tantas veces les ha dado al uno por el otro, es que son el uno para el otro.

Lo que no va a hacer esta vez es casarse. Y se lo hemos agradecido mucho. Aunque lo va a celebrar por todo lo alto otra vez.

Un hombre dominado

Una escena que presencié en la calle el otro día me dejó perpleja. Un coche aparca y de él se baja un hombre del lado del conductor. Y casi a la vez, una mujer, que era la suya, del otro lado. Él iba a abrir una puerta y ella empezó a gritarle de una manera grosera, deningrante y alzando mucho la voz:

«Ya has empezado mal. ¿Cuándo coño va a ser el día en el que empieces a hacer las cosas bien, eh? Míralo, que no vales para nada, que lo primero es el niño a ver si te enteras…».

Un niño berreaba dentro del coche, mientras el padre callaba y la madre seguía:

«Eres un inútil», mientras él volvía sobre sus pasos, cogía al chaval lo ponía en el carro y se lo llevaba a la casa.

Y otra vez: «Eh, que te dejas todas las bolsas, ¿pero es que no lo ves?», seguía chillando la pécora, plantada en la calle y sin mover ni un dedo.

A mí me sorprendió más él. Era un cachazas. No decía nada, sólo actuaba bajo las órdenes que dictaba de mala manera su mujer, a la que se le salían los ojos de las órbitas mientras se le hinchaban hasta las cuerdas vocales.

Y pensé: Y este tío folla con esta tía y vive con ella y la soporta sin decir esta boca es mía, según parece ahora. Y no se rebela ni grita ni la manda a tomar vientos… Nada. Sólo aguanta.